
Puzle y rompecabezas son sinónimos, pero, para definir adecuadamente la situación a la que se enfrenta España, tal vez sea la segunda acepción, por su carga metafórica, la más adecuada. Todas las piezas deben encajar. Pero, en este caso, la perilla solo casará con la muesca que le corresponde si ambas se ensamblan en el momento adecuado.
Un minuto antes o después podría dar al traste con cualquier esfuerzo. Dos grandes cuestiones deben pactar nuestros representantes. En el ámbito político, la formación de un Gobierno. En el de la economía, hay que forjar un Presupuesto.
Debe estar en las Cortes antes de que finalice septiembre y tiene que adoptar necesariamente medidas de ajuste para sortear la multa de Bruselas. La de las reformas es la única baza con la que cuenta De Guindos en la negociación de hoy en el Ecofin para evitar una sanción que, de imponerse, nos dejaría seriamente tocados.
Así que el ministro tiene que hacer el papelón de ser creíble y empeñar su palabra ante los homólogos europeos sin saber a qué se comprometerá su jefe de filas a cambio de asegurar la residencia monclovita. Y, por lo que se ve, el PSOE no parece muy partidario de meter la tijera. Los de Ferraz le han dado a Rajoy con la puerta en las narices en junio, ahora no toca, pero esta vez dejan la opción a abrirla de nuevo.
Si el presidente quiere su abstención tendrá que intentar ganársela, llegando a septiembre con los deberes hechos: un acuerdo con Ciudadanos y un proyecto de presupuestos que permita a Sánchez jugar al mismo tiempo a ser hombre de Estado y líder de la oposición para evitar que Podemos se adueñe del rol de alternativa.
Si los candidatos están en esta ocasión a la altura de las circunstancias, todas las piezas encajarán a la vuelta del verano en una sola ley. Aunque más que un puzle, hayan debido hacer encaje de bolillos para resolverlo. Si no hay Presupuesto, quizá evitemos las terceras elecciones con un débil pacto, pero ese Gobierno tendrá los días contados.