
Pocas normas suscitan tanto debate como la reforma laboral de 2012. Aprobada en tiempos de mayoría absoluta del PP, observa ahora cómo gran parte del Congreso hace frente común para derogar, si no en su totalidad sí en gran parte, sus medidas.
Por un lado, PSOE, Unidos Podemos y los nacionalistas achacan a esta norma la precariedad y temporalidad de los nuevos empleos, mientras que el PP responde con la bajada de casi seis puntos en la tasa de desempleo desde su implantación. Al igual que sucede con las pensiones o la educación, la población, harta de normativas que cambian cada vez que lo hace el Gobierno, exige a sus políticos un gran pacto de Estado.
El primer escollo se encuentra en la contratación. Rafael Simancas, portavoz de Empleo del Grupo Socialista, opina que los contratos temporales son "un agujero por donde se cuela la precariedad y la explotación". Señala a la actual reforma laboral como la causante de la alta temporalidad, además de la creciente precariedad entre los trabajadores. Habrá quien opine que no falla en el fondo, pero donde es indudable que podría afinar algo más es en la forma. La existencia de una regulación coherente en esta materia es absolutamente necesaria, pero de ahí a generalizar que todos los contratos temporales tienen este fin es absolutamente irracional.
El establecimiento de indemnizaciones realmente disuasorias para quienes, de forma habitual, hagan un mal uso del contrato temporal podría tener el mismo efecto, sin resultar tan lesivo para quien de verdad da buen uso a contratación. Y es que legislar con el foco puesto en las grandes empresas puede conllevar un error fatal: olvidarse de quien realmente genera empleo en nuestro país.
Según el último informe elaborado por Cepyme, 7 de cada 10 empleos generados este año provienen de la pequeña y mediana empresa. Propuestas, por tanto, como la de priorizar los convenios sectoriales a los de empresa tiene el inconveniente de restar flexibilidad precisamente donde más se necesita, en aquellas empresas que cuentan con muy pocos trabajadores y con margen aún menor de maniobra.
Otro debate surge cuando se habla de la indemnización por despido. Por primera vez se escuchan voces a favor de la mochila austriaca, donde el trabajador a medida que desarrolla su antigüedad va ganando un derecho económico del que podrá disponer en el futuro, siempre que sea necesario. Esta medida tiene entre otras ventajas que, si no se dispone de ella con anterioridad, servirá de complemento a las pensiones, algo que será muy necesario en el futuro.
Por su parte, el empresario, al ir llenando mes a mes esta mochila, no tiene que dotar la totalidad de la indemnización en el mes de despido. Quizás la solución una vez más no se encuentre en un modelo u otro, sino en una inteligente combinación de los mismos. Turno para negociar.