
Simplemente era una tarde de agosto donde las gentes padecemos la fuerza del sol y disfrutamos de la tranquilidad de unos días de vacaciones, que para muchos es la forma de coger fuerza para el resto del año.
Cuando mayor era el silencio y la fuerza del sol, otra fuerza ha irrumpido en las Ramblas de Barcelona y ha conseguido sembrar de terror, sangre e impotencia la tranquilidad y el colorido de una zona tan visitada por todo el mundo, sean o no turistas.
En un momento ha cambiado el concepto de las cosas simples, la tranquilidad de las calles y plazas se han convertido en blancos perfectos para desarrollar la fuerza del mal, que nadie sabe por qué es tan fuerte cuando más civilizados estamos.
Nos hemos quedado todos destrozados por la impotencia de no poder hacer más de lo que hacemos, por no poder sembrar un poco de paz y algo de empleo en las masas que lo piden a gritos y que hoy donde más gente trabaja, donde más turistas recorren las muchas bellezas catalanas, se ha cometido un crimen masivo con toda la alevosía y rabia que solo algún loco puede llevar a cabo, olvidando su condición de persona y siendo el lobo del que nos hablaba Hobbes.
Este sin sentido nos deja sin la vida de varias personas y el dolor de muchos heridos y familias destrozadas, desconociendo a estas horas el número de muertos, pues depende del medio que se consulte, incluida la propia Generalitat. Cuando escribo este artículo la Generalitat ha dicho que solo hay un muerto. El resto de la prensa habla de doce o trece y hasta en esa triste noticia numérica nadie está de acuerdo. No todos beben agua en la misma fuente de noticias y si lo hacen parece que a cada cual le reporta una información diferente. Por supuesto que irán muchas personalidades a Cataluña con motivo de esta desgracia, no faltará tiempo ni cámaras para recoger los eventos de tristeza y de dolor que los que realmente lo padecen no tendrán tiempo ni ganas de hacer comunicados, ni abrir los telediarios de todas las televisiones.
El dolor, ese sentimiento tan triste que hasta que no se padece, no se entiende completamente. Ese dolor de tantos ciudadanos humildes que paseaban por las Ramblas de Cataluña, no tiene nombre, aunque sí se conozca el apellido. Saber que aquel que lo produce viene buscando la posibilidad del mal. Espero que las autoridades con cordura dejen de llamar a la reconciliación y al empleo activo a todos aquellos que incumplen la ley, llegando a España, bien saltándose una valla o incumpliendo las normas de buena voluntad y convivencia con los que tanto afecto y seguridad damos a nuestros visitantes. No es momento de mostrar la rabia, ni culpar a nadie de una desgracia sorpresa, que nos ha conmovido en lo más hondo no sólo a Españoles, sino al resto del mundo.
Este motivo, al parecer nunca deseado, nos unirá mucho mas con el pueblo catalán, aunque luego los muertos y heridos sean de otras localidades o nacionalidades. El lugar de los hechos nos recordará siempre las baldosas ensangrentadas de inocentes visitantes, que no esperaban un ataque tan cruel y desmesurado. Ahora llegará el tiempo de la política, de los afectos y los perdones y se calmarán los deseos soberanistas y la plaza de Cataluña se llenará de gestos de dolor y silencios y se olvidarán, aunque solo sea por unas horas, las banderas de cada uno para limpiarse las lágrimas en la de todos.
La grandeza del pueblo catalán al que tanto quiero y admiro, no va a decrecer porque varios malnacidos hayan querido llevarse consigo la vida que cualquier calle de Barcelona desprende a cualquier hora del día o de la noche. Nadie lo va a conseguir, pues la historia de Cataluña está tan trabajada que si no existiera habría que inventarla para darle credibilidad al mundo de que el esfuerzo merece la pena. No merece el pueblo catalán otro ataque más en lo que más les duele, las visitas de los que nos sentimos felices y orgullosos de pasear por todos sus rincones y llenar sus calles y plazas así como sus hoteles, sus restaurantes, sus tabernas, no olvidando la grandeza de sus monumentos y de sus grandes gentes que los hicieron posible.
Mi respeto en el tiempo a Maluquer, Francesc Moragas, Gaudí, Pau Casals, Joan Reventos y su homenaje a la Vejez, los hermanos de la Freixeneda, que sólo queda vivo uno de ellos, a los desaparecidos en aquella riadas del Vallés, del 25 de Septiembre de 1962, que también se llevaron a varios familiares míos, mis respetos por todo lo grande que existe en esa tierra y las gentes que dan tanta luz y vida no solo al pueblo catalán, sino a toda España. Como mi amigo Isidro Fainé, Jesús Escolano que sobrepasó la fecha de jubilación hace décadas pero sigue trabajando como si fuera el primer día, Luis del Olmo, Justo Molinero (estos dos llegaron de lejos a Barcelona y se quedaron para siempre) y tantos y tantos catalanes como Josep Baselga, Josep Antoni Duran Lleida y los que siempre agradeceré su gran acogida a mi libro Próxima Estación Cataluña. A mi propia familia que vive ahí, hermana, tíos, sobrinos, primos.
Todos, absolutamente todos, merecen mi sencillo homenaje por este injusto dolor que todos padecen y padecemos hoy, haciéndolo extensivo a los familiares de las víctimas y a tanta buena gente como vive en ese entrañable lugar y cómo no, a su Presidente y miembros de su Gobierno, a los que les hago llegar sin límites mi más entrañable abrazo. No debió de suceder, pero una vez sucedido, nos unirá por mucho tiempo el mismo sentimiento, el mismo dolor y los mismos deseos, con un abrazo seguro que se resolverán mas problemas que con una amenaza.
Pues bien, vaya mi abrazo más grande para todos los que hoy lloramos juntos y sentimos el dolor de Cataluña como nuestro y sea esa plaza de Cataluña el lugar en el que mirando al cielo o al suelo, nos encontremos siempre en el recuerdo o en la realidad, abrazados y siguiendo el camino más juntos que nunca, no importa las creencias de cada cual ni su tendencia política, lo importante es el latido de los corazones al mismo tiempo, mientras lloramos en silencio.