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Si se queda fuera, pronto desaparecerá

  • elEconomista lanzará a finales de marzo la revista Factoría 4.0

Para un país como España, que suele estar entre los 20 primeros lugares en casi todo tipo de ranking mundiales, la tecnología es una asignatura pendiente de primera magnitud. Estamos en el puesto 45 de la clasificación de naciones digitalizadas, según la presidenta de Siemens España, Rosa García, una de las grandes expertas en este sector.

Sorprende, además, que muchos ejecutivos a los que se pregunta por el tema responden que es simplemente una moda pasajera, como hubo otras en el pasado. Otros consideran que su empresa está ya digitalizada, simplemente porque tiene un par de páginas web, una para la comunicación corporativa y otra para la venta de productos. Por último, están los reacios, porque equiparan lo digital con la cultura de lo informal o de lo transgresor con los valores tradicionales.

Si usted está en alguno de los tres supuestos anteriores, está muy equivocado. La cultura digital ha llegado para quedarse. Sólo hay que echar un vistazo a las grandes multinacionales por capitalización para comprobar que firmas como Google, Apple, Facebook o Amazon han desplazado a petroleras, inmobiliarias o empresas industriales.

El planeta está inmerso en una nueva revolución industrial, que transformará desde el tipo de empleos demandados hasta la manera de relacionarse con los clientes. Las ventas por Internet registran crecimientos de dos dígitos después de consolidarse como una práctica habitual en nuestras vidas. La única incertidumbre es cómo será el mundo del futuro y qué vestigios quedarán del que ahora conocemos.

¿Por qué, entonces, las empresas españolas se resisten a subirse al carro de la tecnología? En primer lugar, por la falta de recursos: la digitalización es cara, muy cara, y encima no ofrece garantías, en el momento de realizar la inversión, de que sea productiva a corto plazo, ya que exige en paralelo un cambio radical de la organización del trabajo.

En la actualidad, suelen convivir los departamentos tradicionales con los digitales. Aún es corriente encontrarse con casos en que la petición de un producto se hace por Internet, pero luego debe ser confirmado mediante conversación telefónica o su recogida es en una oficina física. Ser digital requiere abandonar la estructura del trabajo por los departamentos habituales para unficarlos en un solo objetivo: satisfacer en el menor tiempo las demandas del cliente.

Y aquí vienen los problemas, hay jefaturas que desaparecen o deben ser integradas en otras y perfiles profesionales que quedan obsoletos y deben ser reemplazados de forma inmediata. Además, exige una organización mucho más exigente, con una planificación al detalle. Es comprensible el temor de muchas sociedades a emprender este camino a priori incierto, sobre todo si el negocio de toda la vida aún aguanta. La cuestión es por cuánto tiempo.

En elEconomista, atentos como siempre para anticipar las tendencias, dedicaremos todos los esfuerzos a informar y facilitar el camino de la digitalización. Este suplemento para conmemorar el undécimo aniversario está por ello dedicado a la transformación digital. En las próximas semanas verá la luz una publicación, la revista Factoría 4.0, que podrá recibir mediante suscripción o bajarla del kiosco digital. ¡No se duerma en los laureles! Si se queda fuera, desaparecerá.

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