
La Generalitat catalana parece dispuesta a desafiar hasta sus últimas consecuencias al Tribunal Constitucional en el caso de que inhabilite a Carles Puigdemont. Según me cuentan, los dirigentes de Junts pel Sí habrían firmado una carta ante notario en la que se declaran corresponsables de la convocatoria del próximo referéndum sobre la independencia de Cataluña.
El objetivo es forzar al Alto Tribunal a inhabilitar conjuntamente a todos los miembros del Gobierno catalán. Esto supondría que dirigentes como Oriol Junqueras o Raül Romeva compartirían su destino con Artur Mas, Francésc Homs, Jordi Pujol o Carma Forcadell. Es decir, se inhabilitaría a toda una generación de políticos, que darían paso a otra hornada de dirigentes, quienes probablemente a su vez volverían a convocar un nuevo referéndum independentista, lo que implicaría nuevas inhabilitaciones... Un bucle sin fin.
Una estrategia que recuerda a la película dirigida por Peter Weir con "El club de los poetas muertos" (1989), donde se hace un sublime canto al Carpe diem, a vivir el momento y a luchar por la consecución de los sueños. Oriol Junqueras sabe perfectamente que unir su suerte a los dirigentes del PDeCat, la antigua Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) es una apuesta muy arriesgada. Junqueras, como profesor de historia, sabe perfectamente que Artur Mas probablemente haya sido el peor político que haya tenido Cataluña en toda su historia. No solo ha fracturado a su pueblo, sino que además ha dejado sin expresión politica a una buena parte de la sociedad catalana; ha sido un político corrupto, en línea con la tradición más rancia de CiU; y está cortocircuitando una salida al conflicto que él creó por no ser capaz de enfrentarse a la gran crisis financiera de 2008.
Ni Oriol Junqueras, ni Raül Romeva pertenecen a la Cataluña pujolista y, por tanto, dejarse arrastrar por la estrategia envolvente diseñada por los antiguos convergente es una trampa para elefantes. Ambos pertenecen más al futuro que al pasado; son parte de la solución y no del problema. La gran pregunta es si tendrán el cuajo político que se necesita para decir aquello de "que cada palo aguante su vela".