Firmas

Cáncer nacionalista: la enfermedad de España

La historia demuestra que, frente a la bestia, las políticas buenistas pueden convertirse en un semillero de odio. Lo vemos hoy en Cataluña. De las miles de palabras que se han vertido para describir lo que ocurre, Libération ha escogido dos: "Obtuso y racista". Lejos de caer como otras cabeceras europeas en la trampa de la épica lucha por la democracia, el diario francés ha hecho el diagnóstico más certero. Los separatistas quieren expulsar de una parte del territorio nacional a los que no pertenecen a su secta.

Comenzaron marcando a la oposición democrática con el infame Pacto del Tinell, aquel que establecía un cordón sanitario frente al PP. Después, su Estatuto les permitió acorralar a los empresarios que no rotulaban en catalán. Más tarde, señalaron a los medios de comunicación y posteriormente a las Fuerzas de Seguridad.

El último paso es poner la etiqueta a las familias, si es que queda alguna libre de pensar tras el proceso forzoso de inmersión en los colegios. El permiso que los padres tienen que firmar para que sus hijos se manifiesten contra el Estado no es solo un uso vil de la infancia, del que ya tendría que haberse ocupado la Fiscalía, es sobre todo el repugnante método para identificar hasta el último disidente.

Bajo sus métodos y fines subyace la misma ideología xenófoba que hemos visto ya en numerosas ocasiones. El nacionalismo racista y excluyente es la enfermedad que provocó tanto la II Guerra Mundial como el asesinato de casi mil vascos y la diáspora de otros muchos.

Pero mientras en Europa trataron de extirpar el cáncer, aquí los que han dejado de matar han recibido un premio, los herederos políticos de ETA están sentados en el parlamento. A Arnaldo Otegi le reciben con honores en el Parlamento catalán, ha sido el invitado estelar en la Diada. En la Generalitat han tomado buena nota: la tensión da réditos. Premio a premio, acabarán alcanzando su objetivo. Y es que la enfermedad, aunque adopte formas distintas, acaba reproduciéndose si no se erradica.

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