Firmas

La melodía del liderazgo: lecciones de gestión de un director de orquesta

¿Se imaginan dirigir un equipo de más de cien personas, todas ellas virtuosas en el desempeño de su tarea? ¿Se imaginan que, bajo su dirección, este conjunto de expertos, tuviera que ejecutar su labor con la máxima sincronía? ¿Se imaginan que esta ejecución fuera evaluada en directo sin margen alguno para la rectificación? ¿Se imaginan, además, que el resultado de esta actuación perfecta tuviera que apelar a las emociones de quienes estuvieran observándola? Pues tanto rigor y sensibilidad, son los condicionantes con los que debe desenvolverse un director de orquesta en el ejercicio de su profesión.

Precisamente por la indiscutible exigencia de su labor, quisiera trasladares las reflexiones que tuve el placer de compartir con dos grandes directores de orquestra: Manel Valdivieso y Silvia Sanz, que me explicaron los entresijos de su profesión cómo directores de equipos de alto rendimiento. "Vamos a hablar de música", me dijeron.

En cuanto al proyecto, aprendí que es muy importante gestionar la energía durante la planificación y desarrollo de una actuación. No se debe agotar el camino de mejora o progreso mucho antes del concierto final. Es necesario dosificar convenientemente los ensayos, con el fin de garantizar que el progreso continuado permitirá llegar al día del estreno en el punto álgido de la ejecución. En este sentido el director debe convencer de la potencia de la partitura elegida y estar dispuesto a escuchar y dar respuesta a las distintas objeciones que pudieran haber.

En cuanto al equipo, descubrí que, en un conjunto musical donde se conviven diferentes familias de instrumentos, no se debe pretender igualar las virtudes de cada uno de sus miembros, sino lograr que las distintas especialidades conecten y se ensamblen entorno a un objetivo común. Aprendí también, que en un grupo de ochenta o ciento veinte músicos cada uno tiene un tempo distinto de aprendizaje y desarrollo que debe conocerse y respetarse. Resultó muy ilustrativo conocer que, para cada una de las secciones: viento, cuerda, percusión, etc., las estrategias de ensayo son distintas. En cada familia de instrumentos, existe una jerarquía interna donde tan importante es el rol que desempeña el primer violín como la que realiza el segundo que debe saber cómo asistir al primero para que éste luzca, cuando sea preciso. Me quedó claro, que hay que cuidar de manera distinta a los distintos talentos, incluso aquellos que por querer brillar en solitario pudieran perjudicar el conjunto. Esta gestión de los talentos individuales sólo se logra con un alto conocimiento personal y de expectativas de cada uno de los miembros de la orquesta. Por ello, en los procesos de selección de nuevos músicos, tan importante es evaluar el dominio técnico del instrumento, como valorar la capacidad de asumir el rol que debe desempeñar la nueva incorporación en el conjunto. Hay que dejar claro al aspirante qué se espera de él. Así, si lo que se quiere es reclutar a un segundo oboe, el aspirante debe conocer de antemano cuál será su posición a la vez que resulta imprescindible que el primer oboe participe en el proceso de selección.

En cuanto a las fuentes del liderazgo, entendí que a pesar de que el director de orquesta debe ser sabio a muchos niveles: instrumental, compositivo, estilístico, buena parte del respecto se lo gana a través de su oído y del potencial integrador de su escucha. Para ello, lo más importante es determinar qué es exactamente lo que se quiere oír. Durante los ensayos, hay que saber escuchar para poder diagnosticar donde se producen los desajustes y planificar su subsanación. Todo este proceso requiere una combinación óptima de autoridad y empatía: la autoridad

necesaria para parar un ensayo cuando se requiere un punto de inflexión, y la empatía precisa para saber reconocer el avance realizado aún no habiendo alcanzado la excelencia deseada.

En cuanto al desempeño de la dirección entendí el valor de una mirada, de un gesto, de una sonrisa, aprendí la importancia de acumular éxitos, de gestionar frustraciones, de salvar imprevistos. Entendí que, quizás, lo más importante es dar la confianza necesaria para que, en el momento de la verdad, en el instante en que el director levanta los brazos para dar inicio al concierto, cada músico esté orgulloso de la aportación que va a realizar y que anhele realizarla, no sólo porque el director se lo indique, sino porque realmente es lo que desea hacer.

¿Pero, que hago hablándoles de música?

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