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La victoria pírrica de Theresa May

  • La batalla final será entre conservadores nacionalistas y nuevos progresistas
Theresa May. Foto: Efe.

Las elecciones británicas convocadas por la primera ministra Theresa May para el 8 de junio transformarán el panorama de la política británica y su relación con Europa, pero no necesariamente de la manera en que una mayoría grandemente acrecentada para su partido conservador podría implicar. La derrota de tierra quemada que los euroescépticos conservadores esperan infligir a las fuerzas progresistas e internacionalistas británicas la simbolizó el titular del Daily Mail sobre el anuncio de las elecciones de May: "Aplastemos a los saboteadores". Pero una victoria contundente en junio podría conducir en último término a un revés aún más sorprendente, como la marcha arrogante de Napoleón en Moscú después de destrozar a la oposición en Europa occidental. Las fuerzas progresistas pro-europeas británicas podrían arrebatar el triunfo de las fauces de la derrota por tres motivos concretos.

Primero, al adelantar las elecciones británicas, May ha ampliado en efecto el plazo de la retirada de la Unión Europea de 2019 a 2022. Las elecciones anticipadas hacen inevitable que Reino Unido abandone formalmente la UE en marzo de 2019, porque May ya no se enfrentará a la posibilidad teórica de una oposición parlamentaria. Pero también permite al país aceptar un largo periodo de transición pasado el plazo de salida en 2019, para que las empresas y la burocracia puedan ajustarse a los términos que se acuerden.

Los lobbies empresariales británicos y los funcionarios responsables de la ejecución habían exigido que este periodo de transición fuese lo más largo posible. Sin embargo, la UE insistía en que durante el periodo transitorio todas las obligaciones vigentes de la membresía deben continuar, incluidas las aportaciones al presupuesto, la libre circulación de mano de obra y la aplicación de las sentencias legales de la UE.

Hasta que se convocaran elecciones parecía casi imposible reconciliar la necesidad del sector empresarial de un largo periodo transitorio con la insistencia de los euroescépticos conservadores de una ruptura total e inmediata con la UE. Una victoria electoral aplastante otorgaría a May la autoridad necesaria para negociar una transición larga, pese a las objeciones de los extremistas anti UE y persuadiría a más euroescépticos moderados de que, con el Brexit ya garantizado, el calendario exacto de las obligaciones con la UE no importa tanto.

En consecuencia, aunque Reino Unido dejará formalmente de ser miembro de la UE en marzo de 2019, muy poco habrá cambiado en su economía o modo de vida cuando lleguen las siguientes elecciones generales de 2022. En ese sentido, la decisión de May de convocar elecciones anticipadas es un retroceso para los euroescépticos extremos, que de otra ma- nera la habrían obligado a romper del todo con Europa antes de marzo de 2019.

Esto nos conduce a la segunda razón de por qué el triunfo inminente de los euroescépticos británicos podría convertirse en una victoria pírrica. Aunque las elecciones anticipadas retrasarán los cambios económicos, acelerará grandemente la transformación de la política británica.

El principal partido de la oposición, los laboristas británicos, agonizan de muerte desde 2015, pero podrían sobrevivir en su estado actual de zombis hasta que se convoquen elecciones generales. Dado que se esperaban nuevos comicios en 2020, es posible que algún suceso imprevisto en estos tres años reviviera al partido laborista. Al adelantar las elecciones, May ha precipitado la desintegración laborista también y eliminado virtualmente sus posibilidades de recuperación.

Cuando el partido laborista se hunda tras su derrota en junio, la reestructuración de la política progresista británica será casi segura. Unirá a los políticos y votantes laboristas desilusionados con los liberales demócratas, verdes y tal vez nacionalistas escoceses y galeses, y podría conformar una oposición mucho más efectiva que la actual, aunque con menos escaños.

Cuando lleguen las siguientes elecciones, probablemente en 2022, las fuerzas progresistas e internacionalistas británicas habrán tenido cinco años para preparar la oposición al conservadurismo de May y el nacionalismo inglés. En esa fecha, los conservadores llevarán en el poder tres legislaturas y doce años. Más o menos es la duración habitual con la que el péndulo político británico oscila de izquierda a derecha.

Es más, con el periodo ampliado de transición al Brexit que hace posible adelantar las elecciones, hasta 2022 no saltarán a la vista las consecuencias completas de rescindir la membresía de la UE, junto con las contradicciones de la coalición del Brexit entre libertarios del libre comercio y nacionalistas y proteccionistas socialmente conservadores. Mientras tanto, los esfuerzos de negociación de acuerdos de libre comercio con EEUU y China habrán revelado la debilidad de la posición británica. Como resultado, la opinión pública sobre la sabiduría del Brexit podría desplazarse sustancialmente llegado 2022. En cualquier caso, la relación cambiante con Europa será el punto central sobre el cual las fuerzas políticas británicas sociales liberales e internacionalistas pueden confluir tras su derrota.

Supongamos que, en el ínterin, la UE prosigue su recuperación económica. Supongamos, además, que después de las elecciones francesas y alemanas este año, una colaboración franco-alemana más estrecha impulsa la eurozona hacia la mayor integración política que es obviamente necesaria para que la moneda única triunfe, mientras que Dinamarca, Suecia y Polonia ratifican su nula intención de incorporarse al euro. En 2022, los votantes británicos podrían decidir que la reincorporación a una Unión Europea de doble vía es mucho más atractiva que suplicar ser el socio menor de EEUU y mucho menos de China. Ése es el tercer motivo por el que los euroescépticos conservadores británicos podrían acabar lamentando su inminente triunfo electoral.

Sea lo que sea, la batalla decisiva en la guerra por el futuro de Gran Bretaña a largo plazo no será la victoria cómoda de May este año. Será el encontronazo, cinco años más tarde, entre el conservadurismo nacionalista y una nueva oposición progresista con miras al exterior.

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