
El ensayo nuclear de la primera bomba de hidrógeno de Corea del Norte y el lanzamiento de un misil que llegó a sobrevolar territorio japonés antes de caer en aguas del pacífico vienen a culminar, de momento, una escalada de tensión sin precedentes recientes. No cabe duda que en esta clase de situaciones la historia nos enseña que conviene mantener la adecuada y proporcionada alerta militar, pero siempre acompañada de una ardua tarea diplomática. Y aquí es donde la preocupación se torna en auténtica inquietud ante la duda razonable respecto de la capacidad autónoma de diálogo entre las administraciones de Washington y Pyongyang, aunque por razones bien distintas.
El régimen norcoreano, con independencia de sus rasgos en cierta medida paranoicos, que en todo caso habrían de tenerse presentes en cualquier negociación diplomática, ha aprendido la lección que tristemente han dado al mundo occidental y muy particularmente los Estados Unidos en las crisis de Afganistán, Irak, las mal llamadas primaveras árabes y más actualmente Siria. Conceptualmente abocado a elegir entre la íntegra supervivencia o la destrucción total, parece dispuesto a jugar al todo o nada, constreñido por una falta de confianza en la sinceridad de la apertura negociadora expresadas por Trump y su secretario de Estado. Y por ello Corea del Norte es hoy el único país del mundo que, desgraciadamente, continúa en la senda de los ensayos nucleares, que no solo perfeccionan su capacidad, sino que además representan un gesto inequívoco frente a terceros de lo que está en juego si se busca un cambio de régimen auspiciado desde el exterior, pues una capacidad que la comunidad de inteligencia asume de entre treinta y sesenta cabezas nucleares de 30 kilotones, es sin duda suficientemente disuasoria, por más que su tecnología sea anticuada.
Los norteamericanos, por su parte, han cometido el error de sumar al imaginario colectivo a Corea del Norte entre los miembros del llamado eje del mal del que Estados Unidos y sus aliados se sienten verdugos implacables, a mayor gloria de la democracia. Las acciones militares exteriores que han costado miles de vidas propias y ajenas, los episodios de insurgencia primero alentada para después ser combatida, la implantación a la fuerza de sistemas políticos a la occidental en aquellos países soberanos que se resistían a aceptarlos como forma de Estado, sitúan a la actual administración en una tesitura nunca vista en el pasado. Pues a una nula capacidad de acción subversiva interior por el férreo control interno del régimen norcoreano, se suma una peligrosísima posibilidad de acción militar desde el exterior por la capacidad de respuesta nuclear del adversario, que si ve peligrar su régimen político es muy probable que no dude en desencadenar una hecatombe nuclear. A este difícil panorama debe añadirse además el interés norteamericano de mantener la influencia en la zona y recuperar credibilidad internacional, hoy ya cuestionada por otros operadores como Rusia o la propia China, que, por razones obvias, se sienten concernidos y mucho, por lo que ocurra en la península de Corea; y no solo en la parte norte, pues no olvidemos que Estados Unidos mantiene cerca de 30.000 efectivos militares acantonados en Corea del Sur, así como que una hipotética Corea reunificada, y bajo influencia norteamericana, rompería el equilibrio geoestratégico en esa parte del mundo.
Con todo lo anterior a la vista, parece evidente que cada paso hacia una escalada de tensión nos aleja de la paz que tanto necesitamos, también, en esa parte del mundo. Entendemos que ha llegado el momento de dejar que China demuestre al mundo su capacidad diplomática, pues hoy es la única potencia capaz de ofrecer las suficientes garantías a ambas partes en conflicto, para que decidan sentarse en un diálogo sin imposiciones, que respete la soberanía de los estados y destense un foco de enfrentamiento verdaderamente complejo que, a la vista está, con soflamas más o menos incendiarias y sanciones económicas no va a relajarse. Asumamos todos que nuestro mundo ya no es unipolar y que en lo tocante al armamento nuclear la única alternativa viable es el consenso en la destrucción total de dicha amenaza.
En la LXII Conferencia Pugwash celebrada a finales de agosto en Astana, capital de Kazajistán, en la que tuve el honor de participar como representante del capítulo español, se habló mucho de este conflicto. Este movimiento que, como es sabido, fue fundado, entre otros, por Albert Einstein y Bertrand Russell, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1995, llegó a la misma conclusión: es la hora de la diplomacia, es la hora de China.