
Cuando Acciona ganó el proceso de privatización de Trasmediterránea en 2002, sabía que se enfrentaba a la dura misión de transformar una empresa pública que durante décadas operó sin que la rentabilidad fuera uno de sus objetivos fundamentales.
El mayor quebradero de cabeza era una flota obsoleta combinada con otra más moderna, que eran complicadas de rentabilizar con las rutas de la naviera y el perfil del cliente que las utilizaba.
Por si fuera poco, la larga crisis económica española no hizo sino incrementar las dudas hasta el punto de que en 2014 la naviera estuvo cerca de venderse. Por fortuna las cosas han cambiado mucho desde entonces.
La naviera rompió con 3 años de pérdidas en 2015 y ha multiplicado por 7 su resultado operativo en lo que va de año. Detrás de esta sustancial mejora se halla el crecimiento en ventas, que subieron hasta 194 millones, un 3,6 por ciento más que en el primer semestre de 2015. El cambio experimentado durante los dos últimos años se debe a los esfuerzos de Acciona por mejorar la flota.
Los buques son ahora más rápidos y consumen menos. En suma, ganaron eficiencia y atractivo para los viajeros. Ante este nuevo marco, Acciona aparca la idea de vender la compañía -salvo que se reciba una oferta irrechazable- y se embarca en una etapa de crecimiento del negocio.
La reciente compra de dos nuevos navíos no hace sino confirmar el resurgimiento de Trasmediterránea, apoyado también por las cifras récord del turismo. Pero para que la temporada alta no acabe, Acciona no puede permitirse el lujo de bajar la guardia. Sólo la mejora continua del negocio permitirá que la naviera venza a la competencia cada vez mayor de las aerolíneas de bajo coste.