Firmas

Sobre la opción iberoamericana

Tras la lectura de elEconomista del 29 de mayo de 2017, es evidente que tenemos ante nosotros, en lo económico, lo que puede llamarse "opción iberoamericana", vinculada al proceso de nuestro desarrollo material. Naturalmente, desde el punto de vista cultural y político es evidente que existen otros planteamientos que, por cierto, son perfectamente compatibles.

Por supuesto que ya no existe la vieja realidad de la plata americana, que se había convertido en un eslabón fundamental de los enlaces de la globalización en la etapa virreinal. La llegada de fondos del Cerro de la Plata a Cádiz repercutía inmediatamente en el mundo financiero europeo, o en el tráfico entre China, Filipinas y México, tenía como base precisamente la avidez del Celeste Imperio por ese producto precioso. Y cuando independizados los Estados Unidos, gracias en buena parte, a la ayuda de España, la circulación con monedas fabricadas en México, concretamente el real de a ocho se convirtió en el dólar, como para siempre recuerda su símbolo.

A partir de la independencia, que coincide con la etapa de la Revolución Industrial en la que España no acierta a participar, el ámbito iberoamericano sirvió a nuestra economía, en primer lugar, como destino de una emigración que buscaba posibilidades de desarrollo que en España no se encontraban. Esa emigración tenía otro complemento. En primer lugar un envío de fondos a España procedentes de parte de sus rentas. Simultáneamente, el abandono sucesivo que va desde el alzamiento de Bolívar al combate naval de Santiago de Cuba con la flota norteamericana, de fondos del sector público destinados a esa región. Pero a ello hay que añadir que esa emigración, en bastantes de sus participantes, generó empresarios cuyos beneficios, en algún grado, acabaron viajando a España.

Simultáneamente, el auge del nacionalismo económico, desde Federico List a Manoilescu, se separa de las tesis de David Ricardo y de los planteamientos, por ejemplo, de Cobden, y los de Manoilescu quien intenta ignorar las aceradas críticas de Viner, pero a pesar de eso triunfaron aquende y allende el Atlántico. En España el proteccionismo, ligado a la búsqueda de la industrialización con su complemento agrario, alcanzó dimensiones colosales desde el inicio de los años 20 del pasado siglo con las medidas que podríamos decir que iban de Cambó a Suanzes, y en prácticamente todo el conjunto iberoamericano, con la base intelectual provocada por los trabajos de Singer y su aportación a la American Economic Review en 1950, The distribution of gains between investing and borrowing countries y, en Argentina, de Raul Prebisch, con su ensayo, aparecido en la Cepal, en Santiago de Chile, en 1949, El desarrollo económico de América Latina y sus problemas principales, se embarcó, en bastante grado, en la línea del denominado estructuralismo económico latinoamericano.

Esto suponía romper con las líneas tradicionales del comercio, e incluso de otros aspectos de las relaciones económicas, entre Iberoamérica y España. Solo surgieron dos enlaces importantes. Uno fue la emigración hacia Iberoamérica, de un conjunto notable de intelectuales españoles vinculados políticamente con el derrotado bando republicano en la guerra civil 1936-39. Un significativo grupo eran economistas ligados a la Escuela de Flores de Lemus y, como consecuencia, tal fue el caso concreto de Prados Arrarte, sucesivamente en Buenos Aires y en Santiago de Chile, quien discrepa, y entra en polémica, con las tesis del estructuralismo económico latinoamericano.

Simultáneamente, en esa etapa se encuentra uno de los motivos de que, a través de Sánchez Bella, regresase a España, Prados Arrarte. Pero, y en parte como consecuencia de la trascendencia política que tuvo la contienda española, hizo que surgiesen multitud de enlaces intelectuales y de relación afectiva con el Gobierno español. Basta citar desde el Partido Nacional y la Unión Nacional Sinarquista en México, al peronismo en Argentina.

Estos lazos políticos tuvieron una consecuencia de ayuda a la muy mala y preocupante situación económica española, cuando tiene lugar el Protocolo Franco-Perón. Este documento hizo pensar en la posibilidad de establecer otro tipo de relaciones entre Iberoamérica y España, convirtiéndose nuestra nación en una especie de asociado para incrementar el peso de la economía iberoamericana en Europa. Esto provocó un impacto doctrinal grande en España. Manuel de Torres se había convertido, por un lado, en asesor del Gobierno y, concretamente, había planteado, críticamente, cambios que enlazaban con el Plan de Estabilización de 1959, y que obligaban a una creciente vinculación económica con Europa. Esto produjo una crítica muy dura del pensador nacionalista argentino Mario Amadeo, porque significaría un abandono del enlace económico hispano.

La respuesta de Torres y un grupo de sus discípulos (Muñoz Linares, Hernán Cortés Rodríguez y Fernandez Arias da Cunha)‑en el documento Las relaciones comerciales entre España e Hispanoamérica (Ediciones Cultura Hispánica, 1952) -fue, como la calificó Rafael de Cossío, una dura polémica de la que se derivó otra con Perpiñá Grau, en la que la prioridad de la apertura hacia Europa quedaba triunfante.

Esa línea europea es la que España ha seguido, con impactos tan importantes como el ingreso en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) el 20 de julio de 1959, y en 1985, el ingreso en la Unión Europea. Y esto produjo por un lado, como sostenía Torres que sucedería, un muy fuerte incremento en el PIB. De 1985 a 2007 -momento a partir del cual se provoca, por el modelo Zapatero-Solbes, lo que califica Jordi Maluquer de Motes, como una "gran depresión"-el PIB por habitante en ese cuarto de siglo pasó de 100 a 175,5, que efectivamente es un desarrollo colosal.

Como consecuencia no solo se confirmarían las tesis de Torres, sino que el proceso se ha unido a un fuerte cambio demográfico. La población española disminuye y, además, envejece. Actualmente se encuentra en torno a los 47 millones, pero en 2050, si no existe inmigración, se hallará en los 41 millones.

El porcentaje de la población de más de 65 años o más era del 11% en 1976, y ahora es del 19% y en el 2050 será del 40%, y la población de 20 a 65 años, que es ahora del 29%, en el 2050 habrá disminuido al 20%. La necesidad de inmigrantes es evidente, facilitada por el diferencial de renta. Por una parte, como existe entre España y Marruecos el mayor diferencial de renta entre dos naciones fronterizas de todo el mundo y se amplía hacia el resto del mundo norteafricano y el subsahariano, pero el diferencial con Bolivia, por ejemplo, también es muy alto.

Sin embargo, la homogeneidad de tipo cultural con Bolivia es superior a la de Marruecos. Por todo lo señalado, España se ha convertido en atractivo para un sector de la población y, también, en interesado en la exportación de capitales y en la creación de empresas transnacionales, que tienen economías externas si se desarrollan en el ámbito iberoamericano.

Esto motiva que se han de analizar cuidadosamente todas las circunstancias que rodean la vida de estos países de la región iberoamericana. Por ejemplo, la especie de mentalidad imperialista que había nacido en algún político brasileño cuando éste contemplaba su participación en el BRIC, conjunto de los países emergentes con grandes posibilidades (Brasil, Rusia, India y China) se unió a esta política de pretendida gran potencia que acampasen derivaciones de doctrinas estructuralistas latinoamericanas asumido todo por gobiernos incompetentes y corruptos.

Por el contrario, se observó con alegría el impacto subyacente de tesis procedentes de la Escuela de Chicago en la economía chilena. También, en las ventajas de la ortodoxia en Perú y en Colombia. Naturalmente preocupa, y mucho, el progresivo caos económico que, encabezado hoy por Venezuela y hasta prácticamente ahora por Cuba, aunque ésta ha iniciado rectificaciones evidentes respecto a las viejas doctrinas castristas.

España, al convertirse en exportador de capitales, de tecnología y de empresarios ha establecido lazos crecientes con la economía de esa región. Y eso enlaza con la alteración en los movimientos migratorios. Ahora son los habitantes de muchas naciones iberoamericanas los que buscan integrarse con la población activa española, y como antaño se originaba hacia Cuba, México o Argentina, desde España, ahora es el proceso contrario.

Eso es lo que provoca que cunda la alegría, o la desesperación en España, cuando al consultar los Economic and financial indicators de The Economist como hago yo ahora en el ejemplar del 27 de mayo de 2017, nos encontramos con que el PIB de Argentina, que precisamente se incrementaba en un 2,1% anual, en 2017 lo hará un 2,7%; o Brasil, que de descender un 2,5% pasará a aumentar un 0,7%; o Chile, que de crecer un 0,1% salta a un 1,7%; o Colombia, que lo hace del aumento del 1,1% al 2,2%, y así sucesivamente, pero que se agobia al observar que Venezuela sigue esperando las consecuencias de una caída en el PIB, tras los descensos anteriores, de nada menos que un 6,4% en el PIB y una inflación del 562%.

Ha pasado el tiempo. Multitud de factores culturales, desde la historia al idioma, desde los planteamientos religiosos a los grandes literatos, enlazaron, enlazan y enlazarán para siempre Iberoamérica y España. Y a ello se suman ahora lazos económicos dentro de unos panoramas especialmente favorables para ciertos países de la región.

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