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La caída de los dioses

El caso Soria es una muestra palmaria de la insensibilidad de los políticos y de cómo sus egos personales y las luchas internas prevalecen en muchas ocasiones sobre el interés general. En elEconomista vivimos muy de cerca la caída del extitular de Industria. Teníamos concertada una entrevista con él para que explicara por qué salía en los Papeles de Panamá como administrador de la sociedad UK Lines, domiciliada en Bahamas en 1992, tres años antes de que accediera a la Alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria.

Pero en ese momento se conoció que fue miembro de otra sociedad, con sede social en Jersey, otro paraíso, desde 1993 hasta 2002, ya como político en activo. ¿Por qué mintió a la opinión pública? El exministro aseguraba que no la recordaba, que era una empresa familiar constituida hace más de veinte años y sólo después de consultar a sus antiguos abogados se percató de que había cometido un error imperdonable, que pagó con su cargo. Así se lo explicó a Mariano Rajoy, que debía de estar igual de perplejo que los demás.

Soria se precipitó en sus desmentidos porque se sentía víctima de una de las conocidas conspiraciones emprendidas por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Un experto en rescatar del fondo de los mares expedientes sobre sus enemigos, como ocurrió con el exvicepresidente y ministro de Economía, Rodrigo Rato.

Creyó que Montoro, vinculado al círculo de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, frente a la que Soria se postulaba para ser vicepresidente, se había equivocado con una historia sin sentido. Por eso desobedeció a sus asesores, que le aconsejaron prudencia y que comprobara todos los datos antes de pronunciarse en público.

Conocido en el PP como ?el Rajoy de Canarias?, por la estrecha amistad que mantiene con éste y con su padre (residente en el archipiélago), el presidente no exigió su cese en un primer momento, según el exministro. Aseguraba que la víspera de su comparecencia en el Parlamento decidió renunciar al cargo para no perjudicar al Partido Popular y al propio presidente, inmerso en interminables citas electorales.

Al parecer, cuando acudió al Palacio de la Moncloa a presentar su dimisión irrevocable (aquí las versiones difieren, algunos aseguran que fue instada por Rajoy), Soria aprovechó para dejar caer que quería aspirar a la vacante en el Banco Mundial. Rajoy lo aceptó, sin entrar en mucho detalle, porque la ocasión no lo merecía.

Unos meses antes, el secretario de Estado, Alberto Nadal, le había pedido también su cese para marcharse como director ejecutivo del Banco Mundial. Nadal, autor de la reforma energética que acabó con los déficit de las eléctricas, intentaba anticiparse al final de la legislatura con un puesto fuera de España junto a su esposa, también alto funcionario del Estado, para cubrir los dos años de desconexión, antes de su vuelta al sector privado.

A finales de junio, antes de que se supiera nada del tema de los paraísos fiscales del exministro de Industria, su secretario de Estado aún no había obtenido una respuesta oficial de Economía. Sin duda se trataba de un puesto goloso, que ambicionaban varios en las Administración.

Con el camino despejado, Soria comenzó a andar la senda que le conduciría a la institución multilateral antes de renunciar a su carrera. El titular de Economía se decantó por su amigo cuando conoció su metedura de pata.

Para Soria, era la recompensa a sus años de esfuerzo y dedicación al servicio público. Jamás fue imputado, estaba limpio. Pero el momento elegido y la manera de comunicarlo fueron desgraciadísimas. De nuevo, el compadreo político se sobrepone a la dura realidad cotidiana de millones de españoles.

Había prisas por comunicar el nombramiento, ya que el plazo alargado (en realidad debería haber vencido en marzo) concluía en la primera semana de septiembre. Pero fue innecesario darlo a conocer cinco minutos después de que Rajoy perdiera la segunda votación de investidura y en vísperas de un fin de semana. El anuncio con nocturnidad y alevosía desconcertó a la oposición y a la prensa e indignó a la opinión pública.

Rajoy ponía, entretanto, rumbo a Pekín para participar en la cumbre del G-20. Nada más bajar de la escalerilla del avión se encontró el pastel envenenado y con una prensa enfurecida que exigía explicaciones. Y eso fue lo primero que hizo, hablar con Guindos.

El ministro le reiteró que la decisión había sido tomada por una comisión independiente, atendiendo a cuestiones técnicas y a su currículum profesional, y le recordó que el exministro fue víctima de su desmemoria, que no estaba imputado ni tenía visos de estarlo. El presidente quedó convencido y ambos defendieron el mismo mensaje ante unos perplejos periodistas, que no estaban dispuestos a tragarse la versión oficial.

Pronto se vio que las cosas no eran tan sencillas ni tan simples como parecían. Soria no tenía una amplia trayectoria profesional en la Administración, como la institución multilateral exigía para el puesto. Sólo había ejercido cinco años como funcionario, tras sacar la oposición de Técnico Comercial del Estado. En 1995 emprendió una carrera política como alcalde de Las Palmas durante ocho años, que le llevó a presidir el Cabildo (2003-2007), ejercer de vicepresidente y consejero de Economía de Canarias (2007-2011) y al Ministerio de Industria (2011-2016).

La citada comisión independiente tampoco existía como tal. Tuvo que ser añadida en el último momento en la página oficial del Ministerio de Economía y estaba integrada por altos cargos, cuya independencia respecto del Gobierno es muy dudosa. Los barones del PP, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, o el de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, entro otros populares destacados, se desmarcaron de la decisión de Guindos. El fuego amigo apuntaba ahora a la cabeza del ministro de Economía, uno de los pocos que había permanecido indemne ante la opinión pública, debido su papel decisivo en el rescate de la banca.

Guindos, consciente del incendio provocado y acuciado para comparecer en una sesión extraordinaria en el Congreso, recurrió a los amigos de Soria para que le convencieran de que renunciara. Pero éste se negó una y mil veces, como Judas. Tuvo que ser Rajoy quien corrió a apagar las llamas que amenazaban con alcanzar a todo el edificio popular, ante la proximidad de las elecciones gallegas y la amenaza del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, de romper con el PP.

Soria renunció a su flamante cargo en Was-hington de 270.000 euros anuales, pensión vitalicia, casa pagada y coche oficial, antes siquiera de estrenarlo, a petición de su amigo el presidente.

Soria se quemó definitivamente, aunque su caso deja muchos rescoldos por apagar. Guindos queda tocado en su carrera a la vicepresidencia económica (en el hipotético caso de que el PP gobierne) en favor de Montoro. Se habla incluso del eterno aspirante, el ministro de Exteriores José Manuel García Margallo, o del presidente de la Oficina Económica, Álvaro Nadal. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría sale fortalecida por el derrumbe, uno tras otro, de los miembros del Gabinete críticos con su gestión.

El presidente pierde el crédito imprescindible para convencer a Pedro Sánchez, que rápidamente aprovechó para cargarse de razones ante su reiterado no al Gobierno de Rajoy. El líder socialista es también víctima del síndrome de aislamiento que provoca el encumbramiento político. Sánchez, necesitado de demostrar su poderío ante los barones socialistas, se empecina en una postura que socava los cimientos del PSOE.

Rajoy tampoco está dispuesto a apearse del machito por nada del mundo. Ni la corrupción, ni errores como el de Soria hacen mella en el líder popular. ¿Creen que habría acabado con Soria si no estuviera en juego la derrota en Galicia y las nefastas consecuencias que ello acarrearía para sus legítimas aspiraciones a una nueva investidura?

Culpamos de la parálisis política al sistema electoral, pero la raíz del problema está en la confección de las listas en las formaciones políticas y la imposibilidad de destituir a sus líderes por la vía rápida cuando meten gravemente la pata. La falta de democracia interna es alarmante. Zapatero destruyó la economía española sin que nadie le rechistara y Pedro Sánchez va camino de reducir la presencia del PSOE a su feudo andaluz, a la par que remata el rebote económico.

Su estilo desprende el aroma caciquil propio de políticos pasados, como Carlos Fabra, que colocó su efigie en el aeropuerto de Castellón tras esquilmar a los demás en su beneficio. Sánchez y Soria quisieron esculpir su nombre para la historia como los presidentes del Monte Rushmore, pero en su lugar protagonizan La Caída de los Dioses, como en el film de Luchino Visconti.

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Comentarios 7

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Langosta
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Bravo por la disertación. No se pierdan esta noche en la sexta, Rivera va a largar de Soria, de Guindos y de Montoro.

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#1
victor
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Bueno. Mañana seguirá saliendo el sol.

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#2
Las joyas de la Cueva de Alibaba y sus 40.000 ladrones y ladronas
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La de Castilla la Mancha, perteneciente al PC de los Marranos, cometiendo delitos uno tras otro..

Borracha, triplicaba la tasa de alcohol, causa un accidente y no se detiene, dándose a la fuga tal y como hacen compañeras de la cueva de Alibaba. Más tarde es pillada en un control a 170kms/h y seguro que si mata a alguien tampoco se para y es que, pertenece al PC de los Marranos.

Y de esto, El Economista, ni pío

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#3
PC La Cueva de Alibaba
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La de Castilla la Mancha, perteneciente al PC de los Marranos, cometiendo delitos uno tras otro..

Borracha, triplicaba la tasa de alcohol, causa un accidente y no se detiene, dándose a la fuga tal y como hacen compañeras de la cueva de Alibaba. Más tarde es pillada en un control a 170kms/h y seguro que si mata a alguien tampoco se para y es que, pertenece al PC de los Marranos.

Y de esto, El Economista, ni pío

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#4
V for Vendetta
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La Caída de los Dioses, como en el film de Luchino Visconti. basado en el Gí¶tterdí¤mmerung ......es decir EL OCASO DE LOS DIOSES......

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#5
peligrosos peperos
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La de Castilla la Mancha, perteneciente al PC de los Marranos, cometiendo delitos uno tras otro..

Borracha, triplicaba la tasa de alcohol, causa un accidente y no se detiene, dándose a la fuga tal y como hacen compañeras de la cueva de Alibaba. Más tarde es pillada en un control a 170kms/h y seguro que si mata a alguien tampoco se para y es que, pertenece al PC de los Marranos.

Y de esto, El Economista, ni pío

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#6
UNO M�S (JOS�)
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Con Maite López Me hubiera comido una mariscada gallega en Lugo. Pero con la foto que he visto de la nueva jefa de bolsa e inversión (Isabel Blanco) en la página 5 de El ECONOMISTA FIN DE SEMANA se me ha colado una mosca, por quedárseme la boca abierta. No me importaría perderme con ella en sus montes natales de Ubeda sin kit de supervivencia.

Amador, coincidimos en gustos.

Huy, se me olvidaba, buenos días.

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#7