
Los presupuestos extemporáneos del Estado, que se van a aprobar a mediados de año si no lo impide medio voto, son un fiel exponente de cómo el PP aplica el programa del PSOE con su oposición. Reflejan que el Gobierno es el mayor defensor de la socialdemocracia y que a su izquierda sólo está el Podemos de Pablo Iglesias, ni siquiera el de Errejón.
Más recaudación fiscal, más funcionarios y más subvenciones no son una política precisamente liberal, por más que Ciudadanos se haya querido situar desde su último congreso en esa franja ideológica, cuyos seguidores tradicionales en España cabían en un taxi y sobraban plazas.
Apoyan un presupuesto claramente de izquierdas que, sin embargo, no le gusta a la izquierda, que con tanta opa hostil a su ideario acaba por no saber dónde está. No hablamos de la extrema izquierda bolivariana, porque esa sabe perfectamente dónde está, que es en quedarse como estaba, porque en el extremo y en la bronca se sienten cómodos a falta de otras habilidades.
Son los Presupuestos que van a traer reducción del déficit porque el aumento de la recaudación se va a producir gracias a un crecimiento económico que va a superar las previsiones una vez más. A la economía española le sienta muy bien un gobierno en funciones y el año pasado, sin el aluvión de legislación que emana de las ociosas cabezas de nuestros próceres para solucionarnos la vida, ha venido como anillo al dedo y trae cola, aunque De Guindos cifre hasta en medio punto el efecto negativo sobre el PIB de la interinidad.
Es una forma de reivindicarse como otra cualquiera, aunque nadie pueda medirlo. De hecho, no tenemos presupuesto aún y el primer trimestre no ha bajado el ritmo de crecimiento, que se situará sobre el 0,7%, según anticipó el ministro. Visto así, no parece que el presupuesto sea imprescindible para que las empresas vendan y los ciudadanos consuman. Quizás pudiera considerarse más favorable la carencia del mismo.
Si el Gobierno tiene que seguir embridando las cuentas y quedar como muy social, dando más becas y más subvenciones al cine, no tiene más remedio que quitar dónde menos se note. Se va el Presidente del Gobierno a Barcelona a venderles la moto inversora mientras Montoro, sonrisa mediante, le pega un hachazo a las inversiones en Cataluña y en casi toda España, que le puede poner los pelos de punta a Puigdemont a pesar de su flequillo francés, que no iba a ser español.
Sólo en Canarias aumentan significativamente las inversiones, quizás sea por aquello del medio voto. Seguimos pues en la senda de incrementar el gasto en aquellas partidas menos discrecionales porque con esta política de izquierdas cada vez la capacidad de maniobra se va reduciendo y se da por hecho que el llamado gasto social es beneficioso siempre, por el mero hecho de ponerle ese apellido. El PSOE no recibe vientos favorables porque no sabe dónde va, Ciudadanos se entretiene quitando presidentes para mantener el dedo acusador que cree transformar en votos y el PP está intentando sacudirse la mala conciencia de los recortes y buscando medio voto.
Así, nadie tiene tiempo de pararse a resolver problemas tan importantes como el de las pensiones, que el presupuesto sortea autorizando un crédito especial para financiar su déficit sin tener que recurrir al fondo de reserva. Es decir, seguimos instalados en la deuda como si el Estado no debiera ya lo suficiente. Y como debe hasta de callarse, han optado por silenciar que iban a finiquitar el fondo de reserva y quedar como los grandes despilfarradores.
La solución de este maquillaje es mantener el fondo y endeudarse, bonita forma de pagar intereses sin necesidad. Tirar con la pólvora del Rey es lo que tiene, sobre todo porque su Majestad no se puede quejar, máxime cuando le han asignado 40.000 euritos más a su exiguo presupuesto.
El Estado aumenta el gasto en Sanidad y Educación, justo competencias que no ejerce en la mayor parte del territorio, pero que da para una bonita rueda de prensa. Mientras, se pospone alcanzar un acuerdo en financiación autonómica, única forma de que éstas mejoren los presupuestos aplicados a tan útiles fines si les queda algo tras los inmensos gastos inútiles que financian.
Es muy probable que tengamos presupuestos porque nadie quiere elecciones y así Rajoy encontrará al medio diputado, por supuesto, de izquierdas, al que no gustará un presupuesto hecho a su medida y que votará tras colar la enmienda del millón, o de los millones, que laven su conciencia. La economía española ni va a celebrar el presupuesto ni perderá mucho si no lo hay, porque este barullo político cada vez sitúa a la España oficial más lejos de la real.
Pero eso sí, un ministro cualquier día nos sorprenderá diciendo que gracias a su presupuesto, España creció no se sabe cuántas décimas más. "No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal" (proverbios 3:7). Y el mal es y será siempre el gasto excesivo.