
La inversión tecnológica, en robótica y automatización que muchas empresas están llevando a cabo, y que probablemente se incrementará de manera progresiva en los próximos ejercicios, tendrá efectos tanto beneficiosos como desfavorables.
La consecuencia positiva más importante de todo ello no es otra que el aumento de la productividad y, por tanto, de la competitividad que experimentarán aquellas empresas que se hayan robotizado de modo estratégico.
Y la negativa, evidentemente, está relacionada con el empleo que destruirá este proceso de robotización. Además del que ha destruido ya.
Otra consecuencia igualmente perjudicial está basada en que la robotización, y en general la transformación tecnológica y digital que en mayor o menor medida están sufriendo las empresas de casi todos los sectores, está provocando que los trabajadores (sobre todo, los menos cualificados) no tengan más remedio que adaptarse al actual entorno laboral, marcado por la precariedad y la moderación salarial.
Empleos "sin valor añadido"
Tanto en cuanto, cualquier "empleado de una empresa privada" que desempeñe funciones laborales susceptibles de ser ejecutadas por un robot, es plenamente consciente de su deficiente nivel de empleabilidad y del escaso poder que tiene para negociar las condiciones relativas a su paquete retributivo.
Porque, en la actualidad, un trabajador cuyo desempeño profesional no aporte un alto valor añadido a la empresa en la que presta sus servicios, únicamente puede aspirar a un trabajo precario y dotado de un bajo salario.
Robots más productivos
Aunque, refugiarse en un empleo de mala calidad tampoco garantizará la subsistencia laboral en un futuro muy cercano. Tanto es así, que es bastante probable que ni siquiera los "empleos low cost", es decir, los trabajos más precarios y con el menor nivel salarial, puedan competir con la robotización y la automatización.
Debido a que la precariedad laboral no es sinónimo de productividad ni de competitividad empresarial. Y, salvo excepciones archiconocidas, tampoco lo es adoptar una política retributiva tercermundista.
Por el contrario, la digitalización, automatización, robotización, etc., son procesos tecnológicos que incrementan la productividad y, por ende, la competitividad de las empresas que los implementan en sus estrategias de negocio. Todo en función de un rápido retorno de la inversión y una relevante reducción de costes laborales.
Por consiguiente, las empresas preferirán, en aras de ganar productividad y potenciar así su competitividad, utilizar robots antes que contratar a empleados que desarrollen trabajos precarios, aunque éstos estén asociados a unos salarios muy bajos.
Ante este panorama, multitud de empresas que no se hayan digitalizado, robotizado, automatizado o no tengan implantados los sistemas de tecnología adecuados no podrán competir, ni siquiera precarizando el empleo y reduciendo más aún los salarios de sus plantillas, con aquellas otras empresas que si hayan desarrollado tales procesos tecnológicos.
Los desempleados tecnológicos
Del mismo modo, los trabajadores precarios o low cost no tendrán otra opción que reciclarse, sobre todo a nivel tecnológico y digital, si desean contar en el corto y medio plazo con alguna mínima ventaja competitiva que les permita continuar laboralmente activos.
Y en el caso de ser despedidos, y convertirse así en "desempleados tecnológicos", tendrán igualmente que formarse digitalmente al objeto de tener posibilidades de reinsertarse en el mercado laboral. O reinventarse por completo, si pretenden iniciar la incierta aventura del emprendimiento.
La dictadura del downsizing
Una de las conclusiones que podemos extraer en relación a lo anteriormente expuesto es la relativa a que la revolución tecnológica está instaurando "la dictadura del downsizing" en las empresas. Ya que éstas tienen la posibilidad de ganar competitividad, incluso, contando con un menor número de empleados.
En este sentido, el emprendimiento se impondrá poco a poco y por obligación, tanto para gran parte de los desempleados tecnológicos como para muchos integrantes de las nuevas generaciones de buscadores de empleo.
No obstante, nuestro anticompetitivo sistema político económico, que ha convertido a España en un 'Estado del Bienestar de los políticos & Asociados', se quedará, vía impuestos, altas cotizaciones sociales y trabas de todo tipo, con la mayor parte del beneficio de las nuevas empresas o negocios creados.