Firmas

Una reflexión sobre Cataluña

  • El 'Catalexit' sería desastroso para Cataluña como el 'Brexit' para Europa

Una vez más se ha puesto en acción un empeño de escindir Cataluña de España, a pesar de haber sido algo estrechamente vinculado con la nación española desde que ésta nació en 1492, gracias a la acción de los Reyes Católicos, y dentro de una realidad nueva, que superaba la feudal que se abandonaba. Todo lo catalán se convirtió en algo muy español.

No en balde es la tierra de Ausías March y de Eugenio d'Ors, de Santiago Rusiñol y de Estanislao Figuerola. Pero, además, al llegar el siglo XIX y estallar en el mundo la Revolución Industrial se produjo un traslado de esta nueva realidad a España, tras un intento fracasado en Andalucía, y otro de cierta importancia en Asturias, con una importante consolidación en el País Vasco, gracias al papel que tuvo la exportación de mineral de hierro, y en Cataluña, en relación con la industria textil para el mercado interior.

Que esto tenía peso específico grande en la vida política española lo tenemos claramente marcado en un viaje de Cambó que merece recordarse. Al concluir la I Guerra Mundial, Santiago Alba decide que se recomponga la realidad hacendística española con una mayor carga impositiva, centrada en las industrias que habían obtenido grandes beneficios derivados de la neutralidad española durante esa contienda. La reacción contra esas medidas fue muy viva.

Está ligada a una actuación casi revolucionaria de negarse a pagar, de lo que pasó a denominarse, precisamente en Cataluña, el estancament de caixes. Pero era necesaria una solución política. Y eso es lo que Cambó buscó en un famoso viaje de vinculación política y económica. Como representante de los intereses catalanes, se reunió en el País Vasco con Sota.

Éste era una cabeza fundamental del mundo empresarial vasco, con multitud de proyecciones industriales, mineras, de transportes marítimos, de tipo financiero, pero además, de peso importante en el que se había convertido en heredero de la Comunión Tradicionalista, el PNV. Por cierto que por el deseo de vincular el pasado vascongado con el mundo empresarial de la Revolución Industrial, se había puesto en marcha, por entonces, la Universidad Comercial de Deusto, en el seno de la Compañía de Jesús.

Pero no terminó ahí el viaje de Cambó. A continuación se trasladó a Cantabria. Allí se encontraba una personalidad singular. Tenía el segundo marqués de Comillas una altísima vinculación con la Iglesia Católica, sobre todo con la Compañía de Jesús. Era la cabeza de la Compañía Transatlántica, pero también de parte de la minería del carbón en Asturias. Su influencia sobre Alfonso XIII se comentaba una y otra vez. Una vez llegados Cambó y López Bru (las raíces catalanas de éste en el aspecto industrial son bien conocidas)‑a un acuerdo, el primero se trasladó a Asturias.

Allí había nacido un partido nuevo vinculado al mensaje krausista, enraizado en la Universidad de Oviedo, y que mantenía enlaces con personalidades tanto del mundo empresarial, como del sindical, relacionados de uno u otro modo, con la minería del carbón, que había sido tan altamente beneficiada por la Guerra Mundial, que resultó obligada una acción intervencionista del Estado. Esta realidad nueva era el Partido Reformista, que dirigía Melquiades Álvarez, y con él se reunió también Cambó.

Una vez logrado el acuerdo Cambó-Sota-marqués de Comillas-Álvarez, Cambó se dirigió a Madrid. El enemigo político de Alba era Maura. El enlace con este famoso político culminó el viaje, y a partir de ahí, la legislación sobre economía pasó a tener un continuo enlace con los deseos de Cataluña.

Fue el momento en que Cambó abandonó aquel famoso grito de "¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña!". Convertido en ministro y tras el golpe recibido con la quiebra de una institución de crédito rival del Banco de España, el Banco de Barcelona, antes de la conversión del primero en Banco Central con Echegaray, pasó a lograr dos cosas para paliar los efectos de la crisis, agudizada en Cataluña por el auge del anarquista y terrorista Sindicato Único.

Los logros fueron, por un lado, una Ley Arancelaria que generaba una altísima protección para la industria catalana, con una añadida ayuda administrativa, que desveló Valentín Andrés Álvarez en un trabajo que, sobre los saldos de nuestro comercio exterior, publicó en Moneda y Crédito en 1943, en el artículo Historia y tráfico de los valores de nuestra balanza de comercio, ampliado en Las balanzas estadísticas de nuestro comercio exterior, en Revista de Economía Política, enero-marzo, 1945.

Por otro lado, con un choque violentísimo con el economista, maurista entonces, Flores de Lemus, y el apoyo doctrinal de Bernis, puso en marcha Cambó una ley de ordenación bancaria, con un complemento, debido a un correligionario situado en el Ministerio de Guerra y Justicia, que convirtió la quiebra del Banco de Barcelona en una simple suspensión de pagos, con gran escándalo por cierto, de Indalecio Prieto como se leía en sus columnas en el periódico El Liberal de Bilbao.

Todo eso está en la base de una corriente de renta del mercado español muy favorable para Cataluña. Por mucho que se intentó, en trabajos iniciados en el Servicio de Estudios del Banco Urquijo por el profesor Trías Fargas, deshacer esa convicción, análisis posteriores, como los de profesor Uriel, demostraron que no era Cataluña la que había financiado al resto de España, sino al contrario.

Pero esa convicción de que el resto de España vivía, en gran parte, a costa de Cataluña, se unió a un renacimiento del separatismo catalán, cuya inicial manifestación estuvo ligada al reinado de Felipe IV y la separación de Portugal. En ese sentido, para los que consideran que la separación sería una bienaventuranza para Cataluña, conviene indagar en relación con esta pregunta: ¿y le fue bien a la economía portuguesa separarse de España?

Portugal, a pesar de reunir todas las condiciones expuestas por David Ricardo para avanzar desde el siglo XIX en adelante, perdió a partir de Felipe IV aquella ventaja que tenía al poseer en su seno uno de los vértices del triángulo preciso, en el siglo XVI, para avanzar en la economía. El triángulo era el de Sevilla, Lisboa y Amberes. Salida de ese gran mercado e incluso del que formaba el conjunto de la Península, Portugal ha progresado, históricamente, por debajo de España.

Esto no quiere decir que España no haya sufrido, en la economía, esta escisión. El mensaje de la necesidad, siempre, de un mercado cada vez mayor, expuesto por Allyn Young en el artículo Increasing returns and economic progress, publicado en 1928 en The Economic Journal debería, por eso, ser releído en Cataluña, para el caso de intentar abandonar, no solo a España, sino, automáticamente, a la Europa de los 27. Y vuelvo atrás. Portugal, al lograr en 1985, junto con España, entrar en el ámbito comunitario, ha creado una nueva Unión Económica Ibérica que acabará siendo positiva.

Pero los separatistas catalanes ¿han tenido en cuenta lo que significaría su aislamiento, no ya del resto de España, sino del conjunto de Europa? El Catalexit sería atroz para Cataluña, como el Brexit es dañoso para Europa, y causaría, además, un daño claro para España.

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