Desconozco si Pedro Antonio Sánchez es culpable o inocente, si ha cometido los delitos que le imputan o son sólo errores o ni siquiera eso. Lo único que empieza a vislumbrarse a estas alturas es que la partida de póker que Ciudadanos inició pidiendo su cabeza está a punto de concluir. Y políticamente hablando, da la impresión de que son los de Rivera los que llevan ventaja.
El presidente de Murcia vendió su alma con tal de amarrar el sillón, se pegó el primer tiro en el pie cargándose de un plumazo la presunción de inocencia que consagra la Constitución, vital en una democracia, ratificando por escrito su compromiso de dejar el cargo si se veía imputado. Teniendo en cuenta que en esa comunidad las disputas políticas entre gobierno y oposición suelen acabar en los tribunales, fue tremendamente osado.
En cualquier caso, haciendo honor a su palabra, hace tiempo que tendría que haber dimitido. En sus propias carnes está pagando las consecuencias de su resistencia a hacerlo. Ahora, su partido, que le ha defendido a capa y espada durante semanas, le deja caer.
Sin querer hacer sangre, donde este lunes dijeron "digo", en Génova ya dicen "Diego". Mariano Rajoy no puede permitirse el lujo de perder un gobierno regional por salvar a uno de sus peones, por valioso que sea. Es más, no sería descabellado presuponer que la renuncia de Sánchez sea el óbolo que Ciudadanos ha exigido al PP para apoyar los presupuestos que Montoro lleva al Congreso.
Ha jugado fuerte Rivera, porque el precio de hacerse la foto con Podemos es muy alto. Pero en el póker es vital aguantar la presión y en la política manejar bien los tiempos. Lo que no debería olvidar el catalán es que el inquilino de la Moncloa siempre devuelve el golpe, en su camino yacen los cadáveres de sus adversarios. Rajoy puede perder una mano, pero la partida, aunque parezca a punto de concluir, no ha hecho más que empezar.
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