
El otro día se anunció que una conocida plataforma de productos de inversión ofrecería un elevado número de ETF (fondos cotizados) a sus clientes. Una de las ventajas de los ETF, aparte de su eficiencia operativa, es que son baratos. Pero no están en todos los sitios, ya que hay entidades que aplican fuertes comisiones de intermediación para evitar que estos productos canibalicen su negocio de venta de fondos de inversión, propios y de terceros. Pero es muy probable que, si los empiezan a ofrecer muchas plataformas, a algún directivo se le encienda la bombilla y decida ser agresivo en precios, entre otras cosas porque eso genera rotación, que es donde está el atractivo del ETF para el intermediario, no en la comisión, que esa a quien le gusta es al inversor.
Esta noticia tiene mucho que ver con la que se publicó sobre la lógica equiparación que debe existir en términos fiscales entre la mayoría de los ETF y los fondos tradicionales. La Dirección General de Tributos aclaró que todos los ETF que cotizan en bolsas extranjeras son susceptibles de beneficiarse de la figura del traspaso fiscal (que no aflora plusvalía) No me pregunten por qué no los españoles, porque la verdad es que no lo entiendo, pero, a nuestros efectos, que son prácticos y no patrióticos, es irrelevante. Lo importante es que haya ETF en oferta y que sean muchos. Y lo dije hace tiempo e insisto ahora: las entidades no deberían ver este producto como un enemigo, sino como una fuente más de negocio, como ocurre en todos los países de nuestro entorno. Ahora empiezan a darse cuenta y el proceso es imparable.
En paralelo, se constata un año más la profundidad del cambio que se ha producido en los últimos diez en forma de desaparición del valor añadido en la gestión activa de los fondos de inversión. Entre el 80 y el 90% de los fondos lo hacen peor o igual que sus índices de referencia, pero cobran comisiones como si los superaran. Si bien existen fondos que justifican esas comisiones, hoy en día una cartera eficiente debe estar compuesta mayoritariamente por fondos índice, participaciones de las llamadas "baratas" o ETF. Salvo que el fondo aporte algún tipo de valor añadido - como que cubra la divisa - supere consistentemente a su índice de referencia o invierta en un activo de gestión compleja. Hoy por hoy el uso de la gestión activa no tiene justificación alguna. Como no lo tiene pagar a analistas de fondos que saben perfectamente que su trabajo, que fue tan útil en el pasado, se ha convertido en la búsqueda imposible de la aguja en el pajar, en un auténtico juego de azar.
Aunque inicialmente los intermediarios financieros tratarán de ponerse más o menos de acuerdo para no tirar de las comisiones hacia abajo, el maravilloso antídoto anti oligopolio que es la competencia nos llevará a un mercado que hace años habría sido impensable. Un mercado donde la media de las comisiones de gestión que pagan los inversores podría reducirse a la mitad. Esto les permitirá dedicar recursos para obtener el valor donde está, que no es en la gestión de los fondos, sino en el asesoramiento que acierte en la distribución de activos. Las diferencias de rentabilidad entre activos, mercados y estilos de gestión superan con creces las exiguas cantidades que ofrecen por encima de un índice de referencia los poquísimos gestores que los baten. Y lo mejor es que para invertir en activos, sectores, países o estilos de gestión bastan los fondos índice o los ETF. Y son muchísimo más baratos.
Según mis cálculos, a primeros del año próximo habrán salido al mercado varias plataformas, ofreciendo todos estos productos competitivos en precio, así como participaciones baratas en fondos de inversión. Aunque sea de forma reticente, se irán uniendo luego las sociedades de valores que ahora mismo están a la defensiva tratando de evitar lo inevitable.
Si todo va bien, a partir de las Navidades estas plataformas empezarán a ser operativas y luego se les unirán otras. Y todas irán aumentando su oferta de producto y compitiendo en comisiones para hacerse con la mayor cuota de mercado posible, porque la intermediación ha sido toda la vida un negocio de volumen, no de margen.
Parafraseando a Alfonso Guerra, dentro de unos años a este sector "no lo va a reconocer ni la madre que lo parió". La oferta será mucho mayor y mucho mejor, la transparencia también y se pagarán las cosas - gestión, asesoramiento o intermediación - por lo que realmente valgan. Eso empieza en 2018.