
La transgénesis consiste en pegar en un organismo bloques de ADN provenientes de otro. Nunca he entendido qué había de malo en ello, y con más razón después de leer a notables científicos las bondades que para la alimentación traen consigo estos productos vegetales.
Sin embargo, sobre todo en Europa, los transgénicos han sido tratados en ocasiones como si fueran venenos. Por suerte, esta especie de corrección política aplicada a la agricultura ha sido ignorada en la mayor parte del mundo, pero esta tecnología está, según dicen, a punto de caer en la obsolescencia. ¿Y qué viene ahora?
Según el bioquímico J. M. Mulet la novedad se llama CRISP/Cas9, que, al parecer, está llamada a revolucionar el mundo en un futuro cercano. ¿Cómo? Permitirá hacer cambios y correcciones en el ADN de cualquier organismo sin tener que incorporar ningún ADN exterior y al no incorporarlo se salvan los inconvenientes legales que los transgénicos tienen.
En el origen de estos descubrimientos está un científico español llamado Francisco Martínez Mojica, que trabaja en la Universidad de Alicante. Descubrió la secuencia bacteriana que está detrás del CRISP/Cas9 trabajando en unas bacterias tolerantes a la sal que encontró en las salinas de Santa Pola. Aunque Mójica ha estado este año preseleccionado para el Nobel, Mulet se malicia que su colega de la Universidad de Alicante será ninguneado, cosa que no le ocurrió a Fleming, quien ha sido hasta la fecha el científico más elogiado de la Historia.
Sin salir de España, Fleming disfruta de estatuas en su honor, que van desde los toreros en Las Ventas hasta las prostitutas de la calle de las Cortes de Bilbao. Sin embargo, aunque los trabajos de Fleming están en el origen de la penicilina, ésta no hubiera salvado la primera vida (que fue la de Anne Miller en 1942) si no hubiera sido por la tenacidad de los investigadores Florey, Chain y Heatley. Los dos primeros compartieron el Nobel con Fleming, pero Heatley se quedó sin el premio.