
Vender bonos franceses y comprar alemanes; olvidarse de los títulos holandeses por los futuros italianos; salirse del franco suizo y entrar en la corona noruega o tal vez al contrario. Europa se adentra en un trimestre de mucha agitación política, con la amenaza de una ola de revueltas populistas que podrían arrasar el continente y las operaciones propuestas para sacarle partido son cada vez más extrañas.
En realidad, si pensamos en que la estabilidad de la eurozona está en peligro, solo hay una operación que tiene sentido: venderlo todo.
No vale la pena hacerse el listo. Si los partidos anti-euro ganan el poder o incluso se acercan en Holanda, Francia o Italia, no serán solo los bonos y los títulos de esas naciones concretas los que quedarán en entredicho sino el bloque monetario al completo. O se compra todo o se vende todo, pero no tiene ningún sentido pretender separar un país del otro.
A partir de este marzo los mercados europeos estarán dominados inevitablemente por las elecciones de los próximos tres meses.
El próximo 15 de marzo, Holanda celebra elecciones generales y el Partido de la Libertad, anti UE y anti inmigrantes que lidera Geert Wilders, podría quedar primero, aunque no logre la mayoría absoluta. Un mes y pico después, el 23 de abril, Francia vivirá la primera ronda de sus elecciones presidenciales. La candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, parece encaminada a liderar las urnas desde su plataforma proteccionista, que defiende salirse del euro y la única duda real es quién se enfrentará a ella en la segunda ronda dos semanas después. Actualmente, parece que será el independiente centrista Emmanuel Macron, aunque la carrera es tan caótica que cualquier cosa podría pasar.
¿Y después? Cada vez parece más probable que haya elecciones generales en Italia tras la caída del ex primer ministro Matteo Renzi y, por supuesto, Alemania también tendrá que ir a las urnas antes de que termine el año.
Y todo eso importa. Habitualmente, la política es solo ruido. Muy a menudo, que esté el centro izquierda o el centro derecha al mando importa tan poco como si hace sol o está nublado. Las empresas siguen a lo suyo y la economía a menudo va mejor que cuando hay un líder carismático al frente.
España pasó casi todo 2015 y 2016 sin un Gobierno real y la economía se recuperó bruscamente. Pero estas elecciones son distintas. Wilders y Le Pen prometen sacar a sus países de la moneda única y eso supondría un verdadero cambio para el rendimiento económico. Hay muchas ideas brillantes sobre cómo aprovecharlo. Los inversores se han escabullido de los mercados de bonos franceses hacia el equivalente alemán. Los rendimientos de los bonos franceses, italianos y españoles han subido mucho en las últimas semanas por la convicción de los agentes de que son los mercados de deuda que se verán más afectados por la amenaza de ruptura. A la vez, los rendimientos de la deuda alemana han retrocedido a mínimos históricos, presumiblemente por la opinión de que será un refugio seguro si la moneda única tiene problemas.
Hay más posibilidades. Los bonos italianos están en apuros. El franco suizo gana adeptos y también la corona noruega. No hay duda de que hay doctores súper inteligentes en algún fondo de cobertura con una estrategia para pedir prestado en yenes y vender volatilidad francesa a pequeña escala contra el ascenso de la corona sueca.
Pero un momento, qué disparate. Una cosa segura de la eurozona es que o todo va bien o se hunde en el mismo barco. No tiene ningún sentido querer beneficiarse de un país en detrimento de otro.
Pongamos el caso de Francia, ya que es donde se concentra ahora casi toda la venta. Sigue siendo improbable, pero no completamente imposible, que Le Pen gane la presidencia (los corredores admiten apuestas de 2 a 1 en su contra y parece acertado). Si consigue ganar y saca a Francia del euro, se acaba la partida para la moneda única. No sobrevivirá a la salida caótica de la segunda mayor economía de la zona.
En esas circunstancias, los bonos alemanes o los títulos austriacos o lo que sea no son ningún refugio. Todos se verán seriamente afectados. Dado que casi todas las deudas acabarán en Alemania, probablemente lo último que uno quiera tener es deuda de ese país.
Lo mismo ocurre en Holanda. Fue uno de los grandes países fundadores de la UE y miembro original del euro. Wilders quiere sacarlo de ambos. Si lo consigue, sería irreal pensar que los efectos solo vayan a sentirse en ese país. Toda la zona se sumergirá en una ruptura caótica y los mercados se hundirán al unísono.
Queda la posibilidad de que este trimestre se esfume sin grandes cambios. Wilders podría no acceder al poder en una coalición que pretende controlar Holanda y Le Pen se lamería las heridas mientras el presidente Macron se pone a dilucidar cómo resucitar la economía francesa con un programa endeble de más gasto en inversión financiado por recortes a los funcionarios. Si es así, el continente seguirá incrustado en un crecimiento estable aunque lento.
Si se produce una revuelta y los populistas suben al poder no serán los bonos franceses o italianos los perjudicados sino cada activo de la zona, desde la moneda hasta los títulos y bonos. O se compra todo o se vende todo, no hay término medio.