
Los grandes acontecimientos políticos, léase Bréxit o las recientes elecciones en EEUU, crean volatilidad en los mercados de divisas e inyectan incertidumbre en los negocios de exportación e importación de las empresas, que se encuentran con dificultades para prever sus márgenes. Y esta situación, con ser generalizada para todo tipo de empresas, afecta más si cabe a las pymes, que en estos años de crisis se han incorporado a los mercados exteriores y presentan además la debilidad de contar con equipos y estructuras muy aquilatadas y no siempre expertas en todas las facetas que entraña el comercio exterior, entre ellas todo lo concerniente a la gestión financiera.
Ante un factor tan impredecible como la divisa, que queda fuera del estricto control de los directores financieros, algunas empresas han adoptado soluciones poco ortodoxas, consistentes en optar por instrumentos de cobertura complejos y especulativos, como las llamadas opciones o acumuladores, en vez de decantarse por productos sencillos y transparentes, como pueden ser los seguros de tipo de cambio.
Mientras estos generan una certeza al 100% sobre el tipo de cambio al que se van a cerrar las operaciones en una fecha convenida, los otros no ofrecen previsibilidad y, además, en coyunturas de gran volatilidad, pueden acarrear cuantiosas pérdidas a las empresas que los contratan. A esto se añade la falta de transparencia en el precio de contratación de productos derivados, cuyo tipo de cambio resulta difícil de comparar respecto a la cotización del mercado y hace muy complicado tasar su competitividad.
Por informaciones publicadas en la prensa británica, se sabe de numerosos casos, en especial de pymes, en los que la contratación de estos productos derivados han causado grandes pérdidas, sobre todo a raíz de un evento extraordinario como el que supuso Brexit, que dinamitó todos los soportes de la libra y produjo su desplome hasta niveles históricos. Fue lo que les ocurrió a empresas como Best Foods o Sport Direct.
Pero incluso en España, a tenor de las informaciones provenientes del mercado, también hay pymes que se han visto obligadas a afrontar las consecuencias negativas de estos productos. Determinar la legalidad o ilegalidad de los mismos es asunto que compete a los reguladores del Mercado, en el caso de nuestro país el Banco de España y la CNMV, pero lo que parece claro es que el cliente deberá decidir el riesgo que puede permitirse, pues nos hallamos ante organizaciones cuyo objeto social no es, o no debería ser, la especulación financiera, sino la satisfacción de otra clase de productos o servicios.
El funcionamiento de estos productos derivados es distinto según las condiciones que cada uno establece, pero todos tienen algo en común: dependen de la fluctuación del mercado. Si con los seguros simples una empresa puede despreocuparse de su evolución, con este tipo de productos derivados siempre se tropieza con barreras y condicionantes.
En el caso de los acumuladores, por ejemplo, la compañía acepta comprar una cierta cantidad de moneda extranjera cada mes o cada semana sobre una banda determinada de precios de cotización referenciada al momento en que se contrata el producto. En el corto plazo, lo normal es que la empresa obtenga un mejor cambio del que conseguiría en el mercado al contado. Sin embargo, si los tipos de cambio salen de las bandas fijadas, como consecuencia de cualquier episodio volátil (como ocurrió con la libra con oportunidad del Brexit o la decisión del gobierno suizo de abandonar su paridad monetaria con el euro) se desencadenan pactos que obligan a la compañía a comprar mucha más divisa de la que necesita, o bien el producto se desactiva y deja sin cobertura a la empresa, obligándola a comprar a niveles poco atractivos del mercado en ese momento.
En términos prácticos, puede ocurrir que pymes que necesitan cambiar una determinada cantidad de moneda al año para cubrir sus necesidades de tesorería, se encuentren con que por razón del apalancamiento terminen siendo obligadas a comprar diez veces esa cantidad. Y es ahí donde se producen las pérdidas.
Por tanto, ante este tipo de prácticas, el único mensaje que se puede dar es "prudencia" para que las pymes se cuiden de contratar productos que no entiendan completamente y cuyos riesgos no sean perfectamente asimilados. Especular, cuando se trata de cubrirse del riesgo de divisa, nunca suele ser una buena opción. Más tarde o más temprano, se termina perdiendo, lo que aconsejaría decantarse por productos sencillos y transparentes que, como los seguros de tipo de cambio, sí proporcionan una previsión completa sobre los canjes futuros de moneda.