Firmas

El mega fraude de Maduro

  • Los últimos apagones son solo una muestra de la grave crisis del país
  • La idea bolivariana de democracia impulsa a transgredir las leyes
El presidente venezolano, Nicolás Maduro. Foto: Efe.

Poco antes de ordenar el despliegue de la Fuerza Armada Nacional, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, convocó unas 'mega elecciones', para hacer coincidir las presidenciales con las legislativas. Así, se complementaría el adelanto de medio año de la elección presidencial, pensada básicamente para prolongar el mandato del actual mandatario, con la anticipación en más de 30 meses de los comicios para elegir una nueva Asamblea Nacional. En efecto, el nuevo parlamento debería comenzar a actuar el 5 de enero de 2021.

La peculiar concepción de la democracia bolivariana muestra un absoluto irrespeto por las normas. Como no podía ser de otro modo, éstas se cambian a conveniencia de quienes ejercen el poder. Esto no solo ocurre con el calendario electoral, sino con todas aquellas reglas que de un modo u otro regulan los comicios, comenzando por los lugares de votación. Para ello basta con tener un Consejo Nacional Electoral (CNE) totalmente subordinado al poder ejecutivo.

En esta ocasión, la legitimidad legal que esgrime el gobierno venezolano para respaldar su convocatoria proviene de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Sin embargo, su legitimidad de origen es seriamente cuestionada por la forma en que ésta fue elegida. El caso de la ANC responde al mejor estilo chavista: cuando se pierde el control de una institución se crea otra superpuesta a la anterior, a la que no solo se vacía de contenido sino también en ocasiones se le retira su presupuesto. También, se repite la elección después de una derrota electoral. Esto ocurrió, por ejemplo, en 2007, cuando Chávez perdió el referéndum para reformar la Constitución e introducir la reelección permanente y más recientemente con la creación de la ANC.

La ofensiva del gobierno bolivariano y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) contra la oposición es frontal. En esta oportunidad, como en ocasiones anteriores, los militares han acudido en su auxilio, como se encargó de confirmar una vez más el ministro de Defensa, general Padrino López. Con esta batería de medidas Maduro pretende aniquilar a la Mesa de Unidad Democrática (MUD) o algunas nuevas alternativas, aún al precio de acallar cualquier partícula de disenso, por más mínimo que sea.

Paralelamente, el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó por 19 votos a favor, cinco en contra, ocho abstenciones y dos ausencias, "exhortar al gobierno de Venezuela a que reconsidere la convocatoria prematura de elecciones presidenciales y presente un nuevo calendario electoral que haga posible la realización de elecciones con todas las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente, legítimo y creíble". El escaso número de países que rechazaron la medida, encabezados por Bolivia y Venezuela, muestra el creciente aislamiento regional que enfrenta el gobierno de Caracas y el mayor protagonismo del Grupo de Lima, el conjunto de países latinoamericanos más Canadá, cada vez más implicado en su intento de resolver la crisis venezolana.

En este contexto llama la atención el giro dado por el ex presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en su fallido intento de mediar entre gobierno y oposición. En contra de la opinión de la mayoría de los gobiernos regionales, Zapatero optó por respaldar la convocatoria electoral en los términos impuestos por Maduro.

La MUD estaba en una encrucijada y la respuesta a dar no era sencilla. Debía elegir entre concurrir a las elecciones y avalar las vulneraciones gubernamentales y su deriva autoritaria o abstenerse de participar y abrir la puerta a una victoria chavista, que dificultara en el futuro inmediato retomar la iniciativa política. Finalmente optó por no entrar en un juego de consecuencias suicidas. Si inicialmente parecía que la primera opción suponía a medio plazo mayores ventajas que inconvenientes, hoy ha quedado claro que el autoritarismo creciente del gobierno y su condición de jugador de ventaja no dejaban otra opción.

Los últimos apagones, que afectaron a 12 de los 23 estados del país, son solo una muestra de la grave crisis del país. Nada parece indicar que las dificultades puedan resolverse en breve. Ni siquiera una nueva reelección de Maduro permitirá reconducir lo que hasta ahora ha sido una pésima gestión. Nada hay escrito sobre cómo y cuándo se desatará este nudo, aunque lo que está claro es que mientras esto no ocurra continuará el sufrimiento del pueblo venezolano.

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