
No hace mucho, nuestras madres tenían que pedir permiso por escrito a padres o maridos para tener un pasaporte o para abrir una cuenta en el banco, aunque los ingresos fueran fruto de su propio trabajo.
Sus hijos, cuando alcanzaban la mayoría de edad, tenían más derechos que ellas. Aquellas mujeres, desde políticas hasta pequeñas empresarias o meras amas de casa, con ideologías dispares y hasta antagónicas, lucharon juntas contra aquella injusticia.
Presionaron a los poderes públicos del momento para que se les reconociera ni más ni menos lo que por justicia era suyo. Gracias a ellas, hoy estamos donde estamos. Pero resulta evidente que no hemos llegado al final del camino. Desde luego, no se cambia de la noche a la mañana la cultura de un país. Todavía, muchas profesionales tienen que demostrar que realmente se merecen el ascenso que han ganado cuando se supone que para un hombre es su camino natural.
Por si fuera poco, aún hay muchas que cobran menos salario por desarrollar el mismo trabajo que un varón. Y la desigualdad se agranda si entramos en la intimidad del hogar, en el reparto de las tareas domésticas entre los miembros de una pareja.
Está claro que hemos avanzado gracias al esfuerzo de nuestras de nuestras madres y abuelas, pero eso no significa que no quede camino por recorrer.
Lo que no logro entender, por más que me lo proponga, es en qué medida ayudarán a cerrar esas brechas que aún existen en la sociedad española actual las miembras o portavozas (¿o será "portavocas"?) ideadas por Bibiana Aído o Irene Montero y otras similares que deambulan por la vida pública.
Perpleja, me pregunto si no reconocen el género neutro por pura ignorancia, si lo de cambiar las "o" por "a" es la última moda del ideario populista o si su imaginación no da para nada más que lo vierten ante los micrófonos.
Su verborrea es claramente errónea, provoca vergüenza ajena y no deja precisamente en buen lugar al género femenino.
Como hija y nieta de mujeres trabajadores y de hombres que reconocieron y respetaron ese trabajo que ellas hacían me cuesta mucho aceptar que sean prototipos como ellas las que me representan. Y es que se trata de señoras sin trayectoria profesional visible que desmerecen los esfuerzos de muchas y muchos por lograr la verdadera igualdad, la que persigue medir con la misma vara a las personas, indiferentemente del género que sean.