
En Libia reina el caos. Fuerzas aliadas llevan desde mayo cooperando con Naciones Unidas para combatir al Estado Islámico en la ciudad de Sirte, de alto valor estratégico. Esta semana EEUU ha vuelto a bombardear el país. La Casa Blanca admitió haber realizado tres ataques aéreos por primera vez desde 2015.
Barack Obama sigue fiel a la táctica trazada para Irak y Siria. Es decir, ofrecer apoyo aéreo dejando las batallas decisivas a las tropas locales. La maniobra no es mala. Ha empezado a dar resultados en Irak, donde el EI ha perdido la mitad de los territorios que había conquistado y en Siria, un cuarto. Es la razón por la que se está expandiendo en Libia. El problema para aplicar esta solución es que allí existe una enorme pluralidad de milicias. Hasta 1.700 grupos armados, ninguno bajo el control del Gobierno. Se añade una práctica ausencia de ejército.
Aunque nadie sabe con certeza qué ha estado ocurriendo en los últimos meses, es un hecho que la situación ha ido a peor. Sirte se ha convertido en el bastión libio del EI. Con los importantes pozos petroleros de la zona a los que tiene acceso financia sus operaciones terroristas.
Es vital recuperar el control. El Gobierno de unidad nacional con sede en Trípoli y auspiciado por la ONU es muy débil e incapaz de lograrlo.
Hace ya medio año se temía que habría una operación militar externa este verano. ¿Pero por qué justamente ahora? La razón es que Obama se negaba a intervenir sin contar con el consentimiento de Trípoli. A su vez, el ejecutivo de unidad tardó en pedir ese respaldo porque no quiere dar la impresión de ser una marioneta de Occidente en el norte de África. Algo que no ayudaría a sus pretensiones para consolidarse como el Gobierno legítimo. Recordemos que existen facciones rivales que se disputan el territorio. En concreto, hay dos parlamentos rivales y tres gobiernos.
Libia juega asimismo un papel en la política interna de EEUU. El presidente norteamericano ha descrito el derrocamiento de Muamar el Gadafi sin un plan para el vacío de poder resultante como el error más grande de su administración. Durante una de sus últimas entrevistas el líder libio predijo con una precisión asombrosa las consecuencias de su caída. Alta amenaza de atentados terroristas en Europa, flujo incontrolado de refugiados y desestabilización general en la región del Mediterráneo. La anarquía sigue 5 años después de la muerte del dictador.
En especial, ahora, durante la campaña electoral, simboliza el mayor fracaso de Hillary Clinton como Secretaria de Estado. La muerte del embajador estadounidense y tres compatriotas suyos en Bengasi es percibida como el punto más bajo de la gestión de la candidata demócrata.
No obstante, es Europa la que tiene un mayor interés en estabilizar finalmente Libia. El autoproclamado califato se ha instalado en las puertas de la Unión. Eso significa dos cosas. Más víctimas y afectados tanto entre la población libia (se estima que 400.000 personas se han visto desplazadas) como los refugiados que intentan cruzar el Mediterráneo. Y mayor peligro terrorista en suelo europeo. En el enclave en torno a la ciudad natal de Gadafi los yihadistas huídos de Siria e Irak tienen acceso al enorme arsenal de armas del dictador. Pueden entrenar y planear con total impunidad sus ataques.
Estamos ante el comienzo de lo que será una campaña más prolongada. De momento, se limitará a la ciudad con el fin de ayudar a las fuerzas locales para acabar con el EI en la zona. Tras la misma, Libia ha de contar con la asistencia de la comunidad internacional. Solo estableciendo un hoja de ruta factible para la transición podrá evitar convertirse en un Estado fallido.
Existen también equipos especiales europeos operando en el país. Naturaleza y dimensión de sus operaciones son secretas. Sin embargo, la UE como tal sigue sin intervenir. Al menos, sí se están dando pasos hacia una Unión más fuerte. El mes pasado la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común, Federica Mogherini, insistía en la necesidad de dotar de contenido real a la cláusula de asistencia mutua y solidaridad de los Tratados para protegerse en caso de ataque. Y ante la amenaza terrorista en el este y sur mediterráneos solicitó un aumento de la contribución para garantizar la defensa colectiva.
Junto a las medidas antiterroristas se impulsará la armonización de políticas de inmigración, fronteras y costas con un sistema auténticamente supranacional europeo. La cercanía del EI es un claro aviso. Y ejemplo de la necesidad urgente de crear un Ejército europeo.