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El vital papel de los economistas

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Como recoge el profesor Moreno Alonso en su excelente Jovellanos. La moderación en política (Faes, 2017), este pensador y político en su Elogio de Carlos III destacaba, como clave para el elogio, el que este monarca convirtiese a la economía en la "verdadera ciencia del Estado". Y así es. En estos momentos ¿cómo se ha conseguido el enorme progreso que desde el punto de vista del bienestar económico se observa en España? Pues sencillamente porque, a partir de 1953, la orientación de la vida política española pasó a tener en cuenta la necesidad de abrir la economía al exterior, como había señalado Perpiñá Grau en su De economía hispana (1936), necesidad aceptada más adelante por Ullastres en la etapa que transcurre de 1953 a 1959. Pero también se establecían adecuados enlaces con la macroeconomía, como había señalado Valentín Andrés Alvarez al construir la tabla input-output de la economía española en 1954, con el inmediato añadido de la Contabilidad Nacional de ese año, dirigida por Torres, y con el complemento derivado del adecuado análisis de los flujos financieros facilitados por esa sucesión de expertos del Banco de España que se inicia con Olariaga, sigue con Sardá, se amplía con Luis Ángel Rojo y llega hasta ahora mismo con Linde de Castro. Y, en relación con la política de mercado, se dibujó otra línea que va desde 1941 y un trabajo publicado en el nº 1 de la Revista de Estudios Políticos de Valentín Andrés Álvarez, a la vinculación a España desde 1944, escapando de la ira de Hitler hasta su muerte, del gran economista Stackelberg. O, en otro sentido, frente a los desatinos de Marcelino Domingo y la II República, ¿no fue clave el conocimiento de la ley de King por Larraz, con lo que reorientó, en sus cursos en el Colegio Cántabro y en el CEU en 1935 y 1936, una política agraria, por cierto hoy consagrada en el ámbito de la Unión Europea con el nombre de la PAC?

Y conviene añadir algún dato más. El auge de Comisiones Obreras y su política salarial y planes del llamado "control obrero", sumado al denominado "choque petrolífero", a un creciente desorden fiscal y, como colofón, con una crisis bancaria colosal, que llevaba a la imposibilidad de que culminase la Transición hace ahora cuarenta años. ¿Y dónde se creó la base para que eso se recompusiese? Esencialmente con los economistas que, encabezados por Fuentes Quintana y Lagares, lograron dar el golpe de timón que supusieron los llamados Pactos de La Moncloa, y así desviar a nuestra economía de un mar tempestuoso a más no poder.

También los economistas sirven para aclarar para siempre por dónde no se puede ir, y si se insiste, destacan, una y otra vez dónde se encuentra la culpa, por lo que en adelante se evitará. Conforme se acercaba 1996, con Solbes en Hacienda, la política económica del Gobierno de Felipe González conducía a una crisis. Concretamente, en el Boletín nº 28 de Fedea, octubre-diciembre de 1993, se podía leer que los economistas, entonces, casi unánimemente opinaban sobre las causas del fuerte incremento que se observaba en el desempleo, lo que contrastaba con promesas iniciales de cómo se iba a resolver el problema. Copio de aquel trabajo: "La principal razón por la cual la creación de empleo es escasa y el paro es elevado y constante en España, y se deriva de ciertas restricciones legales diseñadas para proteger los derechos de los trabajadores. Por ello, la reforma del actual mercado de trabajo se ha convertido en una de las principales medidas propuestas para que España pueda converger en términos reales con sus socios de la Unión Europea".

Esto último tiene una prolongación a estos momentos. Por ello conviene señalar lo que entonces decían los economistas Alvira y García López en un artículo en Cuadernos de Información Económica, febrero de 1994, con datos procedentes de una encuesta de Cires dirigida por Diez Nicolás: "Para la mayoría de los estudiosos de este tema, las restricciones legales para proteger esos derechos del trabajador y la elevación de los costes salariales reales han contribuido decisivamente al aumento del paro. Desde esta perspectiva, la reforma del mercado del trabajo es un objetivo urgente de la política económica del gobierno". Naturalmente, esa reforma que se propugnaba no significaba nada parecido, a lo que con ese título se señala hoy desde el PSOE a Podemos, incluso con vacilaciones en Ciudadanos. Era todo lo contrario de estas propuestas actuales. En aquel entonces, Fuentes Quintana, en Blanco y Negro, 5 de marzo de 1944, señalaba con agudeza que "el principal partido político que hay en el país, lo forman los sindicatos, quienes defienden a sus afiliados, sin importarles mucho más que eso", y por ello originan el caos que aparece a continuación. Y Víctor Pérez Díaz, ese gran sociólogo, también opinaba lo mismo con agudeza. Simultáneamente, Malo de Molina señalaba por eso que "la posible existencia de rigidez en el mercado de trabajo y la consiguiente necesidad de flexibilización, surge, o puede surgir, como resultado de la falta de coherencia interna del sistema institucional que regula las relaciones laborales o de la obsolescencia de estas frente a las mutaciones que se registran en la actividad productiva"; y en tal caso, "las actitudes puramente defensivas de los sindicatos frente a las necesidades de adaptación del mundo institucional colocan a los sindicatos (y hoy diríamos a las corrientes francamente populistas que exhiben esas banderas) frente a las necesidades de adaptación del marco institucional" por lo que su posición era, lisa y llanamente para Malo de Molina "conservadora, enfrentada al progreso social".

Y concluyo con una alusión a lo que, mientras nada de esto pasa a primera página en la prensa, o como primera noticia en radio y televisión, en el asunto Bankia. Dejo a un lado la cuestión judicial, pero no la referencia a que en la política económica se siguió ignorando lo que los economistas venían diciendo nada menos que desde 1977, cuando, como consecuencia derivada de la crisis bancaria, se creó un ámbito, ahora vemos que disparatado, para unas instituciones de crédito que pasaban, además, a politizarse y a ampliar sus posibilidades frente a la opinión de los expertos. +

Ni a un solo economista se le ocurrió criticar el espléndido artículo de Jaime Terceiro sobre esa realidad, aparecido en Información Comercial Española, diciembre de 1995, y titulado Singularidades en el sistema financiero español. La situación de las Cajas de Ahorros. Todo, y para todos, hubiera sido diferente si de aquella opinión se hubiera derivado una acción de política económica.

Lo anterior confirma aquello que dijo Keynes en 1924, en una conferencia en Oxford, y que recogió después, en 1926 en el famoso ensayo The end of «laissez-faire», al referirse a que a los economistas correspondía señalar, a causa de la referencia a lo que Bentham señalaba como Agenda y No-Agenda, indicar la Agenda adecuada. Añadió que "la tarea para el político es idear formas de gobierno dentro de una democracia, pero capaces de cumplir la Agenda". Por eso, el economista denunciará si existe una tendencia hacia la No-Agenda, y el político ha de tenerlo en cuenta y saber reaccionar.

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