
El seny catalán tiene mucho que ver con el sentido común. Eso que hace ver las cosas con ecuanimidad antes de tomar una decisión precipitada. Se puede entender como sensatez, prudencia o cordura. Y también como mesura a la hora de encarar los problemas de la vida. Lo que encierra un individualismo que, como decía Jaume Vicens i Vives, "aúna l'esperit feíner, el seny, el sentit de la contítiuitat, la tradíció familiar i la responsabílitat social". Que Josep Pla traducía en: una forma de ser atenta a la prosperidad, siempre que el viento vaya a favor, aunque le falte espíritu de riesgo.
De ahí que el seny se haya encontrado siempre cara a cara con su contrario: la rauxa, el arrebato, la contra e, incluso, el odio al diferente. Lo que Vicens Vives decía que se encuentra en la base de las acciones subversivas catalanas. Una forma de ser y de actuar totalmente contraria al espíritu de pacto que subyace en el seny colectivo, que es mayoritario en Cataluña. La rauxa encierra en sí un permanente movimiento revolucionario, anarquista también, que históricamente ha pretendido desestabilizar a Cataluña y al resto de España.
En los últimos cuarenta años, al hilo de la estabilidad institucional, el seny catalán fue negociando importantes contraprestaciones económicas y múltiples transferencias con los diferentes Gobiernos del Estado. Así logró unos niveles de autogobierno impensables en cualquier otra región europea; permitiendo a Cataluña unos niveles de bienestar y de presencia internacional muy por encima de otras regiones españolas. A la vez, el seny político, reunido en torno a Convergència i Unió, y agrupado alrededor de la clase empresarial catalana, fue alimentando, consciente o inconscientemente, la rauxa mediante una política educativa basada en un nacionalismo extremo, centrado en el odio a todo lo español.
La torpeza de José Luis Rodríguez Zapatero el 13 de noviembre de 2003, con aquello de que "apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán", vino a alimentar con más fuerza la rauxa, y puso en funcionamiento los mecanismos necesarios para cambiar todo lo que había sucedido hasta entonces. A lo que se unió la crisis económica como complemento necesario.
Convergència i Unió se deshizo de sus aliados transmutándose en Junts pel Sí. Se dieron nuevas alas a Esquerra Republicana y surgió con fuerza el movimiento que faltaba: la CUP, la Candidatura d'Unitat Popular. Un grupo antisistema cuyo objetivo, como todos los de su género, se basa en destruir las estructuras políticas tradicionales. Un movimiento revolucionario que "toma la calle" como se ha podido ver en las últimas fechas. Con Convergència i Unió desaparecida, con el seny empresarial adormecido ante los acontecimientos, y con sus dirigentes políticos embarcados en la rauxa aliados con la CUP, era previsible la confrontación institucional. Una Cataluña independiente abriría la caja de Pandora de otros movimientos similares dentro de España y desestabilizaría la Unión Europea en su conjunto. Algo de imprevisibles consecuencias a nivel global. De ahí que el "problema catalán" haya tomado dimensiones internacionales. No por la importancia que pueda tener Cataluña en sí misma, sino por el hecho de que las inestabilidades europeas podrían ir más allá de lo estrictamente económico, abriendo nuevos espacios a una mayor confrontación Este-Oeste con la OTAN de por medio.
Con todo, es entendible el rechazo que los independentistas catalanes tienen a nivel internacional, como también el repliegue en masa del seny económico hacia otras comunidades autónomas en España. Una cosa es obtener beneficios como fruto de presiones más o menos explícitas, y otro muy diferente perder todo lo que se tiene una vez que la rauxa política se ha adueñado de la situación en Cataluña.
La desbandada económica, incluida la turística, ha puesto a Cataluña en una situación dramática. Seguramente son ciertos los números que hablan de una pérdida del 20% del PIB catalán y una caída del 25% de las reservas hoteleras. Las inestabilidades políticas ahuyentan a los que buscan tranquilidad sin riesgos, ya sean simpatizantes de la causa o simplemente observadores. Que CaixaBank haya salido, con Criteria, Adeslas, y otras compañías del grupo, dice mucho de lo que sucede en Cataluña.
En estos días hemos visto a derecha e izquierda propuestas extremas. Unos, a la derecha de espectro, queriendo echar al actual presidente español con insultos muy graves. Otros, a la izquierda, subiéndose al carro de los independentistas para ver si, al final, consiguen la revolución bolivariana en España. Y al final, ha sucedido lo más razonable: el 73% del Parlamento, los representantes de la inmensa mayoría de los españoles, han dicho "basta". El seny, esta vez el seny español, al lado del catalán, ha puesto sus condiciones: el Parlamento es la sede de la soberanía nacional, todo es discutible dentro de la Constitución y nada es posible fuera de ella. Conviene releer el artículo 2 antes de ir al 155.