
Sin duda es uno de los temas que marcan la actualidad de nuestro país aunque, en realidad, parte de una demanda ya antigua. La ministra de Empleo Fátima Bañez decidía poner encima de la mesa este lunes el debate del horario laboral en España y, no sólo eso, sino que mostraba su determinación a lograr un pacto social y empresarial que permita reducir las horas que, de media, trabajamos los empleados españoles.
Una noticia que muchos reciben con el mismo escepticismo que deseo. Y es que lejos quedan ya los tiempos en los que se aceptaba sin más eso de salir a las diez de la noche de trabajar, el no ver a nuestros hijos más que dormidos ya en su cama o las comidas de trabajo de 3 horas.
La conciliación laboral hace tiempo que ha dejado de ser una quimera para ser una demanda, una fuerte necesidad para los trabajadores españoles que, en eso, no se diferencian tanto de los vecinos europeos.
De hecho, el poder conciliar vida laboral y personal ya se posicionaba como la principal preocupación de los trabajadores españoles en el Barómetro Bienestar y Motivación de los empleados en Europa 2015, realizado por Edenred e Ipsos. Concretamente, el 48% de los directivos de nuestro país afirmaba en dicha encuesta que el tiempo dedicado al trabajo era su mayor insatisfacción en su faceta profesional y que, a la hora de pedir un nuevo trabajo, el 91% consideraba que la conciliación de la vida personal y laboral sería una de las condiciones más importantes que valoraría para un nuevo puesto.
Un panorama preocupante que, además, cobra fuerza si comparamos la situación de los trabajadores españoles con la de países vecinos como Italia, donde la jornada laboral acaba a las 18 horas (al igual que lo propuesto ahora en España) o más aún si la comparativa la hacemos con Alemania o Suecia, con jornadas laborales que finalizan, como media, no más tarde de las 17 horas.
Un horario, el nuestro -que el 70 por ciento de los españoles apoyaría que se redujera para así equipararnos a Europa- que tiene importantes consecuencias derivadas y no menos alarmantes. Por ejemplo, España es el 2º país en el ranking mundial en obesidad infantil, entre otras razones, por falta de tiempo en el hogar para preparar menús saludables.
Un preocupante dato al que podemos añadir otros como que, de acuerdo con un informe de Edenred, el 66% de los padres cree que no pasa suficiente tiempo con sus hijos o que el 22% de los niños españoles, como consecuencia de los horarios laborales de sus progenitores, pasa más de ocho horas diarias en la guardería, una estancia superior a la de una jornada laboral.
A esto hay que sumar que el tiempo que dormimos los españoles es una hora inferior que la media europea, con las innegables secuelas que esto tiene en nuestra salud.
¿La solución? No seré yo el que diga que la tiene pero sí, al menos, parece que todos sabemos por dónde habría que empezar. El tiempo medio de descanso que los trabajadores españoles destinan para comer es de 2 horas y media, frente a la hora que descansan los italianos.
Reducir este tiempo permitiría que la jornada laboral acabase antes y, con ello, que fuese más fácil tener tiempo libre para dedicar a familia, hobbies o, simplemente, descansar. Una medida que, junto a otras iniciativas empresariales como la retribución flexible a través de productos como tickets para restaurantes o para transporte, elevarían notablemente la calidad de la vida laboral de los españoles.
Beneficios que además redundarían en el propio trabajo de cada empleado. Así, un estudio de la escuela de negocios IESE Business School apunta que reducir la jornada laboral ofrecería un aumento del 19,2% en la productividad de los trabajadores españoles y, de acuerdo esta vez con datos de la consultora Roland Berger, permitiría reducir el absentismo laboral entre un 20 y un 30%.
Ventajas que, sin cuantificar, pocos cuestionan y que, de forma paralela, mejorarían la motivación del empleado y su satisfacción.
Empleados más productivos, satisfechos, motivados y con más tiempo para su familia, amigos o hobbies varios. Un escenario que podría pasar de anhelo a realidad. ¿Lo conseguiremos?