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Diplomacia secreta

Foto: Getty.

El 18 de julio de 1972 el diario chileno La Nación publicó una noticia referida a la Fiesta nacional franquista, en la que no sólo se destacaban las buenas relaciones entre España y Chile sino que se hablaba de esa "Nación" que nos da la mano en momentos que tienen especial importancia para el destino de Chile. Pero lo más llamativo era el encabezamiento de la noticia, que se expresaba así: "España celebra hoy su fiesta patria en el aniversario del Alzamiento Nacional, que marcó una nueva etapa de paz, trabajo y prosperidad".

Durante 1971, el Ministerio de Asuntos Exteriores español trabajó en el Plan Iberoamericano, proyecto que venía impulsando su titular, Gregorio López Bravo. En el primer documento de trabajo podía leerse: "Ha de contemplarse (la política iberoamericana) desde el prisma de una política exterior trascendente, perdurable y de largo alcance, digna de ser continuada a través de las inevitables mutaciones políticas de Iberoamérica y de la propia España". ¿Estaba preparando ya López Bravo el post-franquismo? ¿Cómo se explica la contradicción, entre dos ideologías (Allende y Franco) tan alejadas entre sí como pueda imaginarse y, por el otro, las coincidencias en el plano político?

A elucidar esas cuestiones dedicó su tesis María José Henríquez Uzal (Los mil días hispano-chilenos 1970-1973), pero el trabajo no se limita a esos "mil días", pues incluye dos capítulos introductorios (1945-1970) y otros dos no menos interesantes a modo de epílogo.

El trabajo de Uzal clarifica lo acontecido entre Chile y España en los años de la Unidad Popular, llegando a unas conclusiones que muestran cómo la política iberoamericana de López Bravo marcó un hito que se desarrollaría plenamente con la llegada de la democracia a ambos países. La tesis es también un relato lleno de material nuevo (antes reservado), que nos permite ver el revés de la trama a través de las notas de una y otra embajada, mediante las cuales se informaba a los respectivos ministerios de Exteriores... y es ahí donde aparece un personaje notable: Enrique Pérez-Hernández, embajador de España en Chile, que presentó al presidente Allende sus cartas credenciales el 16 de diciembre de 1971. Pérez-Hernández representó el arquetipo del funcionario moderno: hábil, eficaz y patriota. Un paradigma del funcionariado que un sistema de selección objetivo había permitido insuflar en la Administración española durante la dictadura franquista, una profesionalización alejada de la "cesantía" que la emponzoñó durante la Restauración. Un funcionariado que facilitaría más tarde el tránsito hacia la democracia y del cual hay, al paso, dos ejemplos en la tesis que aquí se comenta: Matías Rodríguez Inciarte y Luis de Velasco Ramí, que fueron agregados comerciales en Chile y que poco después pasarían a ocupar cargos de gran relevancia en los Gobiernos de Suárez y González.

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