
Son tantos los comentarios que surgen con ocasión de los últimos acontecimientos, que darían de sí para todo un libro. Algunos mensajes, pues, telegráficos.
Primero, como desde un punto de vista racional y legal no se consiguen oponer argumentos a favor de la ruptura de España, surge como justificación única el tema de las "emociones", y el otro día veíamos cómo lloraba Piqué el futbolista. Ante esto, es importante decir algo, aunque obvio, necesario: los españoles también tenemos emociones y sentimientos y es preciso que se empiece a respetar nuestra sensibilidad como españoles.
Se nos está haciendo mucho daño, dando una imagen del Estado español de algo que no es. O que se pidan mediadores internacionales. El Estado se limita a defender, como cualquiera lo haría, su territorio; España tiene 504.748 kilómetros cuadrados. No puede ser complicado entenderlo. Nos jugamos mucho con esto, porque después de Cataluña vendría el País Vasco, y después otras regiones y al final iríamos a un incontrolado proceso de luchas entre regiones, pugnas territoriales, disputándonos la influencia sobre Mallorca o Valencia por ejemplo... Por eso, no es difícil entender que el debate actual afecta a toda España y no solo a Cataluña y que por eso tenemos que opinar todos, es decir, si queremos un modelo de España normalizado, o de taifas.
Algunos hablan de que se les impide el "derecho a votar"; argumento éste pueril, porque aquí no estamos hablando de "votar por votar" sino de "votar una independencia". Por mucho que se quiera poner cara de angelito, o llevar un clavel en la mano, la finalidad de tal votación (es decir, la independencia) es un hecho que choca frontalmente con los valores de ese "otro", que somos el resto. Por si fuera poco, tampoco puede obviarse la idiosincrasia de ese "otro" (España) a la hora de querer plantear un divorcio, ya que se da la circunstancia de que nuestro país tiene una personalidad fuerte y una historia intensa, no tenemos una personalidad histórica pusilánime.
Al ser insuficiente la política convencional, surgen los populismos porque al parecer una parte de la población necesita un ideal. Pero mientras que en toda Europa los populismos son un factor, aunque nefasto, que fortalece a la postre al Estado, nuestra desgracia ha sido aún mayor, porque el populismo viene a ser un elemento más que debilita al Estado en cuanto tal. Nuestro país se está convirtiendo en un país de tontos donde se llega a creer que la bandera actual la inventó el franquismo.
Lo que estamos viviendo estos días es fruto de una política de décadas, también de tontos, que ha hecho ver lo español como malo y lo antiespañol como progreso. Yo no creo que España sea un país de envidiosos, como se dice a veces, pero sí de tontos, porque defiende al opuesto de uno mismo.
Nos hemos olvidado de la visión intelectual de España, de un Unamuno, Menéndez Pidal, Maetzu... Hace falta reescribir la historia y ver quién realmente aportó a la nación. Lo mismo que un francés se siente francés, no es mucho pedir lo mismo para España. En los Estados federales hay patriotismo constitucional.
En términos de Derecho, la calificación más exacta de lo que está ocurriendo estos días es la de "abuso de Derecho". Se han otorgado derechos, y ahora se abusa de ellos. Y se abusa también del hecho de que agredir y provocar no tiene consecuencias graves. Ante esto, una advertencia sobre el principio de proporcionalidad, porque en Derecho la proporcionalidad puede llegar a tener un amplísimo margen (podría poner varios ejemplos…).
¿Soluciones? Lo primero, unidad férrea entre los partidos. Segundo, no valen excusas ni disculpas en esta causa, hay que ser eficaces, y ganar. Tercero, que algunos españoles despierten y vean que no se puede seguir diciendo que el himno o el régimen político actual es franquista y tonterías de este calibre. Cuarto, lanzar un ultimátum de diálogo real, antes de aplicar el 155. Quinto, en último término, hacer todo lo que sea necesario. A medio plazo, si la situación empeora en Cataluña hay que conseguir atraerse a la burguesía catalana, cuando ésta empiece a echar de menos el orden, frente al caos populista o anarquista. Y, a más largo plazo, la solución final tiene un problema y una solución: si se otorgan más derechos a Cataluña el problema es que al día siguiente los está pidiendo también Andalucía... La solución creo que pasa por el camino opuesto. Lo que quiere Cataluña es ser diferente, y lo que necesita el Estado español es fortalecerse. Y la solución para ambas cosas, entonces, es que en el resto del Estado optáramos por la vía de un paulatino traslado de competencias y poderes al Estado central. La otra vía ha fallado. Y en definitiva, ¿cuál sería el problema si un santanderino pasa a ser menos cántabro y más español? No lo aprecio, como grave problema al menos.