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¿Qué ocurre con la relación transatlántica?

  • ¿Sabe este errático personaje en realidad lo que quiere?
Foto: Reuters.

Es la pregunta que se formula la Unión Europea ante la creciente brecha transatlántica. ¿Terminará Donald Trump su mandato? ¿Conseguirá transformar EEUU, un país cada vez más desigual, conforme a sus deseos? ¿Sabe este errático personaje en realidad lo que quiere?

Muestra de su inconsistencia es la mezcla de elogios y críticas a Angela Merkel. Desde "el trabajo fantástico de la más grande" hasta el "error catastrófico de la política de puertas abiertas". O los alemanes "muy, muy malos (por el superávit y su menor gasto militar). Ahora prevalecen las descalificaciones, cada vez más groseras. Tanto que su rival electoral, Martin Schulz, consideró "inaceptables" las "humillaciones" recibidas por la canciller.

Trump no está preparado para liderar la primera potencia. Caótico, trivial, insensato, voluble y sin experiencia diplomática. En suma: incompetente. Su gira expuso la dificultad de trabajar con EEUU. La cumbre del G7 en Taormina mostró la imposibilidad de llegar a acuerdos en cuanto a comercio, refugiados, cambio climático y otras materias multilaterales. El magnate tampoco se comprometió con la defensa de Europa. La UE ha tomado nota.

La decisión de retirarse del Acuerdo de París es una prueba más de la cruda visión trumpista: un mundo que se aprovecha de EEUU cuya "grandeza" se propone restaurar ante esa injusticia. Ni el papa Francisco, ni la comunidad científica, ni su propia hija Ivanka lograron convencerle de los riesgos del calentamiento global. O hechos como que la energía solar emplea hoy a más gente en EEUU que el carbón y el gas natural combinados, o que las empresas más emblemáticas respaldaran el acuerdo. Francia, Italia y Alemania ya han dicho que rechazan una renegociación. "La dinámica alcanzada en diciembre de 2015 en París es irreversible" señala la declaración firmada por el presidente francés, Emmanuel Macron, el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni y Merkel.

Merkel anunció, casi con resignación, que "los días en que podíamos confiar completamente en otros han terminado", y que "los europeos debemos tomar nuestro destino en nuestras propias manos". Su discurso en una tienda bávara de cerveza (Bierzelt-Rede) ha llevado, de repente, a una reflexión global sobre cambios de paradigma en la relación transatlántica. Uno de los primeros que la secundó fue el premier holandés, Mark Rutte, añadiendo además que el "mundo ya no es seguro" con Trump.

Mientras las cosas se aclaran en Washington, Bruselas actúa de forma unida y pragmática. Hace un año el Brexit erosionaba de forma grave la confianza comunitaria. El euro y la crisis de refugiados evidenciaron profundas diferencias entre los miembros del sur y del norte, del este y del oste. Todo ello está obligando a la Unión a emprender reformas y eso es bueno. Entretanto la elección de Macron y la probable reelección de Merkel en septiembre garantizan la estabilidad en las políticas comunitarias. En el momento de su supuesta debilidad, Europa vuelve a escena. Y lo hace con fuerza.

Pero conviene matizar. Los retos son gigantescos y los problemas globales. Europa no podría defenderse sola de una agresión militar. En la crisis de refugiados ni siquiera podía proteger sus propias fronteras contra personas desarmadas. Tampoco había un procedimiento de entrada adecuado con documentos válidos. Por no hablar del terrorismo. En los últimos meses, cuando se descubrían en Europa amenazas de atentado o de ataque, la información se recogía, en primera línea, casi siempre de fuentes de inteligencia norteamericanas.

Si de verdad existiese en Europa la voluntad para atribuirse estas facultades, tendría que gastar mucho más dinero. Incluso si estuviese preparada para este paso, el cambio llevaría años. Lo que sí puede esperarse del futuro es un mayor esfuerzo para la cooperación europea en las áreas de seguridad y defensa.

Hay quien habla del fin de una era. Es sin duda exagerado y, en cualquier caso, prematuro. No habrá ninguna ruptura. La alianza con EEUU continua. Sin embargo, el distanciamiento es un síntoma preocupante. Los cambios futuros pueden ser profundos y podrían ser duraderos, al menos mientras Trump esté en el poder.

En el actual escenario se está dando asimismo un acercamiento entre China y la UE. Ambos tienen más áreas políticas comunes que la alianza transatlántica. Similitudes evidentes son el comercio y el cambio climático. El intercambio entre políticos europeos y chinos es más intenso y productivo, algo en parte debido a la impredecible política exterior de la Casa Blanca.

Se requiere un fuerte polo europeo. Como bloque económico. Y como comunidad de valores. La democracia, el libre comercio, la libertad de prensa y el cuidado medioambiental.

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