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España y el panorama económico mundial

Foto: Getty.

A partir de la Revolución Industrial, el peso internacional de un país dejó de estar vinculado fundamentalmente al número de sus habitantes y a su capacidad de defender valores unificadores. En cambio, ahora el peso internacional está ligado fundamentalmente, en grado considerable a la potencia económica.

Cuando surgió la Revolución Industrial, España se desvió de ella. Recordemos los agobios de Jovellanos o de Flórez Estrada al percibirlo. Desde 1808 esa realidad de ser España algo sin peso internacional se contempló. Basta mencionar no ya lo sucedido en el Congreso de Viena (1813-1814), o en Cuba y Filipinas en el choque con los EEUU, o en la búsqueda continua de nuestro sector exterior de neutralidad ante los conflictos europeos, sean estos los de 1870, 1914 o 1939.

Pero desde los años 50 del siglo pasado todo comenzó a cambiar. Para comprender la magnitud del cambio, basta con señalar que el conjunto de nuestro PIB, estimado en pesetas de 1958, se había multiplicado en los cincuenta años que van de 1900 a 1950, por 1'83, y en cambio en el otro medio siglo que va de 1950 a 2000, se multiplica por 12'4. Esto supone lo que se observa en la obra de Maluquer de Motes España en la economía mundial. Series largas para la economía española (1850-2015), (Instituto de Estudios Económicos, 2016), donde con datos de Angus Maddison y Eurostat se señala que el PIB español era en 1913 el 4'62% del PIB del conjunto de la Europa Occidental, y en 2013, el 7'92%. El peso de la economía española ha crecido de modo clarísimo y eso se observa en la importancia creciente que acaba teniendo España en el orden internacional, y con eso no se puede reducir exclusivamente a planteamientos políticos; es preciso actuar en relación con la realidad económica internacional y desde luego, a la financiera. Y ello porque las amenazas financieras que pueden aparecer sobre nuestra economía, han aumentado de modo muy claro. Y conviene advertir que pueden incrementarse notablemente. Concretamente, por lo que se refiere a la zona euro en su conjunto -y España está en ella, Sonsoles Castillo, Santiago Fernández de Lis y María Martínez, en su trabajo Fragmentación financiera: ¿detención, reversión, o y pausa?, en el Anuario del Euro, 2016 (IEAF-FEF, Fundación ICO, 2017) señalan por qué se han reducido en alto grado los riesgos de ruptura del euro, que tanto alarmaban en el verano de 2012, pero añaden que aun "persisten elementos de vulnerabilidad en algunos sistemas bancarios y en algunos deudores soberanos".

Superar esto es importantísimo para España, que por eso tiene que actuar, con toda su fuerza para borrar la inexistencia, en dosis apreciables, de una política monetaria y financiera realmente única en esta concreta región económica y financiera que es la eurozona, y de la que mucho depende nuestra economía, así como su proyección hacia ámbitos mundiales. En este sentido España no puede dejar de tener en cuenta, y actuar, recordando unas frases de Per Jacobson, al que, por cierto, mucho debe España por su ayuda al Plan de Estabilización de 1959, quien, como director del Fondo Monetario Internacional las había pronunciado en la V Escuela de Verano del Banco Mundial, en la Christ Church, en julio de 1959: "Me gustaría decir que, desde un punto de vista político general, una división de los diversos países en grupos monetarios separados -el área del dólar por una parte,... por otra (hoy añadiría desde el área del euro al yuan y conjunto asiático)... que puede ser muy peligrosa. Las naciones que no se unen en los asuntos financieros, corren el riesgo de que la brecha existente entre ellas acabe por agravar la situación".

En este sentido, nos corresponde presionar y al mismo tiempo, dar ejemplo. No podemos, intentar crear una realidad económica española de espaldas a un momento que puede llegar a ser muy serio. Y debemos presionar en el ámbito internacional, porque en él, una y otra vez reina aquel ambiente -basta escuchar manifestaciones orales, no solo de Trump, sino de ingleses, franceses, flamencos, alemanes‑ y por cierto aquí, los disparates científicos de los titulados asesores económicos de Podemos que demuestran la oportunidad de recodar unos párrafos de esa obra grandiosa que es Kapital und Kapitalism del maestro de los economistas, que continúa siendo a pesar de haber muerto en 1914, un maestro indiscutible que hace viva continuamente a la Escuela Austriaca y que se encuentran en el capítulo I del libro IV, pág. 433 de la edición española: "A veces enormes consecuencias se derivan del hecho de que nosotros sentimos con menor intensidad todo lo que concierne al futuro, que pocos apenas vamos a conocer y, simplemente por eso, porque pertenece al futuro y, en proporción, no es su interés por él muy alto... ¡Cuántas tribus indias, en su loca ansiedad por disfrutar, han vendido a los "rostros pálidos", por unas cuantas barricas de aguardiente, las tierras de sus mayores y las reservas de sus medios de subsistencia!". Naturalmente, "la especulación a favor de los bienes presentes es creciente", y hay que agregar que eso es muy peligroso.

La vieja España desde el comienzo del siglo XIX, no tenía voz alguna en el ámbito internacional. ¿Pesaba, acaso, algo en la Sociedad de las Naciones la que defendiese aquel firmísimo intelectual que era Salvador de Madariaga? Pero ahora, lo que puede suponer esta España que acierta al establecer lazos con Japón en el oportunísimo viaje de nuestro monarca Felipe VI, que se vincula muy estrechamente con diversos países de la Unión Europea, que es una gran inversora en Iberoamérica, y que tiene conciencia de que, como expuso el profesor González-Seara, está roto en grandísima parte la cuestión de las viejas fronteras nacionales, aquellas que parecían proporcionar a la peseta. Aunque dependemos muchísimo de lo que sucede en el mundo, antes no podíamos pensar en influir en él.

Y es necesario, además, tener el apoyo de la sociedad española en ese sentido, porque ésta puede opinar de modo ajeno a esta necesidad, y esto corresponde a los economistas, quienes deben tener en cuenta aquello que escribió Keynes en su famosa Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero, y que traduzco adecuadamente -no lo está en ninguna de las ediciones en español existentes hasta ahora‑: "Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se suele exagerar mucho, comparado con la fuerza que tiene la incorporación gradual de las ideas. En realidad, no de una forma inmediata, sino después de cierto tiempo... tarde o temprano son las ideas, no los intereses creados, los que crean opiniones, tanto para el bien como para el mal". Y el bien económico para España precisa mucha insistencia en las ideas.

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