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Los efectos del cierre de Garoña

  • Un alza del precio de la electricidad afectará al empleo y la competitividad
Central nuclear de Garoña. Foto: Archivo.

Como economista, al dirigir este verano los Cursos de La Granda en Asturias, experimenté dos sobresaltos. El primero, al combinar las aportaciones de dos excelentes economistas. El segundo, por la noticia de la decisión del Gobierno de cerrar la central nuclear de Garoña.

Comencemos con el primero. Linde de Castro, en la lección inaugural de los citados Cursos, tras señalar el impacto favorable de la política monetaria desarrollada en la eurozona, agregó las características de las medidas que deberían acompañarla. Entre ellas destacó una política fiscal con el complemento de cambios en la orientación de los impuestos hacia figuras más favorables para el crecimiento y "una mayor orientación del gasto público hacia la inversión, la educación y la innovación".

Como este tema de la innovación es fundamental para el futuro de España, al haberse apostado, a mi juicio felizmente, a que el desarrollo de nuestra economía fuese a través de su apertura al exterior, eso exigía una vinculación derivada de la necesaria competitividad, hacia una mayor inversión. Pero tal cosa, ¿es lo que está sucediendo en España?

La respuesta procedió de la aportación de un catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, José Molero. En su aportación muy valiosa sobre la cuestión de las innovaciones precisas en los mencionados cursos ofreció unos datos numéricos aparecidos en la Nota de alcance sobre la inversión en I+D+i en los Presupuestos Generales del Estado aprobados para 2017, preparada para la Confederación de Sociedades Científicas de España, un estudio de los Presupuestos del Estado, fechado en julio de 2017. En él se observa que, en términos reales, y respecto al I+D+i del 2016 las cifras reales en ese sentido disminuyen.

Si esto pasa a ser la orientación presupuestaria normal, al contemplarla desde Asturias nos retrotraía a lo que aquel gran economista asturiano, Flórez Estrada, cuando reflexionaba asomado sobre el inglés río Clyde mientras contemplaba lo que sucedía en aquél país gracias a la innovación pública y privada a comienzos del siglo XIX, algo que radicalmente no existía en España, volcada a un mantenimiento de mecanismos productivos que se remontaban incluso a siglos remotos. Esa reflexión de Flórez Estrada se unía a lo señalado por Linde de Castro y en algún sentido a lo que alarmaba con los datos citados sobre I+D+i al profesor Molero.

El segundo sobresalto lo produjo la noticia de la decisión del Gobierno de cerrar la central nuclear de Garoña. Es acertadísimo el titular del artículo de Paloma Cervilla, publicado en ABC el 6 de agosto de 2017: "La presión política obliga al Gobierno a cerrar la central nuclear de Garoña". Y la explicación de esto, adecuada y alarmante, estriba en señalar que "la pérdida de la mayoría absoluta del Partido Popular hacía inviable el respaldo parlamentario a una hipotética reapertura, ya que todos los grupos políticos se habían posicionado en contra... El ministro de Energía, Álvaro Nadal, fue consciente de esta situación desde el mismo momento de acceder al cargo. Nada más tomar posesión en noviembre de 2016, recibió en su despacho una carta de todos los portavoces pidiendo que no se autorizara la explotación de la central. Además, incluso llegaron a reclamar al ministro que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) paralizara los trabajos de elaboración del informe sobre si era viable la reactivación de Garoña, o no".

Esta noticia la recibo en Asturias, y significa, automáticamente un impacto futuro sobre el precio de la electricidad. Y he aquí que este insumo, el eléctrico, es esencial para la producción de ese distrito industrial asturiano, justamente cuando iniciaba un levantamiento de cabeza, con empresas consumidoras de energía eléctrica en cantidades considerables.

Añádase que este conjunto de empeoramientos de la competitividad, no da la impresión de levantar ningún clamor en toda una serie de partidos que se titulan preocupados por el porvenir de los obreros, y ello es absurdo, porque si se suben los costes y así se pierde competitividad en las empresas, automáticamente se generan situaciones de desempleo y de reducción de los ingresos de las personas ocupadas.

Y no se venga con la propaganda ecologista de que para el relevo se encuentran las llamadas energías renovables. Ha hecho recientemente unas declaraciones Ursat, un experto en energía eléctrica, precisamente en un debate derivado de la política practicada por la empresa gigante francesa de electricidad EDF, quien consideraba (véase el artículo en Le Monde de 28 de julio de 2017 firmado por Jean Michel Bezat, Nucléaire: Pourquoi la France persiste) que para igualarse a las de origen nuclear tendría que producirse en las energías renovables un descenso en su coste "mucho más fuerte que lo que nos imaginábamos hace 15 años".

Es evidente el contraste de España con Francia en este sentido nuclear. Macron acaba de declarar que la parte de esta energía en el conjunto energético en 2025 será en Francia el 50%, aunque ahora es el 75%. La adhesión a este tipo de energía se originó desde la inicial postura de De Gaulle y el nombramiento de Joliot Curie como alto comisario de la energía nuclear en 1945. El libro de Robert Velot, L'atome et la France (editorial Ale Jacob, 2015), muestra de qué modo Mitterrand, con el apoyo comunista a lo largo de sus catorce años de presidente desarrolló la energía nuclear.

¿Por qué existe esa amenaza del precio de la energía tras el cierre de Garoña? He ahí la contestación. Evidentemente ahora mismo, como no funcionaba, no existía impacto suyo en el precio. Pero si se pusiese en marcha irrumpiría una energía más barata que las renovables alternativas exigidas por ese desarrollo industrial inmediato que está pronosticado por todos los expertos. Encarecimiento forzoso inmediato que no se produciría con un aumento en la oferta de la energía de Garoña.

Y existe otra cuestión. El futuro de la energía tiende a ser el proporcionado por la llamada energía de fusión, que es la que contemplamos enviada por el Sol. Su generación en la Tierra no va a ser posible sin el apoyo previo del desarrollo e investigación de la energía de fisión, que es la que ahora se deriva de las centrales nucleares. Abandonar ese camino de centrales nucleares afecta no ya al coste energético actual, sino al coste futuro y a la lucha contra la contaminación. Seguir el camino de Alemania en lo nuclear y no el de Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Japón, a pesar de su reciente susto, y otra serie de países, ¿es lo más recomendable?

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