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Guía de supervivencia en gestión activa

Foto: Archivo

Con los resultados actuales, la gestión activa va camino de ser como el increíble hombre menguante. En nuestro país no se nota, porque todos los actores de la distribución y el asesoramiento (bancos, sociedades de valores, EAFIs) viven de las comisiones que les pagan las gestoras de fondos y esto limita el desarrollo de los productos indexados. Pero, como ya ocurre fuera de España, tarde o temprano los inversores serán conscientes de que les dan gato por liebre, es decir, que pagan por gestión activa y reciben gestión indexada.

El entramado también aguanta porque los mercados van "como motos" y cuando la gente gana no pregunta. Pero ni los mercados lo harán siempre tan bien ni vender por dos lo que se puede comprar por medio durará eternamente.

No siempre fue así. En la larga historia de los fondos de inversión pesa mucho más el periodo en el que la gestión activa aportaba valor. Y la cuestión es si volveremos a la situación anterior o la gestión activa puede darse por acabada. Porque no sería bueno. Un mercado en el que solo haya gestión pasiva puede ser muy peligroso.

Para solucionar los problemas hay que ir al origen y los males de la gestión activa son fruto de sus propios errores. Y de la complacencia.

El primer error que han cometido las grandes gestoras es olvidar que un buen gestor no es el que sigue ciegamente al consenso. Un gestor tiene que ser capaz de tener y tomar decisiones propias, de separarse ocasionalmente de la manada. Pero las entidades se hacen grandes, o las compran otras más grandes, y pasan a ser conglomerados dirigidos por ejecutivos de multinacionales que igual venden fondos de inversión que detergentes. Y lo que buscan es un producto estándar con un buen margen, lo que implica trabajar con gestores "mansos" que les hagan la vida fácil y manufacturen productos que no se salgan de la media. Esto tiene toda su lógica en la gestión pasiva o indexada, pero porque no hay gestores sino índices y los productos cuestan cuatro veces menos.

El siguiente error es la avaricia. Conseguido el objetivo de montar una cadena de montaje de productos estándar, lo siguiente es seguir cobrando como si el producto fuera Premium, es decir, como si batiera a los índices de forma consistente. Y nadie se va a quejar dentro de la omertá de productores y distribuidores, porque todos ganan con ese modelo. Todos menos uno: el cliente.

¿Dónde queda el consumidor, el inversor, en este escenario? La respuesta la tienen en aquella anécdota que se produjo en un congreso de gestores que se celebró junto al mar. El periodista paseaba por el puerto junto al organizador, que le iba mostrando los yates de los gestores "estrella". "Éste es de menganito, un gestor value; éste es de zutanito, el gestor del hedge fund tal..." y así varios. En un momento dado el periodista le preguntó: ¿Y dónde están los yates de los inversores? La respuesta se la pueden imaginar.

La gestión activa volverá a brillar cuando las grandes gestoras de fondos (las pequeñas ya lo hacen) piensen de nuevo en el cliente. En ofrecerle productos que batan a los índices, para lo cual tendrán que entender que este es un negocio de riesgo. Porque el que no arriesga no gana. Y los riesgos no los pueden tomar solo los partícipes.

Además, la complacencia y el cártel han hecho que el sector viva ajeno a las más básicas leyes del mercado. No puede costar lo mismo un producto malo que uno bueno. Y tiene que haber competencia. Sin competencia es imposible premiar al buen gestor. Tienen que bajar los costes. El yate, para quien se lo merezca.

También es necesario que quienes analizan productos y hacen recomendaciones sean independientes. Parece una perogrullada, pero no lo es. En España el 98% de las personas que emiten opiniones sobre fondos de inversión, y casi todos los que se dicen independientes, trabajan en empresas que cobran comisiones por vender fondos. En el pasado esto tuvo su justificación, ya que por aquel entonces la gente no estaba ni habituada ni preparada para pagar por el asesoramiento. Sin esas retrocesiones no habría sido posible el periodo transitorio. Pero ahora es inaceptable.

En el fondo, con la gestión de activos ocurre como con todos los negocios: empiezan bien, creados y dirigidos por gente que conoce el negocio y lo cuida, pero acaban en manos de conglomerados que poco tienen que ver con el espíritu fundacional. En mi opinión, la solución esta en volver a los orígenes. Costes razonables, profesionalización en las cúpulas y en las bases, premiar al gestor con criterio en lugar de al mediocre y, sobre todo, que en los objetivos se incluya la satisfacción del cliente.

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