
El futuro de Cataluña está en manos de Oriol Junqueras. Todo sondeo de opinión señala a ERC como el partido más votado en las elecciones del 21 de diciembre. Por tanto, dependerá de él que su comunidad entre en una senda de normalización democrática o en un callejón sin salida.
Como en la película de Orson Welles El proceso (1962), todo se ha convertido en una auténtica pesadilla kafkiana. Si Junqueras acepta que todos los grupos independentistas se presenten en una lista única, sería como volver al "día de la marmota". La lista estaría integrada por los dos Jordis, el mayor Trapero, Forcadell y todos los consejeros que han sido cesados y están procesados... volveríamos a empezar. Es decir, si los soberanistas volviesen a ganar, harían el mismo Gobierno, la misma Mesa del Congreso, la misma política y se repetiría el "¡Viva Cartagena!". Tal posibilidad ganó fuerza después de que todos los miembros del Govern destituidos hayan sido encarcelados.
Pero queda una rendija para la esperanza. A pesar de la carga emotiva, no todos los catalanes se han vuelto locos y en dicho escenario se podría producir la sorpresa: el surgimiento de un Macron a la catalana, encarnado por Santi Vila, que reconozca que el procés llegó al final con la declaración de la República Catalana y su incapacidad de hacerla efectiva. Llegaría una nueva etapa.
Junqueras lo sabe, como es consciente de que tiene en sus manos la posibilidad de formar un Gobierno de izquierdas. Todos los sondeos indican que, en el caso de no elaborarse una lista única, solo queda la posibilidad de constituir un Ejecutivo que reedite el tripartito ERC-PSC-CSQP. El resto de combinaciones no suma los escaños suficientes para una mayoría absoluta. Contaría con tres dirigentes muy cuajados políticamente como Junqueras, Miquel Iceta y Xavier Doménech.
Paradójicamente, un Ejecutivo así sería bien recibido por los mercados. Ciertamente ,haría una política económica más redistributiva, pero restablecería la seguridad jurídica y la normalidad democrática, que es lo realmente importante. Pero para que esta hipótesis pudiese ser una realidad, ERC debería aparcar la República Catalana y pactar una salida. El problema de "poner fin al proceso" es que para ello se necesita un líder valiente e inteligente, y Junqueras no lo es.