Firmas

España y sus ciudadanos 'mermelada de fresa'

  • "No hay que confundir igualdad de oportunidades con ser todos iguales"
¿Se está perdiendo la cultura del esfuerzo?

Pertenezco a una generación que dicen fue educada en la cultura del esfuerzo, del sacrificio, de la responsabilidad, del mérito y de la capacidad. Una generación que pensaba que para ganar un partido había que sudar la camiseta y que para llegar a ser algo en la vida había que estudiar mucho y/o trabajar tanto más.

No sé si será para tanto. Yo al menos lo viví así. Cosas de los chicos de la EGB. Tenías que echar horas para aprobar los exámenes, o machacarte los huesos en la fábrica si no tenías la suerte de haber podido estudiar. Todos queríamos ser algo en esta vida, y además queríamos tener aquellas cosas que se suponía debíamos tener: un buen coche, una enorme casa con jardín, una familia, poder salir de cena con los amigos, ir a esquiar, llevar un buen reloj, vestir bien...

Algunos lo conseguirían, otros, los más, no. Tampoco lo exigían. Tampoco se lo exigían a los demás. Sabían que la vida es así: tú debes forjarte tu destino, tú eres el único responsable de tus actos y de tus decisiones, tú eres el que debe sudar la camiseta, tu camiseta, para ganar el partido.

Cambio de los ciudadanos

Durante estos últimos años he asistido atónito a la expansión incontenible de unas generaciones de ciudadanos maleducados, quejicas, onanistas, egoístas, narcisistas, que lo tienen todo gracias al sacrificio de sus padres o abuelos, y que se muestran perezosos para todo aquello que implique esfuerzo personal, incapaces de agradecer los dones que han recibido, de darse cuenta de la suerte que han tenido naciendo en una sociedad libre, abierta, rica. Y hablo de ciudadanos que son desde niños de diez años hasta treintañeros.

Estas generaciones se han acostumbrado a la barra libre en todo, y encima la exigen como un derecho.

Barra libre para pasar de curso sin aprobar, gracias a leyes educativas que regalan los títulos como en las tómbolas, con la consiguiente pérdida de valor de los mismos, porque han confundido el derecho a la educación con el derecho a que todo el mundo tenga un título. Pues no. No hay que confundir igualdad de oportunidades con que todos seamos iguales.

El derecho a la educación debe facilitar que todo el mundo tenga acceso a ella, pero no que sea gratuita (si no pudieras pagarla, se te financiaría, y cuando consiguieras un trabajo, deberías devolver a la sociedad el préstamo que ésta te hizo) ni que te otorgue un título por tu cara bonita.

Educación regalada

Por eso hoy día puede uno encontrarse con gente con dos carreras y tres máster que no son sino papel mojado colgado de la pared. La educación, en muchos casos, se regala. Hasta en alguna que otra universidad, el doctorado cum laude viene de serie con el carné del partido.

¿Qué mensaje les está llegando a nuestros hijos, a aquellos que se esfuerzan día a día por aprender y aprobar sus exámenes, cuando ven que el sinvergüenza de turno que tienen al lado hace en clase lo que le viene en gana, no estudia, no trabaja, molesta, no respeta a sus compañeros ni al profesor... y sin embargo pasa de curso por imperativo legal? Leyes absurdas para amamantar sociedades pueriles, subdesarrolladas, infantilizadas.

Si el pipiolo o pipiola de turno no quiere estudiar, o no vale para estudiar, no pasa nada, el mundo laboral le está esperando, y no por ello será menos persona, ni perderá su inalienable dignidad humana. El problema es que algunos no estudian, pero tampoco quieren trabajar (o no pueden, en base a esas ilógicas leyes educativas y laborales que pretenden igualarnos a todos de forma irracional). Una gran parte tampoco querría aprender un oficio si no es cobrando como si fuera un profesional consagrado. Por si fuera poco, alguien acabó con la figura del aprendiz en los negocios. Craso error.

Muchas de estas personas no exigen tener un trabajo, no. Exigen que se les dé un trabajo con buen horario, de ocho a quince a ser posible, cobrando más de dos mil euros, y ascendiendo en el escalafón cada pocos años, ¡porque es su derecho!

No trabajes, no te esfuerces, no seas responsable de tu vida y de tus decisiones: para todo eso y más, está la Administración.

¡Que viva el ciudadano 'mermelada de fresa'!

Bien, pues no, su derecho es a trabajar, pero no es obligación de nadie darle trabajo. No debe ser obligación ni del Estado (porque entonces me robará dinero a mí para dárselo a él) ni del empresario (que ofrecerá el trabajo que considere oportuno, en las condiciones que estime convenientes para su negocio, y a aquel que no lo quiera, nadie le obliga a cogerlo, y si tan mal le parece ¿por qué en lugar de quejarse tanto, no monta él mismo una empresa?). Y cuando haya demostrado su valía, entonces hablaremos de mejorar sus condiciones salariales: tanto produces, tanto vales. Ley de mercado. ¿O cree este prototipo de individuo que a todos los futbolistas les pagan como a CR7? ¡Ah! Que no. Pues dado que es una situación que se ve lógica en el mundo del fútbol, un deporte que no deja de ser otro negocio más: una empresa, será entonces aplicable al resto de negocios. ¿O no? Produce como Cristiano y cobrarás como Cristiano.

Creo que en los hogares y colegios deberían enseñarse dos asignaturas clave: por un lado, ética y valores, y por otro, educación financiera.

Ética y valores no desde un punto de vista religioso (de ninguna religión, ninguna), ni tampoco desde un acercamiento como el actual, pleno de ideología para la manipulación de las mentes y la ingeniería social (buenismo, igualitarismo, ...ismo, ...ismo, ...ismo), sino desde la Ética que nos legaron los padres de la civilización occidental, y si alguien no sabe de quiénes hablo, que empiece por algo más sencillo y cercano, como Savater y su Ética para Amador.

Hay muchos valores que hoy damos por perdidos: honradez, honestidad, lealtad, sinceridad, etc. mientras se nos llena la boca con otras palabras de significado tergiversado por la maldición de lo políticamente correcto: solidaridad e igualdad se hallan entre los casos más flagrantes.

Sin olvidar algo que ya sabemos: ser libre es ser responsable. Así que actúa desde la responsabilidad de tu libertad.

Respecto a la educación financiera, y partiendo de la base de la libertad y la responsabilidad, debería enseñarse a las personas a ganar, emplear y hacer crecer su dinero. No podemos seguir manteniendo, bajo la falsa aureola de ser solidarios y buena gente, que de las decisiones financieras que otros tomaron libremente, nos hagan ahora responsables a todos.

Se da por ejemplo el caso de que muchas personas han perdido su vivienda por una combinación desgraciada de factores. Bien, desde un punto de vista ético, se les debe ayudar, pero, cuando su situación mejore, deberían devolver esa ayuda recibida. Sin embargo, ¿debe ayudarse a quien en uso de su libertad, dependiendo de un empleo precario, se endeudó y endeudó por encima de sus posibilidades y adquirió un coche nuevo de alta gama y un ático de trescientos mil euros a pagar en treinta años? Pues sinceramente digo que no. Y casos como este, los hay a millares: gente que fue libre para endeudarse de forma irracional, que responsabiliza a gobiernos o bancos o inmobiliarias, y ahora quiere que los demás asumamos su responsabilidad y su deuda. Repito: su deuda, en su libertad, su responsabilidad.

Si vemos mal socializar las pérdidas de empresas públicas o de bancos, ¿por qué habríamos de ver bien que se socialicen las deudas personales o familiares?

En Barcelona, o en Aragón, se imponen leyes para dotar de vivienda a aquellos que no la tienen, y para ello se acude incluso a un acto absolutamente aberrante, inconstitucional, plenamente inconstitucional, como es la cuasi expropiación o enajenación de las viviendas a determinados propietarios, a los que se les obliga a ponerlas a disposición de la administración para el alquiler social. Me da igual que ese propietario sea un banco, una inmobiliaria, una constructora, su vecino del quinto, su tía abuela o la marquesa de Chinchón. Siempre será un asalto a mano armada, un atraco, un robo que conculca el derecho a la propiedad privada. El colectivismo galopante se asoma al balcón de cada institución pública.

Pero lo que es más grave si cabe, lo en mayor grado preocupante, es que, como en la educación, en todos los ámbitos se está enviando al ciudadano el mensaje de que todo es gratis total y lo pagan otros.

En España siempre han existido colectivos e individuos falsamente marginados que han vivido del cuento minoritario, victimista o solidario y saltándose toda norma o ley se han aprovechado de la sociedad sin ofrecer nada a cambio. Hoy día, esos casos antes aislados se han multiplicado por cien, y se está generalizando el modelo a todo grupo o individuo cuya forma de vida pueda semejarse a la de la vil garrapata. De forma inconcebible, la sociedad llega a concederles más derechos a éstos, que a aquellos que cumplen con sus deberes. No tenemnos más que tomar como ejemplo a los okupas, hoy santificados en muchos ayuntamientos. Porque para colmo de males, en este país está cada vez mejor visto socialmente, cosas de la political correctness, defender a todo este tipo de 'pobres' sanguijuelas.

No deja de ser una extensión de la colectivista cultura de la mediocridad: no trabajes, no te esfuerces, no hagas nada, que tu derecho es que los 'ricos', los empresarios, los autónomos, los buenos trabajadores, los idiotas que sí se esfuerzan, los imbéciles que sí trabajan, los tontos que sí cumplen las leyes, los ingenuos que sí pagan sus impuestos, los educados financieramente que sí ahorran negándose el capricho instantáneo e invierten asumiendo sus riesgos, los responsables que sí crean progreso y riqueza... esos, esos están ahí para mantenerte a ti, para pagarte a ti tu agua, tu luz, tu piso, tu móvil de última generación, tu coche, tus vacaciones y todo lo que se te antoje, porque ¿sabes? En la España de la socialdemocracia precomunista ¡Tú tienes derecho, tú eres un ciudadano 'mermelada de fresa'!

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