Firmas

Jordi Évole, Villarejo y la ópera de los tres centavos

Más allá del debate sobre si los periodistas entrevistaríamos al Diablo si tuviéramos oportunidad de hacerlo, Salvados montó un espectáculo fascinante y sórdido.

Buscaron un escenario apropiado para el comisario cuyo nombre ha aparecido vinculado a la trama Gürtel, a la operación Cataluña, al pequeño Nicolás, al apuñalamiento de la doctora Pinto o al ático de Ignacio González.

Pero esta vez el protagonista del thriller fue a la vez el incauto estafado por un brillante y hábil timador llamado Jordi Évole. José Villarejo no aportó pruebas de sus acusaciones y sin embargo admitió, por ejemplo, poseer empresas con un capital social de 16 millones o tener "relaciones tangenciales" con López Madrid, presunto acosador de la dermatóloga.

El policía se bebió a sorbos el veneno fabricado por Évole: quedó retratado con la gorra calada y gafas de disfraz bajo una luz siniestra, en un cuartucho, diciendo que no apuñaló a la doctora o que el "generalísimo" del CNI amenazó de muerte a la princesa Corinna (por cierto, esperamos querella del general Félix Sanz Roldán).

El entrevistado no sabía que Évole le estaba tendiendo esa trampa. Tejió el catalán su tela de araña con intervenciones, entre otros, de los reporteros Antonio Rubio y Álvaro de Cózar, expertos en el tema, que fueron desmontando o matizando las afirmaciones de este personaje condecorado por la UCD, el PSOE y el PP.

El show de Évole recordó al teatro de Brecht, con el relato del protagonista sometido en todos y cada uno de los actos al juicio de quienes observan desde el otro lado del cristal, esa pecera construida para cazar al escualo mientras nada entre la verdad y la mentira.

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