
Montoro no arde. En eso recuerda a esa protagonista de Juego de Tronos que sale desnuda y tiznada de los incendios pavorosos pero siempre vivita y coleando. Se llama Khalessy y es el personaje favorito de los miembros de PODEMOS cuyo líder carismático la considera una serie de culto. Salvo en esa propiedad ignífuga, Cristóbal Montoro y la tal Khalessy no se parecen en nada. Su aspecto físico es tan divergente como el del huevo y la castaña y, aunque ambos juegan con fuego, la heroína televisiva emplea sus dragones para imponer justicia, equidad y liberar a los esclavos mientras que nuestro ministro de Hacienda usa el lanzallamas de la Agencia Tributaria con despotismo y arbitrariedad.
Kalessy es fuerte con los fuertes mientras que Montoro solo es fuerte con los débiles. Esto último es lo que le ha venido a afearle el Tribunal Constitucional con la sentencia que anula la amnistía fiscal que aprobó su ministerio en el 2012.
"Amnistía Fiscal", así lo llama sin eufemismos en su resolución, un término que negó con insistencia el ministro y que sustituyó por el de "declaración tributaria especial", mucho más benévolo y difuso. Los términos de la sentencia no solo abochornan al Ejecutivo al recordarle el artículo de nuestra Carta Magna que establece "la igualdad tributaria de todos los españoles", sino que lo descalifica por las formas arbitrarias que emplea y la vulneración a los procedimientos legislativos del parlamento. Todo un misil contra el Titular de Hacienda disparado contra una forma de proceder muy alejada de la imagen de rigor, ecuanimidad y escrupulosidad que ha de presidir su ejercicio.
No es solo lo de esa polémica Amnistía que impuso por decreto ley y que permitió blanquear sus cuentas a los protagonistas de los principales casos de corrupción. Personajes como el ex tesorero del PP Luis Bárcenas, el ex vicepresidente Rodrigo Rato, el ex secretario general del PP Francisco Granados, el ex consejero de Esperanza Aguirre Alberto López Viejo, dos de los hijos de Pujol o Diego Torres, ex socio de Urdangarin, entre otros.
Cristóbal Montoro se ha permitido además el lujo de amenazar veladamente con el arma del fisco a diputados de la oposición y a colectivos profesionales como la gente del arte o a los periodistas, a quienes dispensó un trato propio de delincuentes.
Contaba meses atrás un miembro del Gobierno que, en el transcurso de un Consejo de Ministros, algunos compañeros de gabinete le hablaron del aluvión de quejas recibidas por la inquina de la Agencia Tributaria y la arbitrariedad con que actuaba. Decía esta fuente que Montoro se revolvió en
su silla justificándose y dando a entender que, al principio, había apretado él por las necesidades recaudatorias y que después la Agencia se le había ido un poco de de las manos.
Se referían las quejas a esas intervenciones basadas en nuevas e imaginativas interpretaciones de las normas tributarias que han saqueado a distintos colectivos profesionales cambiando las reglas de juego con carácter retroactivo . Actuaciones ejercidas en un tono de matonismo imponiendo el trágala fundamentado en el temor a la persecución constante y al elevado coste de los recursos judiciales. Solo a quienes manejan grandes sumas les sale rentable pleitear con la maquinaria del Estado. Todo eso y más hacía el aparato de Montoro mientras dispensaba con su Amnistía un trato de favor a los grandes evasores fiscales.
Esas y otras cosas que nunca le ruborizaron como aquellos informes de diseño exculpatorios de la Duquesa de Palma, que pudo pagar las cortinas, el servicio doméstico y las clases de baile con la tarjeta de la empresa cuando a cualquier autónomo se le niega el admitir como coste de su actividad profesional las comidas de trabajo, los taxis o la gasolina del vehículo para los desplazamientos laborales. Durante la égida de Cristobal Montoro las filtraciones de datos fiscales han estado a la orden del día y ninguna de las explicaciones que ha dado sobre ello ha resultado mínimamente satisfactoria.
Una sentencia tan dura como la emitida por el Tribunal Constitucional haría insostenible la permanencia de un ministro en cualquier país de nuestro entorno. La oposición pide su cabeza y el PSOE, que planteó el recurso estimado, ahora anuncia que forzará su reprobación en el Congreso si no dimite. No lo hará. Y Rajoy tampoco le cesará. Le echarán cara y minimizarán las consecuencias políticas incidiendo en el paupérrimo argumento de que el Tribunal Constitucional solo ha encontrado defectos de forma en la amnistía fiscal.
Montoro sale chamuscado y su presidente tostado, pero ninguno arderá. Volverá con su gracejo al Parlamento y esos chistes que solo le ríen quienes tienen la carcajada comprada. Hay también materiales ignífugos como el amianto, el problema es que resulta cancerígeno.