
No tengo la menor duda de que Esperanza Aguirre conociera la ayuda que prestaba la patronal madrileña CEIM al PP. No estamos hablando de un delito, ya que los hechos se produjeron antes de que se aprobase la última modificación de la ley orgánica de financiación de partidos. A lo que nos referimos es a una concepción muy discutible del poder.
A Arturo Fernández, presidente de CEIM cuando se produjeron los hechos, le gustaba decir que era "un botones ilustrado de Esperanza". Fue elegido en 2007, primero como presidente de la Cámara de Comercio y después de la patronal madrileña. Formaba parte de una operación diseñada por Aguirre para controlar a la patronal española, colocando también a Gerardo Díaz Ferrán al frente de CEOE. Gerardo y Arturo son cuñados y por aquel entonces mantenían una estrecha amistad con la lideresa. Los dos han sido condenados por delitos de corrupción.
Cuando en 2013 Fernández renovó su mandato frente a Hilario Alfaro, un conocido empresario que pidió el anonimato por miedo a represalias, declaró: "El contubernio actual de patronal y PP es repugnante". Pero había más: Lourdes Cavero, esposa de Ignacio González, apartado de la política por corrupción, pero que había llegado a ser el hombre de máxima confianza de Esperanza, fue colocada en CEIM con un nada despreciable sueldo. Por si alguien aún duda, tiene que escuchar lo que dice de todo ello Francisco Granados, en prisión por corrupción, y que en su día ocupó un puesto clave en el PP de Madrid.
No es que Aguirre haya metido la mano en la caja, ella es rica y no lo necesita. Simplemente ha sido la máxima responsable de lo ocurrido en "el partido de los empresarios". Este es el fondo de la cuestión que se va a intentar aclarar en la comisión de investigación que se acaba de crear en el Parlamento. Economía de amiguetes. Banco de favores. Trampas. Triquiñuelas que hicieron posibles las sinvengonzadas posteriores. Pero lo más desalentador es ver al conjunto de palmeros que la rodean, como sucedía con Cristina Fernández de Kirchner. Recuerda a la película de George Hickenlooper Corrupción en el poder (2010) que examina un sistema defectuoso, poco transparente y fácilmente corrompible.