
Juan Ignacio Zoido es un tipo simpático, pero como ministro del Interior está demostrando una incapacidad política y de gestión palmaria. El tiempo que ha tardado en salir a dar la cara por los policías que están siendo acosados en los hoteles donde residen en su desplazamiento a Cataluña, con un sentimiento de abandono, ha logrado poner a todos los sindicatos policiales de acuerdo para pedir su dimisión.
Este es el mismo ministro que en los últimos días de julio decidió cesar con 'nocturnidad y alevosía' a los directores adjuntos operativos (DAO) de la Policía y de la Guardia Civil cuando se encontraban de vacaciones, adelantadas para reincorporarse con tiempo para planificar las actuaciones ante el referéndum independentista de Cataluña.
Logró enfadar a los mandos de la Policía, pero sobre todo de la Guardia Civil, que contaban con el teniente general Pablo Martín Alonso, considerado uno de los mejores estrategas con los que ha contado el Cuerpo y considerado uno de los pilares en la derrota de ETA, según todas las fuentes consultadas. Este cese no solo supuso el pase a la Reserva del mando de la Benemérita, con la insólita escena de los agentes aplaudiendo a Martín Alonso en formación en su acto de despedida, sino la división de la Guardia Civil en Divisiones, tras la desaparición del mando único, con la pérdida de operatividad que esto ha supuesto. A los hechos de los pasados días hay que referirse, sin duda.
El colmo de la torpeza
Y en el colmo de la torpeza, el ministro se marcha a Granada para imponer la Cruz al Mérito Policial con distintivo blanco, por su defensa del orden público, a la mano derecha del jefe de los Mossos, Lluis Trapero, el exguardia civil de Granada, Francisco Javier Gámez Martín, justo cuando las asociaciones de Guardia Civil y los sindicatos de la Policía Nacional están preparando denuncias contra la cúpula de la policía catalana.
Zoido no se enteró de nada ni antes ni durante la jornada del referéndum y ha tratado de derivar responsabilidades y ponerse de perfil para no salir señalado como el máximo culpable, pero él es la cúspide del dispositivo.