
A cuenta de los trágicos atentados en Las Ramblas barcelonesas se ha lanzado una polémica interesada aludiendo a la financiación del llamado Estado Islámico (ISIS). De paso, se ha atacado directamente al Monarca español y al Gobierno actual de vender armas a esos países, en un intento de hacerles responsables indirectos de la matanza terrorista. Los grupos de izquierda, como es habitual, no ponen el énfasis en los terroristas sino en aquellos que son sus enemigos naturales. Las denuncias, por supuesto, van como siempre desnudas de datos.
Sobre la capacidad económica del ISIS, por su naturaleza opaca, es muy difícil conocer detalles concretos. Tampoco es fácil saber cómo se financia la operativa terrorista fuera de allí. Una financiación que no precisa ser muy elevada, aunque sí suficiente para dar cobertura a las propias necesidades económicas de los terroristas y a los gastos que precisan para llevar a cabo sus actos criminales. La reunión del G-20 en Turquía después de los ataques terroristas de París acabó con una declaración sobre la necesidad urgente de hacer frente a los canales de financiación de los terroristas. Lo que abre una doble cuestión: primero, cómo es la economía del ISIS y, luego, cómo se financian los terroristas fuera de allí.
El ISIS ocupó hace años una zona entre Siria e Irak. Una vez organizados, sus primeras fuentes financieras procedían de la propia actividad económica de esos lugares, además de las donaciones que aportaron ciertas organizaciones de varios países del Golfo. Hoy son tres sus principales mecanismos económicos: impuestos en los lugares ocupados, incluyendo tasas al transporte que entra en la zona; ventas de petróleo a precios muy por debajo del mercado; y confiscaciones, multas y saqueos de bienes de terceros. A lo que se une algo difícil de demostrar, como es el comercio con las antigüedades que han ido esquilmando y los pagos por rescates de personas. La pérdida de territorios ocupados en los últimos tiempos ha reducido las cantidades y aumentado las dificultades para mantener toda su estructura operativa, lo cual les obliga a incrementar sus acciones terroristas, en Europa principalmente. Esto, desgraciadamente, les da gran notoriedad.
De acuerdo con un estudio del International Centre for the Study of Radicalisation, los ingresos anuales del ISIS han disminuido casi a la mitad en los últimos años. De 1.900 millones de dólares estimados en 2014, los ingresos no llegaron a 870 millones en 2016; aunque, en paralelo, se piensa que puedan tener otras fuentes de financiación procedentes de la extorsión y el comercio ilícito; todo muy difícil de verificar. El estudio que comentamos, quitando las donaciones, que se consideran hoy muy escasas, y la venta de antigüedades de difícil cuantificación, las mayores fuentes económicas del ISIS vienen de impuestos en las zonas ocupadas (unos 400 millones de dólares), venta de petróleo (250 millones), confiscaciones (190 millones), y pagos por rescates de secuestros (30 millones).
Los terroristas que operan fuera se financian, sin embargo, de formas diversas. Por supuesto, les llegan fondos directamente del ISIS, que son capaces de hacer transferencias bancarias saltándose los controles impuestos por los países occidentales. Sin embargo, la mayoría de sus ingresos los consiguen dentro de nuestras fronteras. Por ejemplo, el mando antiterrorista del Reino Unido ha reportado varios casos en que los yihadistas usaron para sus acciones pagos procedentes de la propia asistencia social británica. Allí utilizaron subsidios obtenidos para viajes educativos. En los ataques al periódico francés Charlie Hebdo, quedó demostrado que los hermanos Kouachi recibieron 20.000 euros directamente del ISIS, mientras que los fusiles Kalashnikov fueron pagados con un préstamo bancario de 6.000 euros que les proporcionó el dueño de un supermercado de comida musulmana. Aparte de esto, es conocido que ciertas ONG han recabado donaciones para atender a los refugiados que, al final, llegaron en parte a manos de los terroristas.
Se podría seguir, pues son muchos los ejemplos conocidos por las policías europeas; sin embargo, conviene resaltar que el problema del terrorismo yihadista no es únicamente una cuestión policial, sino que es fundamentalmente un problema económico que precisa cegar sus fuentes de financiación. También otro social que requiere aumentar la concienciación en una sociedad tan permisiva como la europea, donde no existe control real sobre las ayudas económicas que logran estos grupos dentro de nuestras fronteras. Como tampoco se denuncia con suficiente claridad a aquellos que indirectamente les apoyan. Sólo en el Reino Unido se estima que hay unos 3.000 yihadistas con capacidad de actuar. La amenaza es tan importante que no se aplacará con multitudinarias manifestaciones.