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España como valor electoral

Foto: Archivo

El 21-D no ha sido solo una elección en Cataluña. Toda España estaba pendiente de los resultados por conocer si el independentismo mantenía su posición de privilegio. El resultado ha sido complicado. Por una parte la sumas de JxC, ERC y CUP ha perdido votos y escaños; además los votos independentistas en el conjunto de Cataluña son inferiores a los contrarios. Los territorios más populosos y que aportan más al PIB de la región catalana, han votado a los constitucionalistas. Pero, aun así y todo, la ley electoral da mayoría de escaños al independentismo. De manera que hay argumentos para pensar una cosa y la contraria. Cataluña está dividida en dos partes casi iguales y, a su vez, el Estado ha demostrado tener instrumentos para mantener el respeto a la Ley y la Constitución. En estos días se está dirimiendo el efecto de ambos en Cataluña.

Pero, además, algo ha ocurrido dentro y fuera de Cataluña: se ha reforzado el sentimiento de unidad en España. El empeño de los independentistas, poniendo al país al borde del precipicio, ha despertado la ilusión del ser de España que tenía un cierto complejo frente al nacionalismo periférico. Nacionalismo que ha querido sacar provecho de ese complejo y de las debilidades parlamentarias de algunos gobiernos nacionales a lo largo de la democracia. 

Pero que al exacerbar sus peticiones han desatado una reacción inesperada para ellos: poner en valor sentimental y electoral la idea de España. La de siempre, la del Estado Moderno más temprano de Europa, creado por los Reyes Católicos, el de los cinco siglos de existencia; o más de veintitantos siglos, si se considera la Edad Media como una edad intermedia entre periodos unitarios. Edad oscura con la que sueñan los nacionalismos que van contra la tendencia de la historia que busca más la unidad que la división. Esa idea de España como valor electoral, junto con otros factores, hace que se dispare la intención de votos de Ciudadanos, según las últimas encuestas. Un partido que nació precisamente como reacción a la ofensiva nacionalista y/o independentista.

De hecho, el mejor consejo electoral que se puede dar al líder del PSOE o al de Podemos es que vayan olvidando el concepto de "nación de naciones". 

Concepto que puede vender en determinadas zonas, pero a nivel nacional (lo que antes se llamaba a nivel de Estado) puede ser una rémora que reduzca su fuerza electoral futura. La rojigualda ya no es solo un símbolo útil para las competiciones deportivas. Es más, no utilizarla puede ser un problema.

España regresa como valor sentimental y electoral imprescindible. El mismo domingo el portavoz del PSOE decía en TVE que defendían la unidad de España. Por cierto, una unidad encarnada constitucionalmente en la monarquía (avisó al señor Pablo Iglesias).

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