Firmas

Si España se hiciese un selfie hoy sería como el 'Duelo a garrotazos' de Goya

  • Lo que está en juego en España no son los partidos, sino asuntos de todos
  • Hay jóvenes políticos que sólo tratan de esconder sus fracasos electorales
El cuadro 'Duelo a garrotazos' de Goya.

Se hacen elecciones para determinar la voz del país y no para saber cuánto pesa mi partido. Parece lo mismo pero no es igual. Porque los partidos no son clubes que administran la sola voluntad de sus militantes sino que cada uno de ellos, individualmente considerado y no solo en su conjunto, expresan el pluralismo político y concurren a la formación de la voluntad popular.

Supuesto que se haga política con principios, se puede después hacer política con varios fines, como dijo Larra hace casi dos siglos. Pero el único fin que debe interesar a la política es contribuir al interés general y no solo a la satisfacción de mi ideología -que es siempre el espejo de otra, tan legítima como la mía. Porque del mismo modo que aquel es el malo para mí, yo soy el malo de otro.

Y si no comprendemos ambos que los dos tenemos parcialmente razón, no hay política real, sino lucha sectaria, estéril y obstinada. La democracia no es nunca la aritmética desnuda ni el álgebra de las alianzas. Porque si la democracia es esto, entonces, no es así, como dijo Ortega hace ochenta años.

Si España se hiciera hoy un selfie, arrojaría una imagen todavía peor que la del cuadro Duelo a garrotazos, que pintó Goya hace dos siglos, donde dos hombres entierran sus piernas para apalearse. En una lucha así de primitiva y antidemocrática -además de fratricida- lo peor es ganar, con una sonrisa boba, animal y complaciente, rompiendo la espalda del enemigo con quien se pudo hablar, negociar, pactar, arreglar las diferencias.

Si España se hiciera hoy un selfie, parecería estar en el siglo XIX. Hoy, en España, -cuesta tanto decirlo- el futuro de todos depende de la voluntad de tres hombres -quizá falta el pragmatismo de las mujeres- que van de la danza al crimen cada vez que del baile del diálogo pasan al choque partidista. Uno pensaba que los españoles habían cambiado desde Goya, o desde Larra, o desde Ortega, que habían servido para algo todos los cuadros de Goya, todos los artículos de Larra y todas las lecciones de Ortega. Pero los jóvenes políticos españoles no han aprendido nada y son ahora el trasunto exacto de aquellos otros que, en vez de hacer política, politiquearon el país para desengancharlo de su mejor futuro.

Los jóvenes políticos de hoy han resucitado conceptos ya enterrados en el mundo entero. Las derechas, las izquierdas, por ejemplo, o la alianza de progreso -no iba a ser de regreso- mientras en toda Europa y en el mundo se deciden otras cosas sobre otras bases, siempre -como en los tiempos de Goya, Larra y Ortega- más adelante, más allá de nuestra perspectiva, más allá de este corral donde siempre se entrevé la noche tan española de los sucesos de Puerto Hurraco.

Y si al final hubiera sobre la arena política el perfil en sombra de una verdadera disputa intelectual, un debate hondo de posturas políticas reales, una confrontación ideológica, un Goya, un Larra o un Ortega, quizá España fuera un país moderno en fecundo debate sobre el futuro y el presente. Pero lo que se ve por estos pagos son jóvenes políticos que usan los votos solo para medir sus garrotes.

Lo que está en juego en España no es mi partido ni el tuyo, sino la secesión territorial, la crisis económica, el empleo, la Seguridad Social, la idea de Europa y un puñado de asuntos que interesan a todos. Y sin embargo, hay jóvenes políticos que solo tratan de esconder sus fracasos electorales porque entienden que así llegarán más lejos.

Pero, ciertamente, sería bueno que alguien les dijera que si quieren llegar muy lejos en poco tiempo, tendrán que atajar por su propia sepultura política y la de sus partidos y tendrán la impagable experiencia de reconstruir el siglo XIX, poner a España en el retrovisor y hacerse un selfie con su propio pasado.

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