
Cuando llevas un tiempo en este oficio del periodismo, desarrollas un sexto sentido para detectar a los personajes que van a dar juego apenas aparecen en la escena pública. Bien porque sabes que tienen firmes ideas y van a brindar rotundos y controvertidos titulares, bien porque se les ve muy verdes frente a la prensa y sabes que, a base de ingenuidad o de prepotencia, que de todo hay, acabarán más temprano que tarde metiendo la pata. Sospecho que, en esta legislatura, la nueva ministra de Sanidad será uno de esos personajes. Admito que un compañero ya me había aconsejado que no le perdiera la pista y no se equivocó.
Ayer, en catalán, en una entrevista en radio, Dolors Montserrat adelantó que los jubilados con más renta tal vez tengan que pagar más por los fármacos que reciben.
Montserrat decidió usar una lengua que sólo entienden en una comunidad autónoma para plantear una medida muy delicada, que afectaría a muchos más españoles. Lo hizo, para rematar la jugada, en un medio de comunicación, en respuesta a una pregunta, sin profundizar, como si lanzara un globo sonda. Tal vez sea eso lo que está haciendo, quizá solo sea una reflexión. Si es así, frente a una cuestión tan sensible como ésta, más hubiera valido que se lo hubiera reservado para consultarlo con la almohada.
A lo peor, la ministra sólo quiso hacer una concesión a lo políticamente correcto, aquello tan de boga en las asambleas callejeras de que paguen los ricos. Echémonos las manos a la cabeza, porque entonces esto no ha hecho más que empezar. Lo advertía, también ayer, Bank of America: el gran riesgo para España es que, para combatir al populismo, los partidos tradicionales han virado hacia sus posiciones.
No queda más remedio que cruzar los dedos, igual es solo ingenuidad.