
España es un país con muy poca tradición democrática. Sólo hay que recordar que hace apenas 40 años era una dictadura. Por eso, resulta de una enorme frivolidad cuando se escucha a analistas y catedráticos que no pasaría nada por que fuéramos a unas terceras elecciones o incluso a unas cuartas y hasta unas quintas. ¡Qué más da! ¡La economía funciona mejor cuando no hay Gobierno que cuando lo hay!
Como en la película de Oliver Stone, U-Turn (1997), cuando se pierden los principios se inicia un camino sin retorno que puede conducir a gravísimas consecuencias. En la calle ya se empieza a palpar un fuerte malestar contra los partidos políticos: "¡Que se vayan todos!" Si las elecciones no sirven para elegir un Gobierno, ¿para qué sirven? Si, como dice el dirigente del PSOE, Pedro Sánchez, su diálogo con Mariano Rajoy es perfectamente "prescindible", al igual que el debate de investidura, entonces ¿para qué sirve la democracia? Si el sistema que con tantos sacrificios nos hemos dado no resuelve los problemas de la gente, ni mejora nuestras instituciones, ¿por qué no lo cambiamos?
La alternativa expuesta por el líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, parece profundizar en ese camino de desprecio a las urnas: 'La alternativa a Rajoy es otro candidato del PP, candidatos de otros partidos o candidatos independientes'. Es decir, da lo mismo lo que hayan votado los electores. Recuerda lo que hacía Franco: era él quien elegía a los que consideraba los mejores y los ponía a gobernar. Como recordaba Le Monde el pasado 12 de agosto, "todos los partidos socialdemócratas en Europa están en crisis" y en España esa crisis está erosionando seriamente al sistema democrático. Como le gusta repetir una y otra vez a Pablo Iglesias, "el PSOE es un partido en descomposición".
Por eso cuando pudo cambiar al Gobierno del PP, facilitando un Gobierno PSOE-Ciudadanos no lo hizo. Lo que estaba en juego era simplemente la hegemonía de la izquierda. Ahora la lógica de Sánchez parece la misma: los socialistas creen que Podemos está muy débil y que unas terceras elecciones les permitirían recuperar el electorado perdido. En definitiva, algo tan mezquino como anteponer los intereses del partido a los del país.