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Las consecuencias de las reclamaciones económicas catalanas

Foto: Archivo

Como consecuencia de ciertos datos derivados de una errónea manipulación de las magnitudes macroeconómicas relacionadas con ingresos y gastos del sector público, que en sus inicios había sido impulsada por Ramón Trías Fargas, surgió una tesis en Cataluña: "¡España nos roba!" Por supuesto que todo este tipo de enfoque era solo una derivación de un conjunto de erróneos planteamientos que, estadísticos y expertos en cuestiones fiscales, derribaron para siempre. Pero el mensaje quedó planteado y a través de multitud de medios de difusión, e incluso de enseñanza, se acabó considerando en Cataluña como algo que era lógico.

La dinámica económica española mostraba siempre otra realidad, debido al mecanismo proteccionista triunfante, gracias en primer lugar al impulso de Cánovas, al que siguió el fruto de la contribución política de Cambó, sobre todo al ligarse al Gobierno de Maura. Lo hizo en gran parte Cambó para aliviar problemas tanto generales como financieros que afectaban a personas políticamente ligadas a él. Continuó esta línea de otorgar beneficios el Gobierno, a cambio de paliar, el nacionalismo catalán, sus progresos independentistas, con la política de Miguel Primo de Rivera; y se acentuó con la II República, tras el Pacto de San Sebastián, a causa del trastorno derivado de la crisis fortísima de 1930, y a la difusión de ideas como fueron las del rumano Manouilescu en favor de la industrialización protegida. Dejemos a un lado, porque no tenía difusión en España más que de modo minoritario y gracias a Perpiñá Grau, la dura crítica que, a todo esto, grandes economistas, como Viner y Haberler verificaron. Entre nosotros, los disparates políticos derivados de la Revolución del 68, en la que había pasado a ser un punto fundamental, debido a Laureano Figuerola, el librecambio, eliminaba cualquier idea de apertura y de cambio de modelo. Y esto estaba amparado en el mundo empresarial catalán por la entidad de Fomento del Trabajo Nacional, y por una serie de personas a su frente, de gran influencia -pensemos, por ejemplo, en Gual Villalbi-, que generaron una consolidación del mundo proteccionista, como premio a un nacionalismo moderado.

Pero este se encontraba en la base también en el País Vasco y motivó el desarrollo en Cataluña de un distrito industrial importante. Las condiciones de ese proteccionismo generaban, a través del mecanismo de los precios en el mercado interior, ayudado además por maniobras de tipo monopolístico, como las que señala Bernis en su obra Fomento de las exportaciones, una desviación de renta del resto de España hacía Cataluña. Pero, además, las condiciones laborales tradicionales de ese distrito industrial acabaron provocando auténticas insurrecciones violentísimas por parte de los obreros. Basta recordar la llamada "Semana sangrienta". El profesor Bernis sobre esto señaló, en un trabajo encargado por Gabino Bugallal en 1912, que en la visita a las fábricas se percibe la importancia que existen, en el aspecto interno que poseen las industrias catalanas, en cuanto a fuertes tensiones sociales, y lo aclara así: "Considerando que en este sector industrial que he visitado en lo que tiene la sección de preparado, éste se realiza de forma no adecuada para el bienestar de la clase obrera, a causa del empleo, incluso, de niñas, por ejemplo, porque tienen deditos más adecuados para manejar ciertas máquinas".

Añádase la tremenda extensión de la jornada laboral, la facilidad de despidos, y, simultáneamente, la difusión de ideas derivadas de la Internacional.

El anarquismo, pues, tenía un peso considerable en la masa obrera de Cataluña. Y, por eso, el mundo empresarial de la región acogió jubiloso la decisión del Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, de iniciar una Dictadura militar, que borró violencias sociales. Este fue un complemento más de vinculación con el poder central para resolver problemas catalanes empresariales digno de señalarse. José Calvo Sotelo sintetizo magníficamente esto en el artículo Cataluña independiente, publicado en ABC el 4 de octubre de 1933. Como consecuencia, existió una proclividad en el mundo empresarial catalán hacía medidas autoritarias. Tengamos en cuenta los intentos de vinculación de una Cataluña independiente de la II República, con la Italia fascista de Mussolini, negociada por Lluís Creus i Vidal. Datos complementarios en esta situación, que venía de lejos, se acaban de exponer en el artículo del profesor de la Universidad de Barcelona Martín Iturralde Valls El trabajo infantil en las fábricas de indianas. Barcelona, 1730-1800 en Revista de Historia Industrial, 2017, número 68.

Todo esto constituyó la base esencial del nacimiento de la creencia de que la realidad catalana era ejemplar, que debía ser apoyada por el sector público español, y además que éste debía agradecer esa realidad. Por supuesto, eso es ya historia. Pero no puede olvidarse que el resto de España lo permitió para favorecer a Cataluña, y a costa de sus rentas, de su esfuerzo político en multitud de ocasiones y mil veces a costa del malestar de trabajadores que llegaban de regiones empobrecidas precisamente, en parte notable, por el fomento de la actividad de Cataluña.

La realidad demográfica catalana, como expuso Vandellós en su ensayo Catalunya poble decadent, exigía la llegada de esta población obrera, que mucho perturbó, como he señalado, la vida normal de la sociedad catalana. Pero fue preciso vincular a esta población obrera en la línea secesionista, y ello se efectuó aprovechando medidas autonómicas vinculadas con la enseñanza. El mensaje citado de "España nos roba", se generalizó por ese medio. Simultáneamente ha comprendido el mundo empresarial catalán que la separación, al hundir las posibilidades comunitarias, al separar a Cataluña de la eurozona, al perder el mercado, en parte notable, del resto de España, sería preciso frenar el proceso. Pero el planteamiento desarrollado por los nacionalistas fervorosos, amparados en esos mecanismos educativos, perturba la marcha que, recientemente, se vislumbraba. Esta era la de una presión sobre Madrid para tener mejores condiciones fiscales, de algún modo similares a las de las regiones forales derivadas de la liquidación del Carlismo, y de invertir todo un amplio conjunto de infraestructuras de transportes y comunicaciones, centradas en el puerto de Barcelona, que ampliaban las facilidades de venta al conjunto de España y, desde luego, se creaba en Barcelona la capitalidad económica de España, y se facilitaban los enlaces con Europa.

Así se ha producido la realidad actual. La enseñanza escolar ha generado una auténtica revolución de masas que ignora todos esos planteamientos económicos, que, repito, fueron los que, para excluir a la política tradicional económica generada por la Lliga de Cambó, dieron lugar a la ampliación de esos mensajes desde los centros educativos y desde multitud de medios de comunicación.

Esa es la raíz de la conmoción que acaba de surgir en Cataluña. Las responsabilidades, pues, son numerosas, y los ciudadanos españoles no tienen por qué soportar los costes de esta conmoción. Su liquidación en lo económico, en lo político y en lo social es urgente que se plantee y que, de ninguna manera, se ceda en el menor aspecto en aquello que ha provocado la situación antidemocrática y desde luego anticonstitucional que ahora reina en Cataluña. Además, el conjunto de España no puede dejar que se destruya el distrito industrial catalán, porque fue, como sabemos, muy costoso para el conjunto nacional; pero que ahora sería capaz de ayudar, con fuerza, al desarrollo de España.

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