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El eje Schulz-Macron impulsaría el euro

  • La eurozona puede tener el liderazgo más reformista de las últimas décadas
En la imagen Martin Schulz y Emmanuel Macron. Foto: Reuters.

Los británicos se van, los holandeses están a punto de irse haciendo aspavientos, los franceses podrían votar a una presidenta ferozmente nacionalista y los griegos e italianos hacen tiempo hasta que la crisis de la periferia de la eurozona estalle otra vez y se vuelva a derrumbar el castillo de naipes. Para muchos expertos del mercado, los mercados europeos de bonos y valores, después del Brexit y Trump, eran las siguientes víctimas posibles de una ola de alzamientos populistas.

Lo que nadie esperaba es que, llegado el otoño, la eurozona pudiese tener el liderazgo más reformista y pro UE de las últimas décadas. El centrista Emmanuel Macron se acerca cada vez más al poder en Francia, mientras el dirigente socialdemócrata Martin Schulz podría tener posibilidades de reemplazar a Angela Merkel en Alemania.

La alianza Schulz-Macron (llamémosla Schulzon) podría reimpulsar el euro y generar impulso para la unión fiscal, monetaria y económica auténtica en que deberá convertirse la moneda única si quiere tener posibilidades reales de triunfar. Tal vez no funcione a largo plazo, pero a corto propiciaría a los mercados europeos un verdadero empujón.

En el guion, 2017 está marcado como el año de las convulsiones políticas en toda Europa. Los holandeses estaban a punto de elegir a Geert Wilders, del Partido de la Libertad, mientras Marine Le Pen, del Frente Nacional, hacía campaña en Francia con un programa basado en recuperar el franco. En Italia, el populista Movimiento 5 Estrellas se aproxima cada vez más al poder y Alternativa por Alemania anti-euro incluso mejora en las encuestas.

A los mercados todavía les preocupa. El euro se ha liquidado por la tensión política y ha bajado hasta 1,06 dólares, mientras que el diferencial entre bonos franceses e italianos, y el bund alemán sólido como una roca y medida clave del riesgo de desintegración, empieza a ensancharse notablemente. Sin duda, el rendimiento de la deuda italiana a diez años se duplicó con creces el año pasado y ya ha vuelto a los niveles de 2015.

Está muy por debajo del nivel del 6% que alcanzó en el auge de la crisis de la eurozona, aunque va encaminado a subir otra vez. Pero ése no tiene por qué ser el desenlace. De hecho, un escenario alternativo es igual de plausible: que Europa consiga su liderazgo más pro-EU de las últimas décadas.

Empecemos con Francia. Con el republicano François Fillon hundiéndose cada vez más en un escándalo sobre las grandes sumas de dinero del estado que pagó a su mujer, el centrista Emmanuel Macron parece cada vez más propenso a llegar a la segunda vuelta de las votaciones a principios de mayo. La regla básica de la política francesa es muy sencilla: quien llegue a la segunda ronda contra Le Pen gana la presidencia. La líder del Frente Nacional cuenta con enormes apoyos entre sus bases, pero el 60% del electorado preferiría votar a un queso rancio antes que a ella. Macron parece una apuesta mejor cada semana que pasa.

Lo de Alemania es casi igual de dramático. Trasladar a Martin Schulz de Bruselas a Berlín ha propinado a los socialdemócratas de centro izquierda un tremendo impulso en las encuestas. En una de ellas, esta semana, su partido adelantaba a los demócrata-cristianos de Angela Merkel, y todas ellas anuncian importantes aumentos en los apoyos.

Si añadimos al Partido de la Izquierda y Los Verdes, en septiembre Schulz podría tener suficiente apoyo como para acabar por fin con el largo reinado de Merkel. Desde luego, como predijo esta columna a principios de año, con sus apoyos agotados Merkel podría optar por apartarse y dejar que otra persona liderase el partido de cara a las elecciones.

Si Schulz sube al poder, el eje Berlín-París, la relación más importante en la política europea, de repente habrá cambiado mucho. Habrá una oportunidad de acelerar la integración económica y ofrecer al euro una última oportunidad de triunfar. Mucho más que los líderes a quienes sustituirían, tanto Macron como Schulz son creyentes apasionados de la UE y están dispuestos a sacrificar la soberanía nacional para que la integración funcione.

A Merkel siempre se la ha retratado como una gran defensora de la UE y sobre el papel lo ha sido pero en la práctica no ha hecho demasiado al respecto. A Grecia se la permitió ir a la deriva, Italia siguió de capa caída, Francia gradualmente perdió competitividad y mientras tanto Alemania acumulaba unos excedentes comerciales cada vez mayores. Se bloquearon los avances hacia la unión bancaria. La unión fiscal se malogró. Merkel dejó que la eurozona se convirtiera en una economía zombi (haría lo suficiente para que no falleciese pero nada para resucitarla).

Entre ellos, Macron y Schulz estarían de acuerdo en una cosa. La eurozona, como sostuvo Macron en un discurso en Berlín el mes pasado, necesita cambiar radicalmente si quiere prosperar. Debe convertirse en una unión económica plenamente en funcionamiento. Para empezar, habría una unión bancaria con un único regulador y un mecanismo de rescate. Después, los mercados de deuda soberana se pondrían en común y se emitirían bonos comunes para la eurozona, respaldados por todos los Estados miembros.

Habría un Tesoro de la UE con poderes para subir impuestos, armonizar tasas y gastar dinero por todo el continente. Con el tiempo, las oficinas del gobierno redistribuirían la riqueza por la zona. Las devoluciones holandesas de impuestos se procesarían en Portugal y los coches alemanes se certificarían en Sicilia. En resumidas cuentas, Bruselas se parecería mucho más al gobierno federal de Washington.

Es cierto que tal vez suscite una oposición política intensa. A mucha gente no le gustará pero entre Macron y Schulz de presidente y canciller respectivamente sumarían la voluntad y el impulso para hacerlo realidad. El Schulzon podría estar condenado al fracaso a largo plazo, pero en el corto reforzaría la confianza y auparía los mercados de divisas, bonos y capital. Existen muchos riesgos políticos en Europa, pero por el momento podrían ser para bien, no para mal.

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