De los doce minutos y 19 segundos de su mensaje de Nochebuena, el Rey dedicó más de seis a los problemas de los españoles. Alabó a los que han trabajado duro y a los que han hecho acopio de toda su fuerza interior para enfrentar las dificultades, a las familias que ayudan a los suyos y a los profesionales y funcionarios que sirven a los demás.
Don Felipe tampoco olvidó dar un toque de atención a los poderes públicos para que contribuyan a elevar el nivel de vida de los que más sacrificios han hecho, de los jóvenes y de los colectivos más vulnerables. El jefe del Estado habló, en definitiva, de los problemas reales de la gente. Pero, ¡oh, sorpresa!, al "partido de la gente" no le gustó su discurso.
Los portavoces de Podemos no tardaron en saltar a las redes sociales para criticarle por no arremeter contra Rajoy, las oligarquías o la casta. Y es que el Rey cometió el monumental error de tratar de ponerse en el lugar de todos los españoles, en vez de hacer suyo el discurso de los dirigentes de Podemos, que son los que, de verdad, representan a la gente.
Se equivocó profundamente al hablar de esperanzas, concordia y respeto, en vez de convertirse en altavoz de la división y la trifulca, ésa que tan buenos réditos políticos ha dado al "partido de la gente". Tanto, tanto preocupa a Podemos esa gente a la que dicen representar, que, desde hace semanas, mantienen abierta entre ellos una guerra sin cuartel por? ¿Por qué? A estas alturas, desconocemos qué diferencias hay entre las políticas que propone Iglesias para crear empleo y las que gustan a Errejón, entre las de uno y las del otro para acabar con esa pobreza que según ellos nos asuela, para cortar de raíz las desigualdades o acabar con las oligarquías corruptas que amenazan nuestra democracia?
A estas alturas, lo que sí sabemos del autoerigido como el "partido de la gente" es que lo único que de verdad les importa es el poder. En el discurso del Rey sí se trasluce un conocimiento y una preocupación real por los problemas de los españoles.
