Firmas

Un Tarantino charnego

Foto: Archivo

Hollywood acaba de recordar que la moral, las leyes y la dignidad existen también en la industria del cine. Y ha descubierto con sorpresa y asombro que el acoso sexual también existe. El productor Weinstein ha sido desenmascarado como un depredador sexual y lo han expulsado del sindicato de productores, de la Academia de las Artes Cinematográficas, del sindicato de directores... Y tras él, aparecen otros nombres, Kevin Spacey, por ejemplo y aquella mano de Dustin Hoffman sobre una pierna de mujer. Escandaloso. Nunca se hubiera imaginado algo así en Hollywood. Es algo que parecía tan improbable, tan remoto, que apenas nadie pensó en eso antes. Tarantino dice que él sí lo sabía. Pero se calló.

Ha sido muy parecido a lo que ocurre en la película Casablanca, en la secuencia en la que el jefe de policía experimenta una inefable extrañeza sobrevenida, una repulsión nueva, una indignación inmensa cuando, sin haberlo sospechado nunca, descubre que en el bar de Rick, se juega. Es también muy parecido a aquellos que, de vez en cuando, descubren que en la Bolsa se especula. O a quienes muy recientemente han descubierto que en Cataluña las leyes no se aplicaban, las sentencias no se cumplían y los políticos acosaban a la Constitución y querían violarla.

Todo eso son sorpresas que produce de tanto en tanto la vida. Nunca se sospechó que en Hollywood pudiera haber gente de esa clase, ni que en la Bolsa hubiera especuladores ni que en Cataluña se estaba preparando la secesión desde hacía cuarenta años. Afortunadamente, también de tanto en tanto, un detalle, una sombra apenas percibida, un error de milímetros, pone al descubierto lo que se estaba haciendo tan en silencio que ni siquiera nos dábamos cuenta. Nadie supuso que en Cataluña se iba a llegar tan lejos. Nadie lo sabía. Los políticos golpistas parecían un poco rebeldes, ma non troppo, un poco radicales, pero no golpistas. Los productores y las estrellas de Hollywood parecían un poco interesados en el sexo, ma non troppo, un poco juguetones, pero no chantajistas sexuales, acosadores.

Del mismo modo, nadie imaginó nunca que los colegios, la televisión, la universidad, la calle, los ascensores, las fruterías, los teatros, cualquier esquina, los bares, las Ramblas, el fútbol, las farolas, estaban siendo impregnados durante años de odio, error y mentiras, de adoctrinamiento, de desprecio totalitario al Estado de Derecho. Solo algún Tarantino, probablemente charnego, pudo quizá intuirlo o quizá saberlo. Pero como el verdadero Tarantino, también se calló. Cuarenta años sin decir nada, salvo excepciones muy dignas. Y eso, en democracia. Cómo serían las cosas en Cataluña si realmente se convirtiera en una república dirigida por el totalitarismo rampante que durante casi medio siglo la ha manipulado. Habría que preguntarse realmente qué hace que dejemos que los monstruos crezcan, se desarrollen, surjan definitivamente y se vuelvan contra nosotros. La historia está repleta de silencios, de cortesías fatales, de mayorías silenciosas y silenciadas que fueron luego las víctimas de dictaduras, de acosos, de nacionalismos totalitarios y de populismos trágicos. Hoy todos podemos ver el retroceso de la democracia en todo el mundo, la deconstrucción de Europa, la relativización de los valores esenciales... Todos podemos ver el huevo de la serpiente. Y todos como Tarantino callamos. O lo hablamos poco. O nos quedamos mirando, a ver qué pasa. Habría que preguntarse qué hace que dejemos que el huevo de la serpiente crezca y madure y que permitamos que del mismo salga, rugiente y fiero, quien precisamente viene a acabar con nosotros.

Así que en Cataluña se preparaba una secesión desde hace cuarenta años. Así que en Siria hay una guerra. Así que en Hollywood hay peajes sexuales. Así que a Lorca lo mataron. Parece imposible descubrir todo eso ahora. De haberlo sabido antes... Pero, ¿quién hubiera podido ni siquiera sospecharlo?

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