
El 28 de febrero de 1957 no puede pasar olvidado en la historia económica española. Ese día comenzó a alterarse a fondo el modelo de nuestra economía, que se había consolidado a partir de Cánovas del Castillo y sus decisiones, esencialmente desde 1875, que se acabó convirtiendo en algo que parecía tan esencial para España como el Guadarrama, o el carácter geográfico peninsular básico, o la lengua española o el componente social cristiano.
Culminó el modelo que coincidía con el propugnado en Europa por Manoilescu tras el fin de la I Guerra Mundial, que tenía raíces basadas en Federico List y en la observación de las políticas económicas que acabaron imperando en EEUU, en Alemania, en Francia y prácticamente en todo el continente europeo.
Aunque no sea más que para encajar en la historia de nuestra economía, el conjunto de la política económica que mereció el nombre de modelo castizo nació el 9 de enero de 1875, cuando se inició el primer Gobierno de Alfonso XII, presidido por Cánovas del Castillo, y concluía el 28 de febrero de 1957, bajo el mando de Francisco Franco.
¿Y qué había sucedido para iniciar ese viraje? Al lado de Carrero Blanco surge la figura de López Rodó, el cual ha relatado que por inspiración de Manuel de Torres, para alterar radicalmente la política económica e impedir realidades ministeriales enfrentadas, se creó la llamada Oficina de Coordinación y Programación Económica (Ocype).
Simultáneamente tenía lugar una reorientación del Banco de España, presidida por la designación de Juan Sardá como director de su Servicio de Estudios Económicos. Sardá, en esos momentos, pasaba a estar bastante influido por los mensajes derivados del Plan Rueff, el cual había conseguido sanear a la economía francesa.
El cambio era radical, pero, ¿a qué se debía algo tan ajeno a la que, como se ha señalado, era la política económica tradicional de España? A mi juicio existía un origen múltiple. Por un lado, el político. España, en 1953, había abandonado su tradicional neutralidad ante los conflictos europeos, que era la base de nuestra política exterior.
Los acuerdos con Norteamérica de 1953 marcaban un nuevo rumbo, que además eliminaba una angustia colosal: la derivada del déficit del sector exterior español, fruto del modelo castizo, pero que creaba un agobio colosal por no poder pagar importaciones precisas para la vida económica del país.
En este sentido destaca la dependencia de la economía global española respecto a las importaciones energéticas. Por ejemplo, señala el profesor Iranzo, hasta bien entrada la década de los cincuenta, el carbón y el petróleo, esenciales para un mínimo desarrollo "padecieron restricciones y desde 1944, y durante diez años hubo interrupciones del suministro eléctrico durante varias horas al día". Algunos serios problemas adicionales es preciso añadir, derivados de esa ampliación.
El profesor Muns muestra la vinculación de toda esta angustia y la solución posterior al descubrir, fruto de sus investigaciones en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, una conversación entre Foster Dulles y Franco.
El primero le insiste en la necesidad de efectuar una apertura en el mundo cerrado proteccionista, de política cambiaria múltiple, que existía entonces en España, y que parecía reforzada con planteamientos de industrialización, en algún grado inspirados en Antonio Robert, de búsqueda de industrialización, con lo que el modelo español pasaba a convertirse exactamente en el defendido por Manoilescu, muy seguido en multitud de países europeos.
Manoilecu daba la impresión, como señala Georgescu-Rooegen, de jugar el papel que Schumpeter concede a aquellos no expertos de una ciencia cualquiera que "ven aquello que expertos de esa ciencia no ven". Y esto creó la base de su proteccionismo industrial. Pero aparte de la dura crítica de Viner, reforzada por Haberler y traída a España, porque la compartía, por Perpiñá Grau, el profesor Torres, en el concreto caso de España, señaló que esa industrialización proteccionista, provocaba un fenómeno de autofagia.
Sencillamente, porque esa industria, en auge gracias a la protección, exigía, directa e indirectamente, suministros que quedaban en el ámbito nacional en vez de exportarse, con lo que, al intentar evitar un problema deficitario exterior, se aumentaba. Y España se encontraba entonces en esa realidad autofágica. Ensidesa, por ejemplo, al expansionarse, cortaba las posibilidades de exportar mineral de hierro, y de recibir, por ello, divisas.
Y dentro de este agobio hay que situar la importancia de esta noticia que se debe a Muns. Franco, ante la sugerencia del entonces poderoso Secretario de Estado norteamericano a favor de la apertura, replicó aludiendo a las consecuencias de un incremento del déficit exterior, por importaciones derivadas de la apertura. Foster Dulles le tranquilizó: "EEUU no dejará nunca sin ayuda a un aliado que colabora, además de con la política militar, con la política económica correcta para aumentar el bienestar conjunto del mundo occidental".
Otro complemento procedió del bloque de profesores de Economía recién graduados de la Sección de Economía. En ese ámbito no se concedía categoría científica al libro citado de Robert Un problema nacional, la industrialización necesaria, que defendía, junto con un largo prólogo de José María de Areilza, esa ampliación del modelo castizo. Desde textos que se manejaban, repásense los contenidos, hipercríticos del modelo castizo en las aportaciones que se publicaban en De Economia, en Anales de Economía, en Moneda y Crédito, en Revista de Economía Política, y a partir de enero de 1952, en el diario Arriba, que precisamente, se sabía que era la lectura matinal de Franco.
Pero a este ambiente se añadía una novedad. En el Instituto de Estudios Políticos, todo un equipo dirigido por Valentín Andrés Álvarez, elaboró, referida a 1954, la Tabla Input-Output de economía española, y también, para el mismo año y con evidentes vinculaciones con el equipo del Instituto de Estudios Políticos, Manuel Lagares, gracias a la Secretaría General Técnica del Ministerio de Hacienda, hizo aparecer la primera Contabilidad Nacional de España.
Gracias a ese manejo de magnitudes macroeconómicas, Manuel de Torres destrozó los planteamientos de Girón, de resolver los problemas sociales con incrementos de salarios. Añadamos algo más. Este ministro, ante las agitaciones obreras crecientes, consideró que lo adecuado era una política económica populista.
El 3 de mayo de 1956 consiguió Girón, que el Gobierno adoptase una subida general importante de salarios del 20 por ciento, completada con un fuerte incremento de sueldos en las Fuerzas Armadas. Manuel de Torres, al exhibir datos de la Contabilidad Nacional, probó que estas subidas, al enlazar con desempleos y con inflación, había disminuido la cuantía real de la percepción de rentas para las clases trabajadoras.
Todo eso es lo que comenzó a liquidarse con la decisión derivada de la toma de posesión de un nuevo Gobierno aquel 28 de febrero de 1957. El colosal avance que ha tenido la economía española desde entonces hasta ahora mismo se inició precisamente ese día. ¿No merece la pena el recordarlo?