
Desde hace unos años para acá la mayoría de los catalanes sufrimos un "pressing por toda la cancha" de las instituciones, políticos y radio y televisión "pública" (esto es, al servicio de los independentistas), junto con los medios escritos supuestamente independientes, pero suficientemente "regados" con contratos de publicidad y subvenciones. Todo ello en aras del llamado Procés que para unos es la vía a la Tierra Prometida y para otros el camino a ninguna parte.
Son años de intenso proceso de educación de masas que me recuerda la adoctrinación franquista. Al Movimiento Nacional (aquel del más rancio españolismo, y éste de una casposa "reconstrucción nacional"). Y en este camino están ("presentes en nuestro afán e inasequibles al desaliento") desde una peculiar izquierda radical de patético heroísmo de pandereta, proclamando su más cuidadosa insumisión, a la derecha de la rancia burguesía catalanista, ayer autonomista y hoy sacando pecho (dentro de un orden, faltaría más), mientras progresan "sin prisa pero sin pausa" hacia su irrelevancia (resulta que Mas -Artur- ha resultado ser menos).
Todos ellos cuando desde sus gestos y supuestas gestas son llamados a los Tribunales denuncian la persecución inmisericorde de la que son objeto. Y acompañados por decenas de fieles se presentan en sede judicial en trasuntos del presidente Companys. Gran diferencia entre aquel que heroica y dignamente asumió su muerte tras una indigna persecución, y éstos que sobreactúan ante lo que es la normal función de la Justicia.
Es enternecedor, por lo grotesco, contemplar las rotundas declaraciones, gallardía de charanga, a la entrada y salida de los Juzgados. Ademán rotundo, manifestaciones de profunda bizarría. ¿Cómo pueden ser llevados a presencia judicial cuando se niegan a comparecer, ellos que son la esencia, el nervio de la Cataluña eterna? Sencillamente por igualdad ante la Ley: desde el chorizo de a pie al preboste de los Països Catalans.