
En el año 2014 el negocio del arte movió 68.237 millones en 38.800 transacciones. Kenneth Griffin advirtió hace ya tiempo que este mercado sufre de opacidad y facilita la especulación. Esto lo dijo cuando en 2015 se vendió Nu Couché, de Modigliani, en 170 millones de dólares. El carácter concurrencial del mercado del arte y la incertidumbre que encaran los agentes que participan permiten a los intermediarios un notable margen de acción para la fijación final de precios.
A principios de 2016 la cadena Bloomberg informó que había adquirido un cuadro de Pollock, Number 17A (1948), por 200 millones de dólares. Cuenta Tom Wolfe en su ensayo La palabra pintada que estando Pollock en una taberna del Village reunido con un grupo de críticos que estaban poniendo sus pinturas por las nubes, éste les dijo: "Si soy tan buen pintor como decís, ¿por qué no vendo un cuadro?".
Y qué hubiera dicho Van Gogh si se hubiera enterado de que su cuadro elemental, Los girasoles, se vendió a una empresa japonesa en 40 millones de dólares. Ya en 1917 Marcel Duchamp realizó el acto fundacional de esta locura al exponer su Fuente en una sala neoyorquina de la sociedad de Artistas Independientes. Una réplica de ese meadero certificada por Duchamp fue vendida en Sotheby?s por 1.765.000 dólares.
En enero de 2016, la fotografía de una patata sobre fondo negro, de Kevin Abosch, se vendió por más de un millón de dólares. Con la excepción de algunas superestrellas planetarias, los beneficiarios de la explosión del mercado son los intermediarios, pero no los artistas. La figura romántica del creador bohemio sin un céntimo está más viva que nunca.
En Francia, país reputado por su política cultural, las estadísticas de la Maison des artistes (que gestiona el régimen de seguridad social de los artistas-autores) revelan que en 2014 el 50 por ciento de los afiliados, cuyos ingresos principales provienen de la práctica artística, han declarado ingresos anuales inferiores a 15.000 euros.